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9 ago 2015

El riesgo de pandemia por Ébola desde España ha aumentado, en este año transcurrido desde entonces.

Hace un año España estaba alarmada por lo que podría suponer la extensión por todo el territorio español de un virus contraído por una persona en África y extendido a las personas sanitarias que le asistieron.


El mayor problema que presentó el virus del Ébola no fué el de la infección de las personas, sino del motivo por el cual se extendía de unas personas a otras sin poder ser controlado.

Personalmente no me resultó desconocido el motivo por el cual se estaba diseminando.
Los recursos de protección biológica no eran los adecuados al caso pero, más importante era que los recursos humanos no tenían educación para prestar su asistencia. 

Ahora que el motivo de la extensión a nivel de pandemia era el no tener una adecuada "historia clínica". En Madrid, por hablar de esta CA no tienen unificada la historia clínica de los ciudadanos, al igual que en el resto de España, en particular, y la Unión Europea en regional. 

Cuando el consejero de Sanidad de la CA culpa a la auxiliar de clínica de ser el motivo de poner en riesgo de infectar la población, ponía de manifiesto una total ignorancia de la materia de la cual era él responsable.

Una pregunta sencilla: ¿Los sanitarios que asistían al paciente de Évola tenían historia clínica -al menos laboral- en el hospital Carlos III donde prestaban sus servicios. Respuesta: No. La historia clínica de cada uno de los sanitarios en su Centro Sanitario, tenía registrada su profesión y puesto de trabajo.Respuesta: No.

Huelga decir que en tal historia, si la hubiere, debiera ser la misma que la laboral y, en ella, tener la "alarma sanitaria" que supone el tener registrada la enfermedad que padece.


Curiosamente, el gasto en "confeccionar e implantar" una historia clínica, con soporte informático, en la Comunidad de Madrid, ha sido y sigue siendo un gasto considerable. Y, si tenemos en cuenta el descubierto de robo en la misma por los mismos políticos y funcionarios, así como por parte de las empresas responsables por su contratación, explicaría, solo en parte, el desastre, ya que es la ignorancia de políticos, funcionarios y trabajadores, la única causa de tal desastre en la administración de lo público.


La lectura de este artículo incide en el camino errado en la acción política y sanitaria profesional.



Un año después de la pesadilla del ébola

España fue el primer país europeo en enfrentarse a una epidemia que se extendía por África de manera incontrolada

El País, Rosario G. Gómez, 09-08-15









Teresa Romero, auxiliar de enfermería contagiada de ébola, posa junto con compañeros de trabajo antes de comparecer ante los medios para abandonar junto con su marido el Hospital Carlos III, donde ha estado ingresada. / LUIS SEVILLANO


Hace un año, las alertas sanitarias sonaron en todo el mundo con fuerza inusitada. Un virus invisible y enigmático —“un monstruo único”, como lo definió el escritor Richard Preston— provocaba una emergencia global. El azar quiso que España fuera el primer país europeo que se enfrentaba a un caso de ébola mientras una epidemia incontrolable se extendía por varios Estados africanos. Repatriado desde Liberia entre impresionantes medidas de seguridad para evitar contagios, el misionero Miguel Pajares llegó a Madrid el 7 de agosto. Tras una infatigable lucha contra el virulento enemigo, el religioso, de 75 años, falleció en el hospital Carlos III. No sería la única vez que el equipo médico de este centro se vería cara a cara frente al mortífero virus.

El contagio de la auxiliar de enfermería Teresa Romero mientras atendía a otro cooperante español infectado y tratado en el mismo hospital reabrió el combate contra el microorganismo. A falta de vacunas efectivas, se aplicaron tratamientos con fármacos y sueros experimentales. Con un gran esfuerzo, el sistema sanitario español logró superar la crisis y Romero pudo liberarse felizmente del ébola. Declarado oficialmente hace 18 meses, el brote con epicentro en Liberia, Guinea-Conakry y Sierra Leona se ha saldado con más de 27.000 casos y 11.000 fallecidos, según el cómputo realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En este tiempo, la búsqueda contra reloj de una vacuna ha sido un objetivo preferente. Y ese empeño puede haber dado resultados satisfactorios. Desde hace tiempo se prueba en Guinea la efectividad de la inmunización —desarrollada en Canadá y bautizada como VSV-EBOV— dentro de un ensayo clínico auspiciado por la propia OMS. Aunque la vacuna funciona no está de más una llamada a la cautela. Ya se sabe que los virus tienden a mutar a su antojo.

Acostumbrado a manipular los más peligrosos agentes infecciosos y pandémicos, aquellos que encierran una gigantesca potencia destructora, el Instituto de Salud Carlos III se propone trabajar con el ébola vivo. El laboratorio necesitaría para ello extraordinarias medidas de seguridad, además de personal muy cualificado y más recursos económicos. Los expertos en microbiología estiman que sería bueno que España contara con un centro de estas características, un laboratorio de seguridad de nivel cuatro, de los que existen apenas ocho en toda Europa. La proximidad de nuestro país con África es uno de los principales motivos esgrimidos por quienes defienden este ambicioso proyecto.

Además del ébola, otros agentes, como coronavirus, gripe aviar, Marburg, polio, fiebre amarilla, chikungunya o virus del Nilo acechan calladamente al ser humano. Su expansión es cada vez más veloz, en parte gracias a las redes de transporte aéreas, que facilitan la movilidad de las personas y también la expansión de los virus. Ninguna frontera es capaz de detenerlos.

 

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