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31 may 2014

Aljubarrota, Portugal y Asturias








La Batalla de Aljubarrota, el choque olvidado por los españoles

Día 25/09/2013
La Batalla de Aljubarrota, el choque olvidado por los españoles
Fundacdión Batalla Aljubarrota
Hablar de Aljubarrota representa, para los portugueses, narrar uno de los momentos altos de la historia de su país. En España, por el contrario, aunque no quede muy bien decirlo, esta batalla parece un capítulo olvidado de la historia y se desconoce igualmente su posterior repercusión. Tal y como recuerdan desde la Fundación Batalla de Aljubarrota (FBA), para Europa esta ofensiva fue una de las más importantes ocurridas en toda la época medieval mientras que para Portugal constituye uno de los acontecimientos más decisivos de su historia. “Sin ella, el pequeño reino portugués hubiese sido probablemente absorbido para siempre por su poderoso vecino castellano”, se puede leer en sus reglamentos, explicando además que sin su contribución “el orgullo que tenemos en una historia largamente centenaria, configurando el estado portugués como una de las más antiguas y homogéneas creaciones políticas del espacio europeo no sería hoy posible”. La victoria portuguesa en Aljubarrota, en 1385, ante las tropas españolas dio lugar a la preparación de la época más brillante de la historia nacional. “Una batalla que proporcionó definitivamente la consolidación de la identidad nacional”, resaltan desde la FBA.
Cada año pasan por esta fundación entre 45 mil y 50 mil visitantes, mayoritariamente en edad escolar (60%). Su director, João Mareco, recuerda a ABC que el objetivo de la FBA, a través de su centro de interpretación, “pasa por divulgar todo el trabajo de salvaguardia del monumento nacional” así como transmitir los valores de ambición “en una época en la que la soberanía nacional estuvo en causa”. Y es que un año después de la batalla Don Juan I mandó construir el monasterio de Santa María de la Victoria (más conocido como monasterio de Batalha) como agradecimiento a la Virgen por la victoria en el enfrentamiento ante los castellanos. Un edificio que tardó dos siglos en construirse y que es hoy ejemplo de la arquitectura gótica tardía portuguesa.
La fundación fue constituida en el 2002 por Antonio Champalimaud quien entendió la importancia que tendría para los portugueses, especialmente los más jóvenes, la recuperación y posterior presentación al público de los principales campos de batalla existentes en Portugal. Tal y como se recoge en la fundación, las batallas ocurridas entre la Guerra de la Independencia (1383 y 1432) y durante la Guerra de la Restauración (1640 y 1668) “asumieron una particular importancia en la recuperación y valorización de los respectivos campos de batalla, no solo para facilitar el estudio de los hechos y acontecimientos sino también como una forma de atraer un público nacional e internacional cada vez más interesado en el turismo cultural".

Antecedentes de Aljubarrota

La batalla de Aljubarrota tuvo lugar el 14 de agosto de 1385, fruto de una serie de acontecimientos que acabó por convertir este hecho en algo prácticamente inevitable. La guerra luso-castellana (1384-1397) se desencadenó por el problema de sucesión al trono portugués ante la posibilidad de ser ocupado por Doña Beatriz, esposa de Don Juan I de Castilla. El Reinado de Portugal había nacido en 1143, fecha en la que se reconoció a Don Afonso Henriques como primer Rey luso, rompiéndose así los lazos de vasallaje con su primo el emperador Alfonso VII de Castilla.
En 1383 al morir el rey Fernando, el Tratado de Salvaterra de Magos (celebrado entre la reina Leonor Teles, el conde João Andeiro y el rey de Castilla) establece que la Corona de Portugal pasase a pertenecer a los descendientes del Rey de Castilla, Juan I, y la capital del reino pasaba a ser en Toledo. Una decisión que no agradó a la mayor parte de los portugueses quienes sentían que las condiciones de vida se degradaban y peligraba la independencia de Portugal. La población de Lisboa proclama a Don João, Maestre de Avis y hermanastro de Don Fernando, como regente, gobernador y defensor del pueblo. Con la revuelta de la población portuguesa en varios puntos del reino, el rey de Castilla decide entrar en Portugal en 1384 y entre febrero y octubre crea un cerco a Lisboa, por tierra y por mar, con el apoyo de la flota castellana. Una táctica que no funcionó y en abril de 1385 las Cortes de Coimbra proclamaron alMaestre de Avis rey de Portugal y Don Juan I invade de nuevo Portugal el 8 de julio de 1385, por Almeida (frontera con la provincia de Salamanca), con un ejército de 40 mil hombres, yendo después a Trancoso, Celorico da Beira, Coimbra, Soure y Leiría. El ejército portugués estaba comandado por Nuno Álvares Pereira en posición de combate.

