La asistencia de Cuba al cónclave hispano-americano no sería una decisión justa ni acertada por parte del presidente Castro. No lo sería por razones obvias.
Margallo intentará convencer a Castro de que asista a la cumbre de Veracruz
El éxito del encuentro iberoamericano es clave de la política exterior española
MIGUEL GONZÁLEZ La Habana. Enviado especial 24 NOV 2014
El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, intentará asegurar este martes la asistencia del presidente cubano, Raúl Castro, con quien tiene previsto entrevistarse antes de abandonar la isla, a la Cumbre Iberoamericana de Veracruz (México), el 8 y 9 de diciembre. Hace más de una década que un líder cubano no acude a estas cumbres, por lo que Margallo cree que la presencia de Castro, que podría arrastrar a otros mandatarios latinoamericanos, sería “la prueba del nueve” del renacimiento de un foro nacido bajo el impulso de España en 1991.
Tras haber logrado un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, el éxito de la cumbre de Veracruz, la primera a la que acudirá Felipe VI, es el gran objetivo de la política exterior española. Después de que las cumbres iberoamericanas languidecieran en los últimos años por el desinterés de muchos presidentes de la zona, Margallo aspira a que haya “un pleno” de asistencia en Veracruz que marque un punto de inflexión.
El ministro es consciente del recelo que su visita a La Habana y su acercamiento “desideologizado” a Cuba provoca en su propio partido, que fue muy beligerante con la aproximación de José Luis Rodríguez Zapatero a Castro, por lo que se esfuerza en explicar que el peso de España en el mundo depende en buena medida de su influencia en América Latina y no es posible tenerla, alegan fuentes de su entorno, dando la espalda a Cuba. La Habana ha roto su secular aislamiento internacional, no solo por el apoyo de los países del eje bolivariano, sino también de potencias regionales como Brasil o Argentina, hasta el punto de que muchos han amenazado con plantar al presidente estadounidense, Barack Obama, en la Cumbre de las Américas, en Panamá en 2015, si no se invita a Castro.
Además, la diplomacia española está convencida de que “algo empieza a moverse en Cuba” y de que España debe estar presente si quiere influir en el futuro. No se trata de cambios políticos, que no se atisban en el horizonte inmediato, sino sociales —con la liberalización de los viajes al extranjero y la aparición de una nueva clase de pequeños empresarios, los cuentapropistas— y, sobre todo, económicos.
Margallo ha pulsado la opinión de la jerarquía católica, con varios de cuyos obispos cenó el domingo. Y ayer escuchó las quejas de unos 25 empresarios en representación de las más de 300 compañías españolas —casi todas, pequeñas y medianas— que operan en este país. Aunque se ha aprobado una Ley de Inversión Extranjera para atraer al capital foráneo, subsisten incertidumbres y obstáculos. Entre otros, la existencia de dos monedas, el peso cubano (CUP) y el peso convertible (CUC), que dificultan el pago en divisas; o la imposibilidad de contratar directamente a empleados locales.
Margallo ha tenido ocasión de trasladar estas quejas a dos de sus interlocutores cubanos: el vicepresidente del Consejo de Ministros, Ricardo Cabrisas, y al titular de Comercio Exterior, Rodrigo Malmierca.
Elogio del pluralismo en La Habana
M. G.
“La tentación de imponer un proyecto único a todos los ciudadanos es grande. Y lo es tanto por parte del Estado como por parte de otros grupos. Es muy difícil convencerse de que el pluralismo es una riqueza, de que otros puedan tener un punto de vista distinto, del que se puede aprender y con el que hay que convivir”.
Margallo no se ha referido ni una sola vez a Cuba en el discurso sobre la transición española que ha pronunciado este lunes en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, el centro donde se forman los diplomáticos cubanos.
Pero, a buen entendedor sobran palabras. Nadie ha dudado de a qué se refería cuando ha elogiado los valores del consenso y la concordia, ha recordado que el restablecimiento de las libertades de reunión y expresión fue previo a las primeras elecciones democráticas o ha subrayado la importancia que tuvo la aprobación por España en 1976 de los pactos de Derechos Civiles y Políticos o de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU. Dos pactos que Cuba ha aprobado, pero aún no ha ratificado.
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