En recuerdo y agradecimiento a Don Eloy. En memoria.
AUTOBIOGRAFÍA -incompleta- de:
ELOY TERRÓN ABAD
Nací en Fabero a finales de 1.919, en una familia campesina pobre, como todas las del
pueblo; fuí educado como los demás muchachos en la realización de las labores agrícolas,
bajo la vigilancia constante y la dirección de los adultos: mis padres y mi abuelo. Mi conciencia
empezó a formarse con la experiencia ganada en el trabajo, en las orientaciones y, sobre todo,
en las reprensiones de los mayores. Dada la forma de poblamiento y el sistema de producción
agrícola, las relaciones de los muchachos con adultos de otras familias eran muy escasas, por
lo que apenas se producían interacciones de influencias extrañas. Ni siquiera el cura interfería
seriamente en la formación de los muchachos, pues no disponía ni de medios, ni de tiempo
para adoctrinarlos en la ideología católica nacional. La conciencia de los jóvenes campesinos
era pobre, pero coherente y muy integrada; era suficiente y adecuada para guiar su
comportamiento y el de los adultos, en un medio tan sencillo y tan poco expuesto al cambio.
CONCIENCIA DE CLASE
La llegada a Fabero de varios centenares de mineros procedentes de La Unión (Murcia),
de Bélgica, de Francia, de Asturias, puso a prueba nuestra formación y nuestra ingenuidad y
nos fascinaron las ideas anarquistas y socialistas, reforzadas por el hecho de que la gran
mayoría de los jóvenes adolescentes, campesinos, empezamos a trabajar en las minas; no se podía desperdiciar el ganar un jornal. A los trece años y medio empecé a trabajar en Minas del
Bierzo, y a los 14 y 15 asistía a las reuniones sindicales clandestinas, en 1.934 y 1.935. Me
sentía plenamente adherido a la nueva clase social naciente: la clase obrera.
Esta clase obrera comenzaba a tomar conciencia de sí y de su fuerza, y puede decirse
que nunca estuvo tan dispuesta a hacer una revolución. Yo me sentía tan vinculado a ella, que
entre los 14 y los 16 años no leía otra cosa que las publicaciones del movimiento libertario.
Estaba totalmente dispuesto a colaborar con el sindicato y con las organizaciones obreras, pero
no tenía conciencia de lo que esto significaba. Mi conciencia ingenua y sencilla de campesino,
ajena por completo a la lucha ideológica, (el rasgo más característico de ella era la ausencia de
una ideología), a la vez que me vinculó a los trabajadores de Fabero, creó en mí un rechazo
radical contra la revolución; siento decirlo, pero siempre tuve horror a la violencia y a derramar la
sangre de mis semejantes. Pero a pesar mío, pronto me vi envuelto en una lucha criminal e
injusta: la guerra civil, la guerra contra los trabajadores.
[...]
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