La reforma constitucional es necesaria para: dar continuidad histórica, para corregir los errores cometidos en la escritura de esta Constitución derivados del miedo a la regresión en la transición de la Dictadura a la Democracia y, para adaptarla a la nueva situación sociopolítica, cognitiva y tecnológica de la población humana.
Si se hace una reforma constitucional en respuesta al miedo a una regresión en la convivencia de diferentes pueblos, o habitantes en distintas áreas geográficas, un nuevo error derivado de la minusvalía democrática parlamentaria del presidente del Ejecutivo que le discapacita.
El señor Rajoy no está capacitado para decidir sobre la reforma constitucional. Es el Congreso de los Diputados el órgano capacitado. Y, he de dejar en claro, que no está capacitado el congreso de los Partidos Políticos; sí, con minúscula.
Aprovecho para la afirmación: el Congreso de los Diputados es el Congreso de los diputados y, el ser el Congreso de los Partidos Políticos, es ilegítimo.
Por otro lado, no hay "cuestión catalana" sino que hay una "cuestión estatal".
Ah, y la historia es la historia. Los genes del muerto forman parte de los "genes no útiles", no solo de su familia sino del pueblo con el que cohabitará en paz para la eternidad.
Cataluña no olvida a Felipe V mientras no se hable de este rey y su relación con Barcelona.
Barcelona no olvida quien le hizo posible el agua y Mallorca la negación a matar a Lacy, a pesar de decirlo con boquita.
Sobre el "hecho diferencial"
Toda célula tiene un trabajo dependiente del espacio en el que se encuentra consecuencia del momento de su vida. Toda célula inmigra (mejor que emigra) al espacio geográfico que se lo solicita. Toda célula es solidaria con aquella que la necesita.
En los años cincuenta inmigraron muchas células a Asturias. No lo hicieron para trabajar en Ensidesa y Hunosa, sino en solidaridad con las células asturianas que habían sobrevivido a la guerra genocida. Nunca Asturias ha hecho "favor" a las personas que acudieron en su "auxilio". Asturias ha sido capaz de regenerarse por la inmigración, siempre solidaria.
Así es lo que se conoce desde la razón científica.
Hoy, el envejecimiento asturiano, la emigración solidaria y la minusvalía social que discapacita a los asturianos para la autogeneración, es una sociedad atractora de inmigrantes solidarios que hará posible la supervivencia, o continuidad histórica de la Asturias de España.
Suficiente y aceptable
Una reforma constitucional permitiría abordar mejor la cuestión catalana
El País, 11-08-15
Las banderas de Cataluña, de España y de la ciudad de Barcelona, en la sede del Ayuntamiento. / VICENS GIMENEZ
Una vez abierta por Rajoy una grieta hacia la reforma constitucional, será difícil cerrarla. Y como era de esperar, la reforma se relaciona prioritariamente con la cuestión territorial y la búsqueda de una salida al problema catalán.
Miembros de la comisión de sabios creada por el PSOE para concretar los puntos a reformar han adelantado que una de las cuestiones esenciales planteadas es el reforzamiento del reconocimiento de la singularidad de esa comunidad. Una propuesta que figuraba en la resolución aprobada por ese partido en Granada en 2013. Ya entonces el problema era la alarma que tal reconocimiento suscitaba en las demás autonomías, que veían en esa distinción un paso más hacia un sistema de dos velocidades. Como desde el ámbito académico se dijo en su día, sería necesario dar con un planteamiento que resultase a la vez suficiente para Cataluña y aceptable para el resto.
Esa singularidad equilibrada podría derivarse de la distinción constitucional entre nacionalidades y regiones, siempre que de ella no se intentaran derivar derechos exclusivos más allá de los relacionados con las singularidades históricas, lingüísticas, de derecho civil, etcétera, de las nacionalidades. En el debate constitucional de 1978 esa distinción fue un tema crucial, siendo el entonces diputado comunista Solé Tura, ya fallecido, quien más afán puso en su incorporación al texto constitucional. Solé Tura admitió que el problema no era que hubiera territorios que se consideraban una nación sino que lo hicieran con arreglo a un “concepto excluyente de nación que impida su integración en España”.
A José María Aznar le parecía una distinción relevante. En su libro La segunda transición, publicado dos años antes de llegar a La Moncloa, opinaba que tal distinción revela “la existencia histórica de dos tipos de comunidades que no puede desconocerse y con la que hay que contar forzosamente para la adecuada comprensión de nuestra identidad nacional y resolver el problema de la organización territorial del Estado”. No solo él ha cambiado de parecer, pero recordarlo ayuda a relativizar la reforma en ciernes si se hace en el marco de una Constitución reformada de acuerdo con los procedimientos en ella establecidos.
En el caso de Cataluña, el reconocimiento de su singularidad nacional se relaciona preferentemente con la demanda de una financiación especial, lo que agrava la desconfianza que suscita en el resto. Sin embargo, ya ocurre que dos comunidades, País Vasco y Navarra, tienen un sistema propio de financiación. Es cierto que también pudieron tenerla los catalanes y que sus dirigentes nacionalistas lo rechazaron por no querer asumir el papel antipático del recaudador de impuestos; pero si se les ofreció en 1979, con la Constitución aprobada y cuando se negociaba su Estatuto, es que se consideraba posible alguna fórmula de plasmar la autonomía fiscal catalana, aunque no fuera territorio foral.
Esto no significa que, 37 años después, sea posible volver sin más al punto de partida; pero sí que si se empieza por una reforma razonable del texto constitucional, y no, como se intentó, con una ultra radical del Estatut, aún sería posible encontrar un terreno compartido suficiente y aceptable.
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