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4 mar 2015

Del significado del trabajo y las becas.

He anotado esta madrugada sobre las bases metabólicas de la evolución biológica. En definitiva, he anotado sobre las bases biológicas que soportan las políticas conservadoras o de estabilidad y de las políticas progresistas, adaptativos, o expansivas. En definitiva, podemos obtener inteligencia de política -económica y social-, de aquella tenida en el campo del conocimiento de la biología. 

Si en biología se tiene inteligencia (intencionadamente hago uso de este término) acerca del trabajo como el medio que engendra y desarrolla agrupaciones sociales, o "cohesión social" haciendo evolucionar, el individuo a un súper-individuo, o sociedad definida por la comunicación, o intercambio crítico de información, la reducción en el trabajo, hace regresar la sociedad a población, el súper individuo a individuo.

He anotado en múltiples ocasiones que el aumento en la comunicación inteligente, el aumento en la cantidad de individuos comunicados entre si, el aumento en la cantidad de trabajo "inteligente", intencionado como necesidad de comunicarse, de participar en la conformación social, es el fin de las personas. En oposición, tenemos que el aumento en la comunicación no inteligente, el aumento en la cantidad de individuos comunicados entre si, el aumento en la cantidad de empleo, o trabajo "no inteligente, o necio, como la necesidad de individualizarse como receptores y como emisores en la comunicación, de participar en la conformación poblacional, es el fin de los individuos humanos no personas.

La sociedad, ha de implicarse en la educación de aquellos individuos humanos no personas con capacidad biológica para comunicarse. 

La capacidad biológica para comunicarse la tienen los individuos políticos y no la tienen los idiotas. 

La implicación social en acrecentarse en base a la educación de individuos capacitados,no políticos, se hace a través de las "becas", o "préstamos" que sólo se han de dar a quienes tienen esta capacidad política y no a los idiotas. Las becas obtenidas por los políticos se tornan inversión en sociedad. En sentido opuesto, las becas dadas -que no obtenidas- por los idiotas se tornan en gasto social, o inversión poblacional. Las becas obtenidas son inversión en "cohesión social"; aquellas becas dadas son becas invertidas en desagregación, o descomposición social.

Los conservadores, o creacionistas dan becas, -dan limosnas- como medio para atraer las personas, los políticos, a su condición de individuos no personas -de ahí que son emisores desde el púlpito a receptores en el suelo-, o idiotas. 

Se ha de tener en cuenta que biológicamente la regresión al estadio evolutivo anterior es el Subciclo del Hiperciclo de la Evolución "en tendencia" (con más "fuerza"), mientras que a este se le opone la progresión al estado evolutivo posterior el Subciclo "en constancia"

La tendencia es regresar la masa a la condición de energía. Regresar del orden establecido por la Persona al caos establecido por el Humano no persona.

Lección de Juncker

Las elevadas tasas de desempleo en España y Grecia demuestran que la crisis todavía persiste

El País, 04-03-15

El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, acaba de dictar una lección de realismo que debería entenderse más allá de la división convencional entre partidarios de la estabilidad y defensores de las políticas expansivas. Lejos de aceptar, como proclaman los más optimistas (entre los que se cuentan los Gobiernos del norte de Europa y algunos del sur) que la crisis ha terminado, Juncker recuerda —en una entrevista que hoy publica EL PAÍS— que España y Grecia aún sufren elevadas tasas de paro; y que para sostener que las dificultades han pasado hay que conseguir primero que el desempleo descienda a los niveles normales, que bien pueden entenderse como los anteriores a la crisis. Juncker propone pues una visión de la situación económica menos atenta a la estabilidad (finanzas públicas) que al bienestar de los ciudadanos europeos.
Juncker, que hoy visita Madrid, pone el dedo en varias llagas que no por conocidas resultan menos ignoradas. La primera es que la salida de la crisis (recuperación plena) se alcanzará cuando las ventajas del crecimiento beneficien a una mayoría de ciudadanos; la segunda, que todavía existe una Europa damnificada por la crisis que puede sentirse ofendida por un optimismo explícito sólo aplicable a determinados países o sectores; y, por fin, la tercera, que las políticas de estabilidad han sido necesarias, pero ya son insuficientes. O se hace algo para elevar el empleo de calidad —como el plan de inversiones de 315.000 millones propuesto por el propio presidente de la Comisión, bien intencionado aunque corto en términos financieros— o se corre el riesgo de que una crisis parcial enquistada rompa la estabilidad política europea.
Seguramente es casualidad que el análisis de Juncker coincida con la difusión de las estadísticas de paro registrado en España durante el mes de febrero, que vienen a corroborar, punto por punto, su discurso. Por una parte, el mercado laboral ha vuelto a la esperanzadora (aunque lenta) senda de disminución del desempleo y del aumento de afiliados a la Seguridad Social (el mes pasado hubo 13.538 parados menos y 96.909 empleos más); tras el mal paréntesis de enero, resurge la expectativa de que la creación de puestos de trabajo acelere en los meses próximos.
Pero esta perspectiva tiene un revés que hay que diagnosticar y resolver. El empleo que se genera es precario; todavía hay casi 5,5 millones de parados (estadística EPA) para quienes el final de la recesión es una presunción teórica. Y en esas cifras malviven colectivos cuyas esperanzas laborales son misérrimas; piénsese en el paro juvenil o en el mucho más grave, el que afecta a los mayores de 45 años, descartados para obtener un empleo en el futuro inmediato. Si a eso se une una tasa de cobertura del desempleo que desciende a velocidad de vértigo (ya está en el 57%) habrá que concluir que la inyección de realidad de Juncker debería entenderse como un punto de partida para moderar la inflexibilidad fiscal y aplicar, aunque sea selectivamente, políticas de estímulo de la demanda y el empleo.

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