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8 ago 2015

No fue posible la paz

Me ocupa la dituación social y política de la Unión Europea y en España. Por ello que hago lectura del pasado.
Una lectura es la de las memorias de Gil-Robles enbel período de la Segunda República y,en particular, el período al que siguió la Guerra Civil.

Leyendo y escuchando a la dereha política, conservadora, confesional cristiana católica, creacionista, o no racional.
Podemos compararlo con el discurso de José María Gil-Robles.


(Primera edición 1968. Edición conmemorativa 2006)

José María Gil-Robles
No fue posible la paz
Capítulo IV
Campañas de propaganda
(Pág. 63)
Subversión social

La situación de las derechas al advenimiento de la República no podía ser más triste. Durante muchos años, sin que la masa conservadora ni sus dirigentes lo sdvirtieran, fueron minándose de una manera lenta, pero segura, los cimientos de la sociedad.

En el terreno de la Enseñanza se realizó una obra completa de descristianización. La Universidad, primero; la enseñanza media, más tarde, y, por último, el magisterio habían cayendo en manos  de las fuerzas disolventes e la sociedad cristiana. El virus racionalista logró infiltrarse en la conciencia de varias generaciones, que vivirían uno de los períodos más críticos de la historia de España sin frenos morales, sin el resorte de un poderoso sentimiento patriótico; escépticas, indiferentes, llenas de amargo sentido crítico, fáciles a todo género de rebeldías y protestas.

Por su parte, las masas obreras, cada vez más apartadas de los elementos que pudiéramos denominar conservadores, y penetradas del principio de la lucha de clases, se convertirían fatalmente en poderosos instrumentos  de subversión social. En estas masas de trabajadores, la ausencia de presencia de principios espirituales era absoluta. La población proletaria de los grandes núcleos industriales  y de las ciudades populosas vivían totalmente apartada de la Iglesia, y sumida en la miseria moral más espantosa, derivada en gran parte de su propia miseria física. (1)


1. ¿Quién no ha sentido un escalofrío de espanto al pensar en ese cinturón de las grandes ciudades modernas, donde se apiñaban  en tugurios infectos cientos de miles de seres humanos  en la promiscuidad mas nauseabunda, sin una iglesia, sin una escuela cristiana,  sin oír hablar de Dios, sin escuchar una palabra de consuelo que neutralizará la constante propaganda del odio, sin esperanza de mejora en esta vida y sin idea de un premio o de un castigo en la otra?
Ese cuadro de dolor y de miseria se ha desarrollado durante años y años a unos centenares de metros de los barrios elegantes, donde la. Vida ofrecía todos los atractivos a los privilegiados de una sociedad que abandonaba a sus hermanos sin dejar de llamarse cristiana. ¿Cómo nos puede extrañar que de ahí salieran las hordas  de nuevos bárbaros, engañados por directores sin conciencia, para aniquilar a una sociedad corrompida?

[...]

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