La batalla

En la mañana del 14 de agosto de 1385 el ejército de D. João I se instala en el terreno y horas después llegarían los castellanos que circulaban por la vía romana para evitar el choque con los portugueses. Optan por tornear la fuerte posición lusa por el lado del mar e instalarse en la amplia explanada de Chão da Feira. Los siete mil soldados que formaban el ejército luso se mueven dos kilómetros al sur para invertir su posición en la batalla y quedarse en frente al enemigo. Por la tarde se produjo el asalto castellano a la posición portuguesa y en el transcurso de la batalla la FBA destaca cinco principales momentos del combate.
La Batalla de Aljubarrota, el choque olvidado por los españoles
FundaciónBatalla Aljubarrota (FBA)
Por un lado, el violento avance del rey castellano que inicia el ataque probablemente a caballo y que se encontró de forma inesperada con las obras de fortificación preparadas por la tropa de D. João I. Según el cronista galo Jean Froissart la mayor parte del ejército castellano estaba constituido por tropas auxiliares francesas que se vieron obligados a bajar del caballo frente al enemigo, en una posición crítica.
Como segundo punto destacan la decisión de Don Juan I de avanzar con el resto del ejército, también mayoritariamente a caballo, que se encuentra de nuevo con la sorpresa de que el adversario está combatiendo de pie. Los caballeros castellanos desmontan los caballos y recorren a pie el tramo que les falta. Posteriormente los hombres de armas del ejército castellano fueron cribados de flechas lanzados por los arqueros ingleses y portugueses y se fueron aglutinando en la zona central de la altiplanicie. Y mientas los laterales del ejército de Don Juan I siguen esperando subidos en los caballos a la espera de una ofensiva.
La Batalla de Aljubarrota, el choque olvidado por los españoles
Fundación Batalla de Aljubarrota
Por último, el pánico se apoderó de las tropas castellanas cuando la bandera de su monarca se derrumbó dentro del cuadrado portugués y dio lugar a una fuga desorganizada. Se produjo entonces una dura persecución portuguesa que paró al llegar la noche. Don Juan I de Castilla se da a la fuga a caballo, con algunos caballeros, cabalgando por la noche hasta llegar a Santarém. Las fuerzas franco-castellanas salen de Portugal pasando por Santarém y Badajoz o por la Beira, lugar de entrada.
En el campo de batalla murieron cerca de mil soldados portugueses mientras que en el ejército castellano las bajas fueron de cuatro mil muertos y cinco mil prisioneros. Ya fuera del campo de combate, se calcula que fallecieron otros cinco mil hombres en fuga de las tropas castellanas. Castilla permaneció de luto durante dos años, después de perder a muchos nobles y hombres de armas.

Desconocimiento español

Para los portugueses, esta batalla tuvo un valor muy importante dada la inferioridad numérica de sus tropas y la falta de equipamiento de las mismas en comparación a los españoles. Por eso el canto IV (28 a 44) deOs Lusíadas de Luis de Camões, el gran poeta luso de los tiempos de los Descubrimientos, rememora la mítica batalla. “La mayoría de los visitantes españoles tiene un gran desconocimiento sobre la materia”, afirma João Mareco. “Únicamente en el medio académico superior muestran algún conocimiento sobre este periodo de la historia”, añade. Y como gran lección que los visitantes españoles retiran de su visita es que “la historia de los dos pueblos está íntimamente conectada, lo que ocurrió a este lado tuvo repercusión al otro y viceversa”. El director de la FBA recuerda que es una de las épocas más estudiadas por los profesionales de la historia, ya sean “historiadores, profesores, arqueólogos, antropólogos...”. En lo que se refiere a los historiadores, también los españoles conocen este episodio encuadrado en las luchas entre Don Pedro el Cruel y Enrique de Trastámara, padre de Don Juan de Castilla, y posteriores batallas y luchas con Portugal en las Guerras Fernandinas, que anteceden la crisis de 1383-1385.
En un ámbito todavía más restricto, y encuadrado en el tema de la Guerra de los Cien Años, “algunos historiadores franceses e ingleses también se dedican al reflejo que esta batalla tuvo en el equilibrio geopolítico de la época medieval y en la definición de las fronteras de los países envueltos”. En este centro es la primera vez que esta materia se muestra al gran público, a través de medios multimedia y de la experimentación directa con los objetos expuestos. Y las investigaciones también han dado su fruto como es el caso de los huesos encontrados en las campañas arqueológicas “que nos dan mucha información tanto por la fecha por C14 como por la comparación y ADN”. João Mareco recuerda igualmente que la comparación de las fuentes escritas más o menos contemporáneas a la batalla, a través de crónicas de los Reyes y Condestable, “colocan en el mismo plano las diferentes versiones de la historia, y la convierten en una ciencia, aunque no exacta, con algún grado de realidad y verdad”.

