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1 abr 2013

La Mentira vs la Verdad en la Política.


Como Legado transgeneracional se ha reflexionado desde la aparición del homo gognoscente, sobre el concepto de Verdad y su inversa la Mentira, ya que antes, por su naturaleza, las subespecies de Homo Erectus no tienen esa capacidad.

Es, la interacción entre Verdad y Mentira la que hace surgir del cultivo evolutivo la Persona, u Homo Cognoscente. 

Y, de la necesaria convivencia del Homo Sapiens con el Homo Cognoscente, es de donde surge la confrontación, o inversión, entre Mentira y Verdad, resultado de la causa que motiva la aparición de la Mentira.

El Homo Cognoscente, dotado con el don de comer del árbol del Conocimiento, es envidiado por el Homo Sapiens, cuyo saber le viene dado y no tomado.

La necesidad de ser apreciado por los suyos como Homo Cognoscente (necesidad, o envidia), el Homo Erectus Hábilis y Sapiens, se arroba, o viste con la máscara de Homo Cognoscente. 

Miente y Engaña a los suyos. 

Miente pero no engaña al Homo Cognoscente, al que, reconociendo su incapacidad de mirar a los ojos, Injuria.

La abrumadora presencia de medios de difusión de mentiras, desalienta a la convivencia del Homo Cognoscente con el resto de las subespecies de Homo Erectus. 

A lo largo y ancho de la Historia, en la vasta Historia el Homo Cognoscente ha dejado escrito, como legado trans-generacional, todo aquello hablado, comunicado entre sus  coetáneos.

Hago recomendación del escrito, genoma trans-generacional, o cultural que sigue:

"Verdad y política"
por Hannah Arendt.


Del mismo transcribo el siguiente texto para provocaros al acercamiento de la madeja de la que tan hermosa trenza queda desprendida.

Este ensayo nació de la presunta controversia surgida tras la publicación de Eichmann in Jerusalem. Su finalidad es poner en claro dos temas distintos, pero conexos, de los que no tomé conciencia antes y cuya importancia parecía trascender a la ocasión. El primero se refiere a la cuestión de si siempre es legítimo decir la verdad, de si creo sin atenuantes en lo de Fiat veritas, et pereat mundus. El segundo surgió de la enorme cantidad de mentiras que se usaron en la «controversia»: mentiras respecto a lo que yo había escrito, por una parte, y respecto a los hechos sobre los que informaba, por otra. Las siguientes reflexiones procurarán abordar ambos asuntos. También pueden servir como ejemplo de lo que ocurre con un tema muy tópico cuando se lo lleva a la brecha existente entre el pasado y el futuro, que tal vez sea el lugar más adecuado para cualquier reflexión.

El tema de estas reflexiones es un lugar común. Nadie ha dudado jamás que la verdad y la política nunca se llevaron demasiado bien, y nadie, por lo que yo sé, puso nunca la veracidad entre las virtudes políticas. Siempre se vio a la mentira como una herramienta necesaria y justificable no sólo para la actividad de los políticos y los demagogos sino también para la del hombre de Estado. ¿Por qué? ¿Qué significa esto para la naturaleza y la dignidad del campo político, por una parte, y para la naturaleza y la dignidad de la verdad y de la veracidad, por otra? ¿Está en la esencia misma de la verdad ser impotente, y en la esencia misma del poder ser falaz? ¿Y qué clase de poder tiene la verdad, si es impotente en el campo público, que más que ninguna otra esfera de la vida humana garantiza la realidad de la existencia a un ser humano que nace y muere, es decir, a seres que se saben surgidos del no-ser y que al cabo de un breve lapso desaparecerán en él otra vez? Por último, ¿la verdad impotente no es tan desdeñable como el poder que no presta atención a la verdad? Estas preguntas son incómodas pero nacen, por fuerza, de nuestras actuales convicciones en este tema.

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