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21 may 2014

El misterio del Arcángel Miguel en el muslo de la mujer hace 4000 años.


Me dicen Antxon Prieto Casto y Llano. De padre Lughon y madre Phuria. De origen Vascón ambos.


Es interesante conocer el motivo por el cual aquella mujer llevaba tatuado el arcángel Miguel en la parte interna de su muslo. Y, conocer el motivo por el cual en el arte Prerrománico asturiano se construyeron templos dedicados a él con una nave central y dos laterales que, aunque altas para su tiempo eran más bajas que la central, la cual miraba al mundo exterior a través de una celosía; ella y. No él, sino ella era la que miraba sin poder ser vista desde el exterior. Yo, como judío y árabe, soñé en la Gloria de vivir en Toledo. Soñé que los cascos del caballo de Pelayo me despertaban y, tras golpear con su espada en mi ventana me dijo: Augusto, levanta y cabalga pronto a las Asturias que nos llaman. Ya nuestros enemigos nos pisan. Tiempo corto el que nos queda para abrir los 27 candados y poner a buen recaudo la Memoria atesorada, bien custodiada, de quienes nos precedieron. Pongámonos en gracia con Nuestra Señora Santa María de Lucus Asturum.

Prieta tu cabeza, ancha tu espalda y firme tu mano con la que sostienes la espada que un día juraste usar en defensa de Jesús, hijo de María Virgen por obra y gracia de Dios Nuestro Señor de la Luz y del Amor. Así es como te conocen y temen al oír tu nombre: Antxon Prieto Casto Llano, llamado a ser el coronado de tu pueblo, por ti llamado el Castellano, nacido en Asturias y criado en León, maduró y nunca murió castellano. Desde Amaia, a Saldaña y desde esta a El Carpio, para llegar a ser traicionado en Luna, un día volviste a la Luz en la Torre del Alba, desde la que oteaste claro que tu familia un día dominase la que juró extender al Este para llegar a ser un sólo pueblo al que Auropa nombrarán los hombres mientras hombres sean.


Escáneres de última generación para momias del Antiguo Egipto

El Museo Británico expone el resultado de las exploraciones practicadas con nuevas tecnologías a ocho de los ejemplares más valiosos de su colección

El País, Patricia Tubella Londres 21 Mayo 2014

          

´“¿Dónde están las momias?”, es la pregunta recurrente que el personal del Museo Británico debe atender cada uno de los días del año, porque la fascinación del público ante esos cuerpos embalsamados en el Antiguo Egipto no tiene parangón con ninguna de las otras y extraordinarias joyas atesoradas en su sede londinense. Descubrir que bajo los vendajes y sarcófagos yacen, por ejemplo, los restos de una niña cantante que fuera estrella de su tiempo es uno de los nuevos incentivos que la institución presenta desde esta semana, gracias a las herramientas tecnológicas de última generación que han permitido recuperar biografías con varios milenios a sus espaldas.
Desde la veneración hacia esa chiquilla que integraba uno de los coros del templo de Tebas, hasta el atroz dolor de muelas que sufría un egipcio de clase privilegiada, pasando por el tatuaje cristiano de una sudanesa de la ribera del Nilo, las identidades de esos personajes que se esconden tras las piezas de egiptología del Museo Británico acaban de ser desveladas por los avances de la tomografía computarizada. En otras palabras, al igual que los escáneres médicos radiografían nuestras dolencias y el interior de nuestros cuerpos, ocho de las 120 momias que conforman una de las grandes colecciones del mundo han sido examinadas hasta el mínimo detalle en hospitales de la red pública sanitaria británica, en una suerte de “excavación electrónica” de la historia.

Han sido examinadas en hospitales de la red pública sanitaria británica
Las holgadas dimensiones del sarcófago que protege los restos de una mujer embalsamada en el año 800 antes de Cristo hizo creer hasta hoy a los expertos que se trataba de una adulta. Tjayasetimu tenía en realidad unos siete años, tal como muestran las imágenes de su estructura ósea, de la piel, de algunos órganos internos preservados e incluso de una larga mata de pelo, y que han sido obtenidas con un sofisticado softwareideado por los ingenieros de la Fórmula 1. La riqueza de los jeroglíficos y ornamentación de su sarcófago indican la importancia de esa niña que cantó ante los faraones en el templo de Amon (antigua Tebas) y a quien, una vez muerta, se reservó el mismo complejo proceso de momificación que a los miembros de la realeza o familias nobles.


Una mujer observa una de las momias escaneadas. / WILL OLIVER
El resultado de estas investigaciones se exhibirá hasta el 30 de noviembre en imágenes tridimensionales que acompañan a las momias —protegidas en urnas de cristal— en la muestra Vidas antiguas, nuevos descubrimientos. La exposición consigue desvelar algunos de los secretos de ocho personajes que vivieron en Egipto y Sudán entre el año 3.500 antes de Cristo y el 700 sin necesidad de desenvolver los vendajes de esos cuerpos embalsamados y extremadamente frágiles, que por ello permanecen intactos desde que la colección empezara a recalar en el museo a mediados del siglo XVIII. Las primeras indagaciones con rayos X datan de la década de los sesenta, pero sólo la tecnología de los escáneres, que empezó a desarrollarse 30 años más tarde, han permitido una visualización tan precisa del interior de los sarcófagos.
Preservar el cuerpo, embalsamarlo para que sobreviviera a la muerte, era parte esencial de la práctica funeraria del antiguo Egipto. En ese proceso por el que se extraía el cerebro a través de las fosas nasales también se producían errores, como revela el instrumento médico en forma de espátula que un médico olvidó entre las vendas con las que recubrió los restos después de aplicarles resina. De ese hombre momificado en una necrópolis de Tebas, miembro de las clases opulentas, sabemos ahora que padeció tremendos dolores en vida, como revelan los abscesos dentales identificados por el escáner y que probablemente acabaron resultando en una infección mortal.

La labor ha permitido identificar a una niña cantante que fue una estrella
En ese ritual con el que aquellos egipcios respondían a la muerte cobraban especial importancia los objetos y amuletos que se colocaban bajo los vendajes, a los que se atribuía poderes mágicos para proteger a los difuntos y ayudarles a alcanzar la inmortalidad. Piezas exquisitas como las escaneadas en el sarcófago de Tamut, otra cantante del templo de Tebas que tendría entre 30 y 50 años cuando murió a causa de un problema de calcificación de las arterias.
La naturaleza también puede intervenir en el proceso de momificación sin que intervenga la mano del hombre. La arena caliente del desierto ha conseguido preservar hasta nuestros días el cuerpo de un adulto que vivió hace casi 4.000 años en un Egipto todavía no unificado bajo un solo rey. Sin otra protección que la urna que lo exhibe a la entrada de la muestra se distingue perfectamente su estructura ósea, restos de los músculos, de la piel y de algunos órganos internos como el cerebro y los intestinos. Enterrada de forma sencilla en un hoyo cubierto con losas de piedra, también los restos de una mujer cubiertos con vendajes, pero sin inscripciones u objetos que sugieran su identidad fueron preservados por el clima árido del norte de Sudán. Pero el tatuaje del arcángel Miguel que presenta en lo que fue el muslo interno ha permitido imaginar su vida en una comunidad cristiana medieval en torno al año 700.
La reproducción de las imágenes en 3D y en algunos casos interactivas del interior de esa tumba y, sobre todo, del de los sarcófagos que siguen siendo la principal atracción del museo británico desde tiempos victorianos, conforma el relato de otro tiempo, lejano y fascinante. De quiénes fueron sus protagonistas, cómo vivieron y también cómo murieron.

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