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13 ago 2015

Visita guiada por mi a los hospitales de Asturias.

Chamán
Noah Gordon

[...]
El libro que había llevado consigo se titulaba Bosquejos de Hospital.Estaba escrito por una mujer de Masachusetts llamada Alcott, que había estando atendiendo a los heridos desde el principio de la guerra, y su descripción del sufrimiento y las terribles condiciones de los hospitales del ejército estaba armando revuelo en los círculos médicos. Leerlo empeoraba las cosas, porque le hacía imaginar el sufrimiento que debía estar soportando su hermano Bigger, que había desaparecido en combate como explorador de los confederados. Aunque en realidad, reflexionó, Bigger, no estaba entre los desaparecidos anónimos. Esa clase de pensamiento le condujo directamente hasta su padre por un camino de asfixiante congoja, y empezó a mirar a su alrededor con desesperación.

Cerca de la delantera del vagón, un niño flaco comenzó a vomitar; su madre, pálida, iba sentada entre montones de bultos junto a otros tres niños, y se levantó de un salto para sostenerle la frente y evitar que el chico manchara sus pertenencias. Cuando Chamán se acercó, ella ya había empezado la desagradable tarea de limpiar el vómito.
- Tal vez pueda ayudar al niño. Soy médico.
- No tengo dinero para pagarte.

Él no hizo caso de las palabras de la mujer. El chico sudaba debido al ataque de náusea, pero estaba frío al tacto. No tenía las glándulas inflamadas y sus ojos parecían bastante brillantes.

En respuesta a sus preguntas, ella dijo que era la esposa de Jonathan Sperber. De Lima, Ohio. Iba a reunirse con su esposo, que trabajaba en una granja con otros quáqueros de Springdale, a ochenta kioómetros al oeste de Davenport. El paciente era Lester, de ocho años, y ya empezaba a recuperar el color. Aunque débil, no parecía gravemente enfermo.
-¿Qué ha comido?
- De una grasienta bolsa de harina sacó de mala gana una salchicha casera. Estaba verde, y la nariz de Chamán confirmó lo que le mostraban sus ojos. Jesús.
- Mmmm... ¿Le dió de comer lo mismo a los otros niños?
Ella asintió, y Chamán observó a los otros niños con respeto por su digestión.
- Bueno, no puede seguir dándoles esto. Está muy pasada.
La boca de la mujer se convirtió en una línea recta.

[...]

Me recordó la lectura de este libro a Jorge y a su esposa.

Un hombre de 72 años con fuertes dolores en ambas piernas, vendadas, era traído a mi para ver si podía atenderle. La sila de ruedas era empujada con esfuerzo por su esposa que, delgadita, pequeña y totalmente sorda, hacía lo posible por empujar tan poco peso de aquel que me dijo "Ye el mi home. Quítele el dolor y cúrele las piernas podridas. Nadie lu quier atender y yo nun sé que facer con él, aparte de hablale y nun oilu. Toy sorda. Vivimos solos y, gracies a estos vecinos pudimos venir a usté".

Me contaron los cuatro que en el hospital no lo querían atender porque tenía un problema de riego en les piernes que no era de operar. Las llagas que tiene son debidas a que no llega la sangre y se le pudren las piernas...

Nota.- Sujetos del Gobiernu del Principau, méricos y nun méricos, les ofrezco una visita guiada por mi por los hospitales públicos y privaos pa esclareceos la sima que pué vese por les cuenques de los ojines pequeñines que vense tapaes por el flequillo alcahuete de su ignorancia extrema. Váis a ver lo que ye vivir acurrucaos a los asturianos.

Pongome vermellu y tiemblenme les cortines de los mios ojos, mientras mis uñas se me claven sin sentir dolor por tan fuerte como aprieto los labios de vergüenza.

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