La envidia es el sentimiento de poseer lo que posee el otro.
Solo envidia el nombrado.
El que viene de, no tiene el sentimiento de querer ya que él no tiene, está dotado.
El que viene de, el noble, multiplica sus dotes.
El nombrado, el vulgar, suma, o agrega, lo toma para sí, lo del otro.
Lo toma por dádiva, a cambio de servidumbre, del otro.
O lo roba mediante la fuerza, ya que no tiene razón, no mira a los ojos, huele las migajas del noble, recio, del que perdura, de aquel que se le venera.
O lo toma sin fuerza cuando son las excretas, los sobrantes del noble.
Hay perros del Señor que solo comen de su mano. Y, hay perros que comen de la mano del vulgar, manos sucias, con las que nace y con las que muere.
El perro del noble come delante de él, mirándole, de su mano. El perro del nombrado come detrás de él, oliéndole, del suelo donde la mano sucia le arrojó lo robado.
El vulgar esconde su mano cerrada, tras arrojar tras de sí lo robado.
El noble muestra su mano abierta, y con la palma hacia arriba, mostrando su origen.
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