La panadera de Aljubarrota

Tabaki, Ricardo III y Rajoy.



Cuando Shakaspeare describe la deformidad física del Rey Ricardo IIII entiendo que no está haciendo una descripción de su cuerpo, sino de su "alma", de su comportamiento. No era otra cosa que describir al prototipo del que no viniendo de, no sintiéndose venido de, sino nombrado, ha de ejercer toda la fuerza que su cuerpo le da al no estar dotado de capacidad parlamentaria.


Este fin de semana se puede leer en familia, El libro de la Selva y, posteriormente Ricardo III, para terminar leyendo el antes y el después de estas Elecciones Europeas.

Ya he puesto el plato de Ricardo III en la mesa y, ahora lo hago de El libro de la selva.


Rudyard Kipling
El libro de la selva

Los hermanos de Mowgli Mang, ese ciego con alas, suelta las bridas de la noche. Rann es su amigo, en él cabalga. Duermen las vacas sueños torpes. Los corderos tiemblan, balan, y tras la puerta se esconden. Somos dueños hasta el alba. Queremos siempre ser libres, fuerza, pasión desatada.

Que abunde siempre la caza. Será así, si en la Ley vives.

Las colinas de Seeonee parecían un horno. Padre Lobo, que había pasado todo el día durmiendo, se despertó. Se rascó, bostezó y fue estirando una tras otra las patas. Quería desprenderse de todo el sopor y la rigidez que se había acumulado en ellas.

Madre Loba estaba echada. Su cabeza gris reposaba, en señal de cariño y protección, sobre los lobatos, cuatro animalitos indefensos y chillones. La Luna brillaba en todo su esplendor nocturno fuera de la cueva.

––¡Ahuugr! ––sentenció Padre Lobo––. Es hora de salir de caza ––y ya estaba a punto de lanzarse pendiente abajo, cuando se presentó a la entrada de la cueva una sombra menuda y furtiva; era bien visible su cola esponjosa. Empezó en tono lastimero:
––Buena suerte, jefe de los lobos. Y que la misma buena suerte sea siempre con tus hijos. Que puedan estar eternamente orgullosos de sus fuertes colmillos. Y que jamás les falte el apetito.

Era el chacal ––Tabaqui el lameplatos–– el que así habló. En la India los lobos desprecian a Taba- qui por ser un chismoso. Siempre anda con cuentos e historias de un lado para otro. También lo desprecian por su dieta: despojos y todo lo que haya mínimamente aprovechable en cualquier basurero.

Despreciable, sí, pero temible. Mas que cualquier otro animal, cuando a Tabaqui le entra la locura, se olvida de su miedo y muerde todo lo que le sale al paso: cosas y animales. Son los momentos en los que hasta el tigre no se atreve a vagar libremente por la Selva. Les preocupa hasta el solo pensamiento de poder verse reducidos ellos mismos a una situación tan deplorable. Porque, en la Selva, la locura es considerada como una deshonra, la mayor de todas. Nosotros sabemos que se trata de la hidrofobia*. Pero ellos le dan simplemente el nombre de locura.

––De acuerdo. Pasa y busca ––dijo Padre Lobo––, pero quiero que sepas de antemano que no hay comida.

––A buen seguro que no la hay para un lobo ––contestó Tabaqui––, pero para un animal como yo, hasta un hueso mondo es un excelente banquete. Nosotros, el Pueblo de los Chacales, no tenemos elección a la hora de comer.

Se dirigió sin dilación hacia el fondo de la cueva. Encontró un hueso de gamo. Todavía tenía algo de carne adherida. Empezó a triturarlo con fruición.

––Gracias por tan excelente comida ––dijo relamiendose––. ¡Qué hijos tan hermosos tienes! ¡Có- mo se adivina en ellos la nobleza! Tienen unos ojos enormes. Y qué maravilla de juventud la suya. Aunque nada de esto me debería extrañar. Los hijos de los reyes son hombres desde que nacen.

