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1 ago 2015

René, el origen de la ola evolutiva. Gracias, René por tu esfuerzo.




LOS MUERTOS DEL ÉBOLA

La tragedia que pudo evitarse

  • La rápida evolución de la vacuna del ébola contrasta con el lento despliegue sobre el terreno para parar a un virus que, según los expertos, hace tiempo que no existiría en el primer mundo 

  • Los expertos consideran que el ébola se habría erradicado hace tiempo y miles de muertes se hubieran impedido si no fuera porque sus víctimas eran africanos de comunidades aisladas 


Los resultados desvelan una efectividad del 100% en la vacuna contra el virus del Ébola

















Alfred, epidemiólogo británico de la Universidad de Cambrigde, apuraba su cerveza fría frente al hotel The Cape, en la playa de Monrovia el pasado mes de diciembre. "Este virus es prehistórico. La verdadera pandemia de este siglo vendrá por la gripe, mucho más evolucionada", reflexionaba. "La estructura del ébola es básica y su capacidad de mutación, limitada. En otras circunstancias, esta enfermedad hace años que sería cosa del pasado". 
- ¿A qué circunstancias te refieres, Alfred? 
- Si el primer brote de ébola hubiese aparecido en Escandinavia o Canadá, por ejemplo, hace tiempo que el ébola estaría erradicado. Pero no se han dedicado recursos para estudiarlo porque los muertos eran africanos de comunidades aisladas. Así de claro. 
Viendo la rapidez con la que se ha encontrado una vacuna con unos resultados tan espectaculares (100% de los casos probados), cabe preguntarse cuantos muertos se habrían evitado de haber dedicado antes los recursos que se invierten ahora. El actual brote en África Occidental ha dejado, desde su aparición en el cuerpo de la pequeña Emilie en Guekedou (Guinea) en diciembre de 2013, hasta nuestros días, 27.784 infectados, de los cuales han muerto 11.294 personas. Muchos de ellos fueron personal sanitario que se expuso a un contagio seguro al no contar con medios adecuados. Al menos un tercio. O taxistas que llevaron a los enfermos en sus coches. O policías que auxiliaron a los infectados antes de que la turba los echara de sus barrios. 
Uno de ellos era René. Tenía 29 años. En una patrulla rutinaria encontró a un hombre enfermo en medio de la calle, temblando, balbuceando y con convulsiones. Decidió trasladarlo en su propia moto al hospital Donka, el mejor de la capital de Guinea, que no es decir mucho. Una semana después tuvo que volver él con los mismos síntomas. La vida de René se apagó el cinco de septiembre en un camastro dentro de la llamada zona roja. Falleció entre cubos llenos de vómitos, deposiciones involuntarias, transfusiones desesperadas de sangre, hemorragias y fiebre alta. "Murió como un perro", dijo uno de los enfermeros que le atendió.
Varios voluntarios de Cruz Roja entierran el cuerpo de René, un policía de Conakry el pasado mes de septiembre.
Era el día 166 desde que se declaró oficialmente la epidemia en 23 de marzo de 2014. Salvo el personal de MSF y alguna otra ONG, nadie parecía dispuesto a movilizar recursos contra esta enfermedad. No era algo nuevo. El ébola lleva matando en África desde hace décadas. Fue descubierto en 1976 en Uganda y ha ido dejando muertos en comunidades en República Democrática del Congo, Sudán o Gabón. Mientras, Occidente sólo se fijó en el ébola como argumento para 'Estallido', una película de Hollywood. Poco más. 
Si el ébola ha servido de algo, quizá sea de termómetro para medir el interés del primer mundo en lo que sucede en el tercero: escaso o inexistente hasta que le salpica. Y esto sucedió con la infección del doctor Miguel Pajares y el de tres misioneros estadounidenses entre agosto y septiembre de 2014. El contagio de los blancos lanzó el brote a los informativos de las televisiones de medio mundo. Después, el episodio de Teresa Romero le sumó una buena ración de alarmismo. 
El ébola saltó a España, Senegal, Nigeria, Mali y EEUU. Este último país fue de los primeros en movilizarse. Obama mandó a sus marines a Liberia, de fundación americana, y se pusieron a levantar centros de tratamiento a velocidad récord. El Reino Unido envió a su personal médico a Sierra Leona y Cuba movilizó a cientos de médicos. Poco a poco, ONG como Save the Children o International Medical Corps se unieron al esfuerzo. La diferencia fue notable: en octubre, en plena explosión del virus, se infectaban 400 personas al día. En diciembre, cuando los medios se desplegaron, descendieron a menos de 100 casos al día. Hoy es de entre uno y cero. 
La indiferencia salió cara en muertos y en dinero. El enorme gasto de estas ciudades del ébola (con cientos de trabajadores y un enorme sistema de saneamiento) es mucho mayor que la investigación farmacológica para lograr la vacuna. 
Al día siguiente de la muerte de René, el personal de MSF que se enfrentaba al ébola quemó sus pertenencias contaminadas: una radio, un teléfono móvil, una manta y unas cuantas prendas de vestir. Sheik, un voluntario de Cruz Roja, me dejó acompañarle a él y su equipo a recoger el cadáver y enterrarlo junto a dos muertos más. Después de vestirnos de hombres del espacio, metieron al muerto en una bolsa de plástico, le pusieron la camisa de madera y lo enterraron en una tumba sin nombre. 
"Tienes que contar esto. Que en España sepan lo que pasa", dijo Sheik.

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