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21 dic 2014

Una cuestión de Estado



La corrupción es el término utilizado por los falsos políticos para denominar al robo. O hurto con violencia, al Estado. Roban individuos humanos y colectividades humanas valiéndose de estar insertos en el Estado.

Estas colectividades humanas que están insertas en el Estado son denominadas "partidos políticos".

Hay partidos políticos reincidentes en el robo organizado al Estado. Así, Alianza Popular, legítimo heredero del falso Estado, o Estado Dictatorial formado a partir de la traición civil/militar al Estado de la Segunda República, Estado Real, o Legítimo. Digo que Alianza Popular mutó a Partido Popular tras su insostenible situación producida al descubrirse su verdadera naturaleza, "agrupación", o "banda" de delincuentes constituida para robar al Estado surgido tras la Constitución de 1978. 

Aún esta pendiente el enjuiciamiento de Manuel Fraga Iribarne como "jefe" de la banda, disimulado como "presidente", así como de toda su dirección. Este "jefe" nombra como "jefe" sucesor a José María Aznar" y, este, a su vez, nombra a Mariano Rajoy.

Los tres "jefes" de la "banda de delincuentes" han ido sometiendo a jueces y fiscales. A la vez que legislando con el fin de eludir su enjuiciamiento. Sin embargo, a día de hoy, se está estrechando el lazo del cuello de los mismos, con el riesgo añadido que Rajoy, el jefe actual, está al frente del Poder Ejecutivo, lo cual puede dar lugar a un conflicto que puede desatarse mediante la violencia física.



Los conceptos han de estar claros. En mi Tesis Doctoral siempre he comenzado diciendo: "por tal cosa entiendo".

Hay que "dar la cara" y quitar la careta de los farsantes. Y, el hacerlo, no es "dar la cara" sino "poner la cara". No es compromiso por quien habla, sino manifestación de la naturaleza de quien habla. Téngase en cuenta que entre el Cielo y la Tierra, entre Dios y el Hombre, hay un vacío que es utilizado por el "noble" para dejar pasar el Azul y el Amarillo y fundido expandir el Verde Creador de la Sociedad Humana, o Súper-Hombre al que tiene el Hombre como "destino" en su proceso evolutivo, o de adaptación al Medio que se le opone en su fin último que es la "Libertad", ya que el individuo humano no tiene la propiedad de la libertad, sólo el Individuo Social, sólo la Sociedad, puede alcanzar el fin último de este camino que es la Libertad. Fin que es el comienzo de un nuevo, no renovado, camino como Individuo Sociedad. Y, en un interminable camino itá creciendo hasta fundirse en este Universo.



Una cuestión de Estado

Atajar la corrupción es tan importante como garantizar el bienestar de los ciudadanos




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La corrupción (sus perversas consecuencias) es, por todo lo anterior, un problema de Estado. Atajarla, evitar su avance, es tan importante como garantizar el bienestar de los ciudadanos, escolarizar a los niños o mantener en buenas condiciones la red de transporte. No se trata de incurrir en el fundamentalismo de que puede erradicarse todo hecho corrupto, sino de que las instituciones del Estado deben combatirla y las empresas denunciarlas como si fuera posible eliminar el 100% del problema. Hay que transmitir a los ciudadanos la confianza en que las reglas de juego político se cumplen, que los responsables políticos defienden los intereses de los ciudadanos y en que éstos no resultan perjudicados por las conductas contrarias a la ley o a las reglas del mercado. En estos momentos, esa confianza no existe y es un fracaso que hay que atribuir no sólo a quienes se corrompen sino también a un Gobierno que no actúa con firmeza; la economía sumergida equivale al 24% del PIB, las encuestas reflejan una cierta tolerancia hacia las prácticas corruptas y la percepción general es que desde los poderes legislativo y ejecutivo (el judicial actúa, pero su maduración es lenta) la corrupción se combate sólo con aspavientos gratuitos.
No hay tratamientos rápidos. La iniciativa más segura es comprometer a las instituciones, a las empresas y a los ciudadanos en una actitud contra la economía negra, el soborno y el favor. Pero ese compromiso es difícil de lograr. Implicaría, entre otras cosas, que las instituciones encargadas de vigilar el cumplimiento de las reglas del mercado fuesen independientes de verdad (y no, como ahora, apéndices mejor o peor disimulados del Gobierno) y dirigidas por personas de probada competencia; que contasen con suficientes recursos para investigar y autonomía para instruir expedientes; que los ayuntamientos y organismos públicos y asociados (agencias de contratación) fuesen sometidos a control independiente; y que los consumidores paguen con factura. Estas son aspiraciones elevadas; pero podría empezarse por algo más sencillo. Por ejemplo que las leyes, órdenes y decretos incluyan una memoria en la que se explique cuánto cuestan las decisiones que proponen, quien las va a pagar, a quienes beneficia y a quienes perjudica. A partir de ese acto sencillo puede desenvolverse un esfuerzo concertado contra la corrupción que tenga visos de ser eficaz a medio plazo....

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