Tabaqui sabía de sobra que no ayuda a la buena crianza alabar a los lobatos estando ellos presen- tes. El descontento se reflejaba en la actitud de Madre Loba y de su pareja.

Tabaqui guardó silencio un momento como recreándose en el mal que había hecho. Luego, añadió escupiendo sus palabras:

––El Gran Shere Khan ha cambiado su territorio de caza. Estas colinas serán su cazadero durante las próximas semanas, hasta que cambie la Luna.

Shere Khan era el tigre que ahora merodeaba cerca del río Waingunga, a pocos kilómetros de distancia.

––¿Por qué lo ha hecho? No le asistía ningún derecho ––dijo furioso Padre Lobo––. De acuerdo con la Ley de la Selva, nadie puede cambiar de territorio de caza sin previo aviso. Espantará la caza en kilómetros a la redonda. Y entonces tendré que trabajar el doble para encontrar el alimento de mi familia.

––No olvidemos que su madre siempre lo llamó Lungri, el Cojo. Por algo sería ––dijo Madre Loba quedamente––. Es cojo de nacimiento. Jamás ha sido capaz de matar otra cosa que animales domésticos. Por eso, al sentirse perseguido por los campesinos ribereños del Waingunga, se ha venido hasta aquí para causarnos mil problemas. Por su culpa no dejarán de revolver hasta el último rincón de la Selva, en su intento de encontrarlo y de matarlo. Pero el se marchará. Y nosotros tendremos que irnos lejos con nuestros cachorros. Sabemos que estas fiestas terminan siempre con el incendio de la maleza. Eso se lo tendremos que agradecer a Shere Khan.

––Si queréis, como muestra de agradecimiento, le puedo transmitir vuestros deseos ––dijo Tabaqui.

––Largo de aquí, miserable ––gritó enfadado Padre Lobo––. Largo de aquí y vete a cazar a la sombra de tu amo. Ya has hecho tu mala acción de la noche.

––Tranquilo, ya me voy ––dijo en tono insidioso Tabaqui––. Aunque realmente me podría haber ahorrado traeros la noticia. Vosotros mismos podéis oír desde aquí a Shere Khan rugiendo en la espesura.

Padre Lobo escuchó atentamente. En el fondo del valle se oía esa especie de lamento seco, rabioso y chirriante que emite el tigre cuando está ayuno de presa. Y le tiene sin cuidado que se entere de su fracaso toda la Selva.

––¡Qué estúpido! Habrá pensado que aquí los gamos son como los pesados bueyes en el Waingunga.

––Cuidado. No es precisamente bueyes lo que está buscando. Busca al hombre. Le ha vuelto rabioso el olor de hombre y lo busca ––dijo Madre Loba.

El lamento se había convertido en un ronquido que parecía surgir de las entrañas de la tierra lle- nando el universo entero. Era esa clase de ruido infernal que asusta a los leñadores, obligados a dormir al raso, y a los vagabundos. En ocasiones les hace enloquecer de tal modo que, sin darse cuenta, se arrojan a las fauces mismas de la fiera.

––El hombre ––dijo Padre Lobo abriendo sus mandíbulas y enseñando las formidables filas de dientes––. ¡Qué asco! Habrá agotado ya los escarabajos de nuestros campos y las ranas de nuestros estanques para que, de repente, se le haya ocurrido que le apetece carne humana. Y, además, en nuestro propio territorio.

La Ley de la Selva prohíbe taxativamente* a toda fiera comer carne humana. Hay una sola excep- ción: matar para enseñar a los cachorros a hacerlo. Pero entonces es también preceptivo que se haga fuera del territorio de caza de la manada. Y hay una razón muy poderosa para ello: matar a un hombre trae como consecuencia segura que, tarde o temprano, hombres blancos invadan la Selva armados de fusiles, acompañados por hombres de color equipados con todos los instrumentos capaces de producir el mayor ruido. En la Selva todo es entonces dolor y sufrimiento.

De burradas en el roncar.




Hay burradas y burradas.

Hoy, en El País, en una sección que intitulan "Medicina", le la barbaridad siguiente:


"Apneas del sueño, un problema más allá del ronquido"
"El dispositivo de avance mandibular (DAM) tiene una efectividad del 90% en roncopatías simples y del 75% en apenas de carácter leve"


El País es corresponsable de difundir mentiras.

La apnea durante el dormir y el roncar se conoce bien en la Ciencia Médica, lo cual no quiere decir que se sepa por parte de todos los médicos.

