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19 may 2015

Los individuos no tienen células asesinas ni tampoco un trabajo asesino.



Un problema aún no resuelto es el de si las células del cáncer son las que  inducen a las células "asesinas" del individuo a actuar sobre ellas, como cabe esperar. O, por el contrario, son las células "asesinas" del individuo el que toma la iniciativa de actuar sobre las células del cáncer, como no cabe esperar.
Otro problema no resuelto es que si el cáncer tiene células "asesinas", como cabe esperar. O, por el contrario, todas las células del cáncer son células "asesinas", como no cabe esperar.

Ayer anotaba sobre poblaciones y subpoblaciones.

No es posible que una población tenga una varianza cero. Ana, la "lisura" es un modelo teórico desde Euclides. Y, Alejandra, tu has sido Euclides hasta que tu madre te hizo entre nosotros; desde entonces has sido, eres y serás, mientras el Hombre camine por la Tierra, rugosa.

Cada célula cancerosa tiene un trabajo, que no función, dependiente de su vida y del espacio donde se sitúe (e/t=v, e.N=v).

Los individuos no tienen células asesinas. Los individuos no son asesinos. Los individuos son adaptables y, a través de esta propiedad "evolucionan". Si los individuos tuvieran células asesinas, o fueran asesinos, no tendrían la propiedad de la "adaptación" y, por ello, que no "evolucionarían.

En una colonia microbiana existen subpoblaciones especializadas pero, en ningún caso, asesinas del individuo que colonizan. Este trabajo suicida no se da en el Universo; ni orgánico ni no orgánico.

No hay estrellas asesinas en una población galáctica.







Un vídeo muestra por vez primera cómo estos 'asesinos en serie' localizan a las células tumorales y las eliminan

Las células T citotóxicas son también conocidas como los 'asesinos en serie' de nuestro organismo. Ahora un vídeo muestra por vez primera cómo dan caza y eliminan las células cancerosas antes de pasar a su próximo objetivo.

En un estudio que se publica en la revista «Immunity», investigadores del Reino Unido y EE.UU., dirigido por el profesor Gillian Griffiths, de la Universidad de Cambridge, describe cómo los miembros especializados de nuestros glóbulos blancos, conocidos como linfocitos T citotóxicos, destruyen las células tumorales y las células infectadas por virus. «En nuestro interior se esconde un ejército de ‘asesinos en serie’ cuya función principal es matar una y otra vez -explica Griffiths-. Estas células especializadas patrullan nuestros cuerpos, identifican y destruyen las células infectadas por un virus o las cancerígenas, y lo hacen con precisión y eficiencia».

Se calcula que hay miles de millones de células T en la sangre; por ejemplo, en una única cucharadita de sangre puede haber más 5 millones de células T, y cada una mide apenas 10 micrómetros de longitud, una décima parte del grosor de un cabello humano. Y cada una de ellas está comprometida en una batalla feroz e implacable para mantenernos sanos. En el vídeo, las células se ven como 'manchas' amorfas de color naranja o verde que se desplazan con rapidez en busca de sus enemigos.

Huésped inesperado

Cuando una célula T citotóxica encuentra una célula infectada, o, en el caso de la película, una célula cancerosa (azul), sus protuberancias de la membrana exploran rápidamente la superficie de la célula para comprobar que no es un huésped bien recibido. Y si es así, la célula T se pega a la célula cancerosa e inyecta proteínas venenosas –citotoxinas- (rojo) para matarla.

En este proceso, señala Griffiths, «es esencial que la célula T se centre sobre su objetivo, si no causaría daños colaterales a las células sanas». Y una vez que las citotoxinas se inyectan en las células cancerosas, «su destino está sellado y podemos ver como se marchita y muere. Finalizado su trabajo, la célula T comienza de nuevo su búsqueda de otra víctima».

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