Cuando escribía la nota anterior estaba fuera de casa y, ante el deseo de leer la obra de nuestro gran Alejandro Casona, he resuelto acudir a internet donde me encuentro como regalo un resumen de la obra que aprovecho para copiar con el ánimo de inducir la irresistible vértigo de leerla.
LOS ÁRBOLES MUEREN DE PIE
Autor: Alejando Casona, seudónimo del dramaturgo español Alejandro Rodríguez Álvarez; 1903-1965.
Otras obras: La sirena varada, Otra vez el diablo, Nuestra Natacha, Prohibido suicidarse en primavera; La dama del alba, La barca sin pescador, Corona de amor y muerte, etc. (teatro); Flor de leyendas (prosa), y guiones cinematográficos.
Género y corriente: Comedia.
Estructura: Está dividida en tres actos.
Sinopsis: El doctor Ariel ha fundado una institución altruista cuya misión consiste en proporcionar consuelo, ilusión y alegría a las personas desesperadas, carentes de dicha y de fe. A las oficinas de esta extraña organización acude un día el anciano señor Balboa en busca de auxilio. Él y su mujer criaron a un nieto huérfano, a quien consintieron demasiado; sin embargo, siendo apenas un muchacho, es ya un caso perdido: jugador, juerguista, agresivo y ladrón, que incluso roba a sus propios abuelos. Una noche, tras sorprenderlo forzando el cajón del escritorio, el abuelo "aun doliéndole en carne propia", lo echa de la casa. De esto hacía ya veinte años; nunca regresó. El muchacho se había embarcado como polizón en un carguero con destino a Canadá, donde se había vuelto contrabandista, estafador y mafioso, "un canalla profesional". La abuela, que lo adora, no sabe nada de ello. Y para mantenerle la ilusión, el señor Balboa le escribe periódicas cartas ficticias como si fueran del nieto, arrepentido ya, donde le cuenta la vida provechosa y feliz que está llevando. Según esto, tiene título de arquitecto, viajes, éxitos, fortuna; además, se ha casado con una muchacha encantadora.
Así pasa el tiempo hasta que un día la abuela recibe un cablegrama donde el verdadero nieto, en realidad un malhechor perseguido por la policía de varios países, le anuncia su regreso a bordo del Saturnia. Pero el barco naufraga y todos sus pasajeros perecen. La abuela ignora esta última noticia. El señor Balboa, para continuar la farsa y no destruir el sueño de su esposa, quiere entonces que esa institución le proporcione un falso nieto, "el nieto de las cartas hermosas, el de la alegría y de la fe".
Los encargados de realizar esa misión son el propio director de la oficina, quien se hará pasar por el nieto Mauricio, e Isabel, joven que ha estado a punto de suicidarse y ha sido salvada por aquella asociación filantrópica. Ambos formarán la pareja del nieto y su esposa. Llegado el momento de representar la farsa, preparada con extremo cuidado, ésta es tan perfecta que convencen a la abuela. Durante el desarrollo de la ficción, sin embargo, el falso Mauricio e Isabel se enamoran. De todos modos, la fingida visita toca a su fin y ambos se preparan a partir.
Ocurre entonces algo imprevisto. Aparece el verdadero nieto quien, para despistar a la policía, en vez de viajar en el Saturnía, lo hizo en otro barco, y llega exigiendo del abuelo una elevada suma de dinero, o de lo contrario armará un escándalo. Balboa se niega. El Mauricio fingido le ordena marcharse. Todo se realiza a espaldas de la abuela a quien desean ahorrar semejante decepción.
Durante dos días consecutivos, de nada valen negativas, amenazas y súplicas, pues aquel sinvergüenza se empeña en extorsionar al abuelo. Pero la abuela logra sagazmente descubrir toda la verdad y, decidida, se enfrenta a su nieto: "¿pero qué es lo que pretende insinuar? ¿Que ese muchacho alegre y feliz que está viviendo bajo mi techo no es mi nieto? ¿Que el mío, verdadero, la última gota de mi sangre, es este pobre canalla que está delante de mí? ¿Era eso lo que venías a decirme, Mauricio?" Y ante el cinismo del nieto, reprime su dolor y lo echa de la casa.
Luego le tocará fingir a ella frente al simulado nieto Mauricio e Isabel, quienes se han ganado su cariño, manifestándoles que aquel desconocido se ha marchado sin decirle nada. Y confiesa a su esposo su estado de ánimo: "Que no me vean caída. Muerta por dentro, pero de pie. Como un árbol."
El telón cae lentamente mientras la abuela dicta a Isabel, sentada a sus pies, la receta de su licor preferido y su pensamiento se pierde en una nueva ilusión: la esperanza de un hijo de sus nietos adoptivos, verdaderos para ella, pues han tenido la virtud de endulzar y dar sentido a sus últimos años.
Teatro idealista, en el cual se advierten los elementos dramáticos derivados del conflicto y del choque entre fantasía y realidad, donde la acción y los caracteres humanos de los personajes de Los árboles mueren de pie, como los de las restantes obras de Alejandro Casona, quedan subordinados al simbolismo del conjunto, al contenido o mensaje moralizador subyacente en la pieza.
Lo importante es el pensamiento que postula y desarrolla el dramaturgo: el intento de evasión hacia un mundo quimérico, ideal, la posibilidad de realizar todos los sueños, superar la realidad creando y creyendo en un mundo de ilusión que termina siendo verdadero. La técnica escénica empleada para representar y dar unidad a esa idea es excelente.
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