Como fanerógamo estábame yo paseando entre los carpelos del estilo de quien yo amé -siempre desmesuradamente, claro- cuando zancadilleé un estigma, con tan mala fortuna o quizás porque no buena. Cuando sentí pescozón en mi sien derecha. Volvime, mírelo y vi que era un polen vulgar. ¡Vaya, no era rosa, sino puhreo!. Volvime y apoyado sobre mi pié derecho arreele puntapié tan certero que a la roca subile.
Bueno, ya sé que quise decir que el puntapié no lo fue al polen sino a la madre que me quiso engañar; no era mío el gañan que pretendía decir que era bastardo de Don Juan. Respondile que era mío, coño pero tan gañán, non se me parecía. La flor que decía ser la moza, no era flor, no, no era moza sino arragañada trípode.
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