Sé de métodos como resecar úvula, velo palatino, cornetes, septoplastias, CEPAP, Pinzas en parte blanda nasal, etc... Ahora, está de hoy, probablemente animada por la contabilidad de las otras, la califico de "burrada superlativa"

La tragedia de Ricardo III

Esta noticia sobre la realidad física de Ricardo III, puede ser motivo para leer la obra de su nombre, donde se describe su carácter a través de malformaciones, aunque siempre se ha entendido que el autor hacia descripción de su estado físico.

Las malformaciones no son enfermedades, ni estas son maldiciones de un dios vengativo, como se creía en aquellas fechas y, por demasiados, en estas.


El término malformación se ha de entender como formación rara, o poco frecuente. 


Se toma, habitualmente, que la formación de bondad máxima es aquella que responde a un criterio de simetría, o eje de perfección. En el arte plástico, hace ya muchos siglos que este criterio ha perdido todo sentido.


Nada hay en el Universo que gire en torno a un punto, o eje.


Ya en otras ocasiones he anotado que la línea recta no es real. Es la línea curva la real y, ni siquiera es real la existencia de la línea ni del punto.




(La obra se encuadra entre 1471, cuando muere Enrique VI, y 1485, cuando se produce la batalla de Bosworth)

William Shakaspeare
La tragedia de Ricardo III
Escena primera


Londres – Una calle Entra Gloster
GLOSTER.- Ya el invierno de nuestra desventura se ha transformado en un glorioso estío por este sol de York, y todas las nubes que pesaban sobre nuestra casa yacen sepultas en las hondas entrañas del Océano. Ahora están ceñidas nuestras frentes con las guirnaldas de la victoria; nuestras abolladas armas penden de los monumentos; nuestros rudos alertas se han trocado en alegres reuniones; nuestras temibles marchas en regocijados bailes. El duro rostro del guerrero lleva pulidas las arrugas de su frente; y ahora, en vez de montar los caparazonados corceles, para espantar el ánimo de los feroces enemigos, hace ágiles cabriolas en las habitaciones de las damas entregándose al deleite de un lascivo laúd. Pero o, que no he sido formado para estos traviesos deportes ni para cortejar a un amoroso espejo...; yo, groseramente construido y sin la majestuosa gentileza para pavonearme ante una ninfa de libertina desenvoltura; yo, privado de esta bella proporción, desprovisto de todo encanto por la pérfida Naturaleza; deforme, sin acabar, enviado antes de tiempo a este latente mundo; terminado a medias, y eso tan imperfectamente y fuera de la moda, que los perros me ladran cuando ante ellos me paro...¡Vaya, yo, en estos tiempos afeminados de paz muelle, no hallo delicia en que pasar el tiempo, a no ser espiar mi sombra al sol, y hago glosas sobre mi propia deformidad! Y así ya que no pueda mostrarme como un amante, para entretener estos bellos días de galantería, he determinado portarme como un villano y odiar los frívolos placeres de estos tiempos. He urdido complots, inducciones peligrosas, válido de absurdas profecías, libelos y sueños, para crear un odio mortal entre mi hermano Clarence y el monarca. Y si el rey Eduardo es tan leal y justo como yo sutil, falso y traicionero, Clarence deberá ser hoy estrechamente aprisionado, a causa de una profecía que dice que J. será el asesino de los hijos de Eduardo. ¡Descended, pensamientos, al fondo de mi alma! ¡Aquí viene Clarence!

Entran CLARENCE, custodiado, y BRAKENBURY

¡Buenos días, hermano! ¿Qué significa esta tropa armada que sigue a Vuestra Gracia?

CLARENCE.- Su Majestad, interesándose por la seguridad de mi persona, me ha designado esta escolta para conducirme a la Torre.

GLOSTER.- ¿Por qué causa?

CLARENCE.- Por llamarme Jorge.

GLOSTER.- ¡Ay milord! Esa no es culpa vuestra. De eso debía hacer responsable a vuestros padrinos... ¡A no ser que Su Majestad tenga intención de bautizaros de nuevo en la Torre! Pero ¿cuál es el motivo, Clarence? ¿Puedo saberlo?

CLARENCE.- Sí, Ricardo, cuando yo lo sepa, porque protesto que aún lo ignoro; pero, a lo que presumo, el rey presta demasiada atención a profecías y sueños, pues suprime la J del abecedario y dice que un mago le ha predicho que su descendencia será desheredada por J. Y, pues mi nombre de Jorge comienza por J, se le ha puesto en la cabeza que yo soy él. Estas y otras puerilidades semejantes son, a lo que opino, las que te han movido a Su Alteza a encarcelarme. 

