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1 feb 2016

Las cien doncellas y la casa de los Miranda

A espada corta, un paso más. Antes morir que vivir sin honor.

Muerto Alfonso I, le sucede su hijo Fruela I que mata a su hermano Vimarano.

Casado Fruela con Munia es asesinado dejando dos jijos: Alfonso II y Jimena.

A Fruela l sucede Silo, casado con su hermana Adosinda, al ser menores de edad sus hijos.

Adosinda y Silo, sin hijos, toman como ahijado a su sobrino Alfonso.

A la muerte de Silo le sucede Alfonso II. Sucesión a la que se opone su tío Mauregato (bastardo de Alfonso I con Sisalda, esclava mora, de donde procede su nombre) por considerarse en derecho. Alfonso II se refugia en las tierras alavesas de donde procedía su madre Munia.

Consegue destronar a Alfonso II con los favores de Abderramán I, emir de Córdoba.
Las deudas contraídas con el emir son humillantes.

Anualmente debiera pagar: diez mil caballos, diez mil mulos, mil lórigas, mil espadas, mil lanzas, diez mil onzas de oro y diez mil libras de plata.

A este pago anual, muy oneroso para un reino pequeño en territorio, tesoro y hombres, poco posible de pagar y sabedores de ello por ambas partes, se añadía el ultraje que suponía el entregar, también anualmente, de cien doncellas vírgenes; cincuenta de origen noble y cincuenta de origen campesino. Las nobles tenían como destino el martirio y las plebeyas los placeres de la carne.

Anualmente el ejército cristiano tomaba recaudo del pago y su entrega al ejército moro en el lugar convenido (El Entrego), desde donde eran trasladadas a Córdoba educándolas en las artes de la poesía, danza y amatoria por una mujer mora, a la que se le decía sotadera.

Parece ser que el padre de la doncella noble cobraba quinientos suelos de los moros al aceptarla, siendo trescientos los que recibían los padres plebeyos.

No todos los padres accedían a la entrega dando excusas de pérdida de la virginidad o el ingreso en conventos.

Quienes no tenían familia que les protegieran se amputaban.
Las que se entregaban lo hacían con resignación cristiana su destino de muerte o prostitución, pública o de concubina.

Esta humillación se mantuvo desde el 783 (firma por Mauregato) hasta el 862.

Reinaba Vermudo en el 790 cuando el linaje de los Miranda, a la cabeza del mismo Alvar Fernández de Miranda se opuso a la entrega, liberando a las entregadas.

Desde este momento, el escudo de los Miranda lleva cinco caras de doncellas en campo de gules, sosteniendo en sus manos la concha de peregrino de Santiago. Y alrededor del escudo dos serpientes que se enlazan por cola y cab


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