Lesión, minusvalía y discapacidad.
Estamos abocados a medir todo lo que hacemos y nuestros instrumentos de medida deben ser cada vez más precisos. Podemos medir el rango de movilidad, pero la “secuela” es algo más que una pérdida de movilidad, es la alteración de una función determinada en un individuo concreto, con su edad, sexo, profesión, circunstancias y repercusión psicológica. Entre otras cosas, porque daño (deterioro, menoscabo) no es lo mismo que incapacidad. El daño es una pérdida anatómica o fisiológica demostrable y un ejemplo sería la disminución de la fuerza de la garra, o la disminución del espacio articular. La incapacidad es la limitación funcional causada por el deterioro cuando el individuo precisa realizar una función en la vida diaria, en el trabajo o en el ocio (aquí se debe entender en el más amplio sentido de la palabra). Es decir, la incapacidad está ligada a funciones necesarias o deseables y este aspecto lo define cada individuo. Existe incapacidad cuando aparece una discrepancia entre posibilidades físicas y necesidades.
En 1980 la OMS adopta las siguientes definiciones:
Lesión: Es un trastorno a nivel orgánico. En la columna se puede medir en términos de deformación, reducción del grado de movilidad, disminución de la fuerza o velocidad de movimientos.
Discapacidad: Es la consecuencia de la lesión en forma de capacidad funcional. Es decir, la disminución de la capacidad de las personas en realizar tareas. La discapacidad está afectada por la lesión pero, fundamentalmente, por la respuesta del paciente al dolor y la deformidad. Afecta directamente al trabajo.
Minusvalía: Relacionada con las desventajas experimentadas por un individuo como resultado de las lesiones y la discapacidad. Se manifiesta como la reducción de las posibilidades (valía) de una persona para funcionar en su ambiente habitual. Está afectada por factores sociales como la situación económica, nivel de cultura y entorno social. No repercute lo mismo una paraplejía en un analfabeto que en un licenciado.
Como refiere Pynsent para planificar una valoración de la espalda, hay que tener claro si se está evaluando el dolor, la lesión, la discapacidad o la minusvalía. Es normal que en nuestras valoraciones nos limitemos al dolor y a la lesión, y pocas veces entramos en la investigación de la discapacidad y la minusvalía, sobre todo por que no siempre nos fiamos de los “matices” que introducen los pacientes. Muchas veces porque no conocemos los instrumentos de medición que existen. Para ello hay una especialidad que es la “valoración del daño corporal”.
Lo que ocurre en la espalda, por estar en una zona no accesible a la vista y a la autopalpación, puede ser olvidado o magnificado. El adolescente con cifosis no hace caso a los que le recomiendan que se ponga derecho. El adulto con lumbalgia, sobre todo si es de larga duración piensa siempre en que puede tener alguna afección maligna.
Valoración de los resultados del tratamiento del dolor lumbar y de las secuelas
R. C. Miralles y M. Rull
Revista de la Sociedad Española del Dolor (8: Supl. II, 131-139, 2001)
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