Batalla por los restos de Ricardo III





Batalla por los restos de Ricardo III

El Gobierno británico decidió que el esqueleto fuera enterrado en Leicester

15 descendientes amenazan un recurso y piden que el rey sea trasladado a York

El País,  Madrid 27 Marzo 2013

El esqueleto completo de Ricardo III/University of Leicester(AP)
Acabe como acabe esta disputa, Ricardo III saldrá ganando. Porque para un rey que estaba enterrado debajo de un aparcamiento en Leicester–hasta que los investigadores de la universidad de la ciudad hallaran su esqueleto el pasado septiembre- cualquier otra sepultura será más digna. Ya sea en la catedral de la propia Leicester, como estableció el equipo de arqueólogos que le encontró, de acuerdo con el ministerio de Justicia británico, o en York, de donde procedía la familia del soberano, y donde una quincena de descendientes de Ricardo III reclaman que sean llevados sus restos. Hasta el punto de que están dispuestos a recurrir la decisión del ministerio ante los tribunales.
La alianza Plantageneta, como se han bautizado los tatata(etc.)ranietos del rey, que falleció en 1485, defiende que debió ser consultada a la hora de debatir dónde había de ser el segundo entierro de Ricardo III. En concreto, se apoya en el artículo 8 del Convenio Europeo de los derechos humanos, que sostiene que “toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, de su domicilio y de su correspondencia” y que “no podrá haber injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de este derecho”, a no ser que la ley lo justifique.
El abogado de los descendientes, Matthew Howarth, declaró a la BBC que ya han avisado oficialmente, por escrito, tanto al ministerio como a la universidad de Leicester de que van a presentar una reclamación contra la decisión. “Esto nos permitirá obtener más información sobre el asunto. Vamos a recurrir lo antes posible, seguramente en las próximas semanas”, añadió Howarth.
Además de la romántica nostalgia familiar, la pelea esconde un aspecto más material: el turismo. Sobra decir que la ciudad de York estaría más que encantada de recibir los restos del soberano. Y el río de visitantes que vendría con ellos. Porque, desde que en agosto de 2012 un equipo de arqueólogos liderados por Richard Buckley fue a buscar el esqueleto del rey debajo de un aparcamiento de Leicester y, en efecto, se encontró con varios huesos, el caso capturó la atención de todo Reino Unido.
Tras largos análisis forenses, datación por radiocarbono y comparación del ADN con el de Michael Ibsen, supuesto descendiente de Anna de York, hermana del soberano, la universidad de Leicester anunció el pasado 4 de febrero que sí, ese esqueleto pertenecía a uno de los soberanos más conocidos de la historia de Inglaterra. Ricardo III reinó solo dos años, entre 1483 y 1485, pero se esmeró en dejar una huella imborrable: encerró en una torre y asesinó a sus dos sobrinos, legítimos herederos al trono, combatió en la gran batalla de Bosworth contra Enrique VII y la familia rival de los Lancaster, falleció en ella siendo así el último soberano de los York y el punto final de la Guerra de las Dos Rosas, y protagonizó una de las tragedias más famosas de William Shakespeare.
Otra batalla más la protagoniza ahora también en la Red. Dos peticionesonline se enfrentan en la misma página web, que permite enviar reclamaciones directamente al Gobierno británico, pidiendo respectivamente que Ricardo III “permanezca en Leicester” y que sea“reenterrado en la catedral de York”. La primera suma casi 8.000 firmas, mientras que la segunda va por las 26.000. Aquí, por lo menos, parece haber un ganador.

De repente, los restos de Ricardo III




De repente, los restos de Ricardo III

Los expertos del centro aportan fotos de los restos, análisis de los forenses y pruebas de ADN

Los restos del soberano estaban bajo un 'parking'

Antiguamente en ese lugar se alzaba la iglesia de Greyfriars, donde el rey fue enterrado

Será enterrado en la catedral de Leicester

El País, Patricia Tubella Londres 5 Febrero 2013
REUTERS
Muy lejos de los oropeles que suelen enmarcar las tumbas de los monarcas británicos, el feo recinto de un parking municipal escondía en su subsuelo los restos de Ricardo III, el último rey inglés muerto en el fragor de la batalla hace más de cinco siglos. Un equipo investigador de la Universidad de Leicester, la ciudad del centro de Inglaterra donde se ha producido el hallazgo, confirmó ayer y “más allá de la duda razonable” que el esqueleto y el cráneo localizados el pasado verano corresponden a ese soberano erigido para el imaginario colectivo en un villano ambicioso y cruel por obra de la pluma de William Shakespeare.
El sorprendente descubrimiento constituye una fabulosa plataforma publicitaria para esta población de 330.000 habitantes, con una fisonomía poco atractiva aunque dotada de una intensa vida cultural, y en cuya catedral serán enterrados los restos del rey, tal como se aprestó a anunciar el alcalde, sir Peter Soulsby. En un esfuerzo por vencer las lógicas suspicacias, el jefe del grupo de arqueólogos encargado de la investigación, Richard Buckley, subrayó que la osamenta ha sido objeto de “un estudio académico riguroso”, donde se ha permitido determinar gracias a las pruebas de carbono el periodo del que datan los restos (entre 1455 y1540), comparar sus características con los detalles conocidos sobre el físico del monarca y, sobre todo, cotejar su ADN con el de un descendiente directo de la familia de Ricardo.
Los restos escrutados al detalle por los científicos pertenecen a un hombre “inusualmente esbelto, casi femenino” de veintitantos años o a principios de la treintena. Ricardo III tenía 32 años cuando perdió la vida en la batalla de Bosworth, que lo enfrentó a Enrique Tudor. Por decisión de su sucesor, Enrique VII, fue enterrado sin pompa alguna en la iglesia de Greyfriars (en el actual centro de Leicester) y la propaganda de la dinastía Tudor quiso que fuera olvidado. Así fue a raíz de la demolición del edificio religioso en el siglo XVI: el rastro de ese monarca de breve reino (1483-1485) se perdió hasta nuestros días.
Uno de los aspectos más curiosos y casi increíbles de la investigación tiene como protagonista a un carpintero canadiense con residencia en el Reino Unido desde hace cinco lustros. Michael Ibsen, de 55 años, pertenece a las decimoséptima generación de descendientes de Ana de York, la hermana del rey Ricardo. Y su ADN, aseguran los expertos de la Universidad de Leicester, corresponde al extraído de los huesos que fueron hallados bajo el pavimento de cemento del parking de la ciudad.
Desentrañar una historia apasionante que conecta a este fabricante de muebles nada menos que con un rey inglés ha sido posible gracias al empeño de la guionista Phillipa Langley, miembro también de la Sociedad Ricardo III que encabeza una campaña para rehabilitar la maltratada figura del monarca medieval. Fue Langley quien motivada por una “corazonada” recabó los fondos para iniciar las excavaciones de Leicester, embarcando en el proyecto al equipo de arqueólogos de la universidad, cuya verdadera ambición de entonces era sin embargo la de localizar los restos de la iglesia de Greyfriars. El desenlace de esa aventura, que arrancó con el casi inmediato hallazgo de los restos de un esqueleto y una calavera en lo que fuera el coro de la iglesia, ha resultado espectacular.
La enorme difusión que el hallazgo está mereciendo en las islas británicas vino arropada por la difusión televisiva, anoche mismo en Channel 4, de un documental en el que se detallan los detalles de la investigación bajo el título “Ricardo III: el Rey en el Aparcamiento”: las diez heridas que presenta el esqueleto, ocho de ellas en el cráneo, o la esclerosis detectada en la espina dorsal, aunque también la ausencia de trazos de un brazo atrofiado, como el que tenía Ricardo según los historiadores de la época Tudor. Y, por encima de todo, el veredicto de que el conjunto de pruebas apunta a que los restos corresponden efectivamente al que fuera rey de Inglaterra.
El rigor científico y un fabuloso aparato publicitario –que, por ejemplo, condujo al equipo de arqueólogos a mantener el suspense hasta el final de su rueda de prensa de ayer- se dan de la mano en esta historia que ha convertido a la ciudad de Leicester en centro de atención nacional. A partir del viernes de esta semana, una exposición temporal en la catedral de la ciudad relatará a los visitantes la vida y muerte del monarca, a la espera de la inauguración de un centro permanente el próximo año.
Retratado por los mejores actores shakespearianos como un ser brutal que no dudó en asesinar a quien se interpusiera en su camino al trono, aquel que en la obra del Bardo se queda sólo en el campo de batalla y clama “Un caballo, un caballo, ¡Mi reino por un caballo!”, va a ser finalmente sepultado con todos los honores. En pleno siglo XXI, Ricardo tendrá el solemne entierro que le había negado la historia.

La cara del rey

EL PAÍS

La supuesta cara de Ricardo III/Channel 4/BBC
"No parece la cara de un tirano. Lo siento, pero no. Es hermoso, es como si pudieras hablarle, conversar con él ahora mismo". Con este análisis algolombrosiano, Philippa Langley, de la Sociedad Ricardo III, comentaba ayer uno de los aspectos más fascinantes del hallazgo del esqueleto del rey: su reconstrucción facial en 3D. 
Gracias al sorprendente estado de conservación de la calavera y a las nuevas tecnologías, los expertos de la Universidad de Leicester han podido reproducir los supuestos rasgos de Ricardo III, que falleció, en 1485, con 32 años. 
Las imágenes fueron emitidas anoche, en un documental de Channel 4 titulado El rey en el párking, que ha seguido de cerca toda la caza a los restos de Ricardo III. Así se pudo descubrir que el soberano lucía una nariz arqueada y una barbilla prominente. 

Restos humanos, pero ¿de Ricardo III?




Restos humanos, pero ¿de Ricardo III?

El equipo que busca el cuerpo del rey bajo un aparcamiento en Leicester halla huesos humanos

Falta la prueba del ADN, que tardará al menos ocho semanas

El País Madrid 12 Septiembre 2012 

Pintura del Rey Ricardo III. / CORDON PRESS
Nada de pirámides, ni de mausoleos. Sepultado bajo un aparcamiento de coches en Leicester. Quién le iba a decir al rey Ricardo III que acabaría enterrado en tan humilde lugar. Y sin embargo justo allí un equipo de arqueólogos británicos llevaba tres semanas buscando los restos del soberano. Hoy han anunciado el primer paso adelante de su búsqueda: han hallado huesos humanos.
Falta, eso sí, la prueba más importante. Los arqueólogos de la universidad de Leicester tendrán que comparar las trazas de ADN de los huesos encontrados con las de los herederos del rey, que sostuvo la corona británica entre 1483 y 1485.
Sin embargo, en una rueda de prensa retransmitida en streaming, un portavoz de la universidad ha afirmado que, por ahora, ya cuentan con algunas “fuertes pruebas circunstanciales”. Una calavera hendida y una espina dorsal con indicios evidentes de escoliosis –problemas que padecía Ricardo III, como también muestran sus retratos– son mucha coincidencia, según los arqueólogos. Aunque los propios estudiosos hacen hincapié en la importancia del análisis de laboratorio para pasar de hipótesis a certezas.
El equipo empezó sus excavaciones el pasado 25 de agosto. Comparando un mapa de la ciudad de 1741 con uno de hoy en día, los estudiosos llegaron a identificar el fatídico (y supuesto) punto X, bajo el que descansa el soberano.
Ricardo III obtuvo la corona en 1483 cuando su hermano mayor y soberano hasta entonces, Eduardo IV, falleció. En realidad, sus dos sobrinos (hijos del rey) Eduardo V y Ricardo de York eran los herederos de la corona. Pero Ricardo III, que además era el (supuesto) protector de los dos jóvenes, los hizo declarar ilegítimos y los encerró en una torre de Londres. Jamás se volvió a saber de ellos, mientras en junio de 1483 Ricardo III era proclamado por el Parlamento rey de Inglaterra.
Su reinado duraría sin embargo solo dos años. El soberano falleció en 1485 en la batalla de Bosworth. El choque puso punto final a la Guerra de las dos rosas, que enfrentó a los York (la familia de Ricardo III) y los Lancaster en una lucha feroz por el trono de Inglaterra. De hecho, Ricardo III fue el último de la dinastía de los York en sentarse en el trono. Enrique Tudor, que lideraba las fuerzas de los Lancaster en Bosworth, se hizo con la victoria y con el poder.
El rey derrotado y fallecido fue sepultado en un primer momento en la sede de los frailes franciscanos de Greyfriars. El edificio fue destrozado en 1530 pero, según cuenta la BBC, sí permanecieron los documentos sobre el entierro (por cierto, de perfil bajo) del exsoberano.
Philippe Langley, de la Sociedad Ricardo III, una organización fundada en nombre del antiguo rey, ha declarado al mismo medio: "El sueño era encontrar a Ricardo III y hoy el sueño parece posible”. Y, lo dice, que conste, un señor de una asociación uno de cuyos lemas es que “la verdad es más poderosa que las mentiras”.
Sea como fuere, las pruebas de ADN tardarán entre ocho y 12 semanas en ofrecer resultados. Más de dos meses para saber si, además de la obra de Shakespeare y de su muerte en batalla, el soberano se hará famoso también por otra razón: el primer rey enterrado bajo un aparcamiento.