Algunos de los que retomaron su profesión anterior a la política cuentan las dificultades y ventajas
El País, Elsa García De Blas Madrid 28 Junio 2014
El día que Gerardo Iglesias volvió a picar carbón en la mina asturiana, tras 12 años de excedencia dedicados a dirigir el Partido Comunista e Izquierda Unida, trabajó como uno más, sin que sus antiguos compañeros le recibieran de forma especial. “La gente de la mina es parca en palabras”, zanja. Iglesias, que aquel 20 de noviembre de 1989 tenía 44 años, sí notó que el pico parecía pesar bastante más que antes, y que el duro trabajo físico en el subsuelo poco tenía que ver con el de las alturas políticas. “Uno se da cuenta hasta qué punto se vive en un mundo irreal”. El minero volvió a su vida anterior a la política, como a partir de septiembre hará Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando regrese a las aulas universitarias que abandonó hace casi tres décadas. Cinco expolíticos que no utilizaron la puerta giratoria (que no se valieron de su cargo público para lograr un trabajo) relatan cómo es eldescensoa lo privado.
Gerardo Iglesias (Asturias, 1945) no tuvo mucha fortuna en su regreso a la mina. Al poco tiempo sufrió un accidente mientras trabajaba que le obligó a retirarse y a someterse a cinco operaciones de espalda. Pero ese era su lugar. “Era el destino que me dio la vida, por nacer en una familia de mineros. Era mi profesión, yo no tenía títulos. Mi universidad había sido la cárcel”, recuerda. El exdirigente comunista sintió que la vuelta al trabajo le “refrescó las ideas”. “Cuando uno pasa mucho tiempo dentro del sistema de los partidos pierde la perspectiva. La militancia condiciona mucho el pensamiento individual”.
En ese cambio en la visión de las cosas coinciden varios de los exdirigentes. “Yo no soy un cínico pero evidentemente tu posición en el mundo interfiere en tu capacidad de análisis”, reflexiona Octavio Granado, exsecretario de Estado de la Seguridad Social entre 2004 y 2011, hoy profesor de secundaria. Granado (Burgos, 1959), que fue también senador por el PSOE durante 18 años, regresó a un instituto de Burgos donde sigue dando clase. Rechaza con vehemencia la política profesional. “Me cabrea profundamente eso que hacen algunos de transitar de un despacho a otro. Es ofrecer a los ciudadanos la parte más mezquina de la política. Debería estar prohibido. Siembran vientos, y luego recogemos tempestades”, se queja. En sus pupilos ha percibido esas tempestades. Una alumna le preguntó una vez cuánto dinero había gestionado y, a su respuesta de que más de un billón de euros, inquirió: “¿Y no has robado nada? Cuando les contestas que no, se te quedan mirando como si fueras un tonto”.
De esa incómoda sensación de estar bajo sospecha también se liberó Juan Carlos Rodríguez Ibarra, después de ocupar la presidencia de la Junta de Extremadura durante 24 años. Su caso es similar al de Rubalcaba, ya que tras casi tres décadas de responsabilidad pública volvió a la universidad, a impartir Filología española como hizo en los ochenta. “Cuando era profesor, antes de ser presidente de Extremadura, era un señor profesor; después pasé a ser un señor sospechoso. Y ahora vuelvo a ser un señor profesor”, defiende.
Ibarra aprovechó los seis meses que le dieron para reciclarse para estudiarse el temario de nuevo. “Estaba como un recién licenciado”, recuerda. “No fui recibido con bandas de tambores”. De su experiencia pública aprovechó varias cosas: el “atractivo” que tenía para los estudiantes, que querían que les contara cómo había vivido muchos acontecimientos, y su agenda. “Eso también podrá hacerlo Rubalcaba. Una de mis clases la impartió Felipe González”. Ibarra, que a sus 66 años ya está jubilado, no echa de menos el foco: “Alfredo va a estar encantado, va a dejar de ser un cuidadano sospechoso para poder ser un ciudadano decente, ¡va a poder llamar al fontanero y no pagar el IVA, como hace todo el mundo!”.
Manuel Pimentel (Sevilla, 1961), ministro de Trabajo con el PP, secretario general de Empleo y líder del PP de Andalucía a finales de los noventa, tampoco añora la repercusión pública. Tras su abrupta salida, en el año 2000, Pimentel, que es ingeniero agrónomo y abogado, decidió volver a su actividad como empresario de la ingeniería, montó una editorial y se fue especializando en la resolución de conflictos. Coca-Cola acaba de ficharle para mediar en el conflicto laboral de la empresa. “Ni echo de menos la vida pública, ni la busco, al revés, no quiero ningún cargo. Prefiero estar tranquilo en lo privado”, admite.
Todos rechazan los conceptos de puerta giratoria, sospecha, casta, porque ellos son de los que no se aferraron al cargo. Lo primero que hizoJosé María Maravall antes de reincorporarse como docente de Sociología política en la Universidad Complutense, la misma que había sido escenario de las feroces huelgas estudiantiles de los ochenta que acabaron con su dimisión como Ministro de Educación del Gobierno de Felipe González, fue aparecer en la cafetería de la facultad. “Me senté en una mesa y se produjo un shock. Pero yo me comí mi tortilla tranquilamente”. El campus acabó por aceptar su presencia y a Maravall, hoy jubilado a sus 72, pasaron a agradecerle el gesto. “Me sorprendió que la gente me felicitara por haber dejado la responsabilidad pública”. Maravall, como Rubalcaba —que es doctor en Química—, tiene también un abultado currículum: es doctor en Derecho y Sociología. Y le molesta profundamente el concepto de casta. “Es humillar a la política, que también tiene servidores públicos extraordinarios”, razona. A su colega Rubalcaba le envía un consejo sobre su vuelta a empezar: “Alfredo tiene que tomarse con algo de calma la vida normal. A veces no es fácil, pero cuando se consigue la recompensa es increíble”.
“La química ha evolucionado espectacularmente”
Puede alguien volver a dar clase en la universidad casi 30 años después? Alfredo Pérez Rubalcaba va a retomar la docencia en la Universidad Complutense de Madrid en un área compleja, la de la Química Orgánica, que ha sufrido una “evolución espectacular” estos años, según explica Juan José Vaquero, catedrático de Química Orgánica de la Universidad de Alcalá, en Madrid. El profesor cita entre esos cambios el avance en la síntesis (“ahora podemos abordar la síntesis de cualquier molécula por muy compleja que sea”), las nuevas reacciones orgánicas que hace 30 años no se conocían (los Nobel de Química de 2001, 2005 y 2010 se concedieron por nuevas reacciones), las técnicas recientes como la utilización de microondas o el avance en materiales orgánicos, como el grafeno (Nobel de Física de 2010). El catedrático opina que son cambios en “la frontera del conocimiento” y no en “el corpus del conocimiento”, por lo que para alguien con la formación de Rubalcaba no representará un problema asimilarlos “con un periodo de adaptación y estudio”.
Su colega Juan José Rodríguez, catedrático de Ingeniería Química en la Universidad Autónoma de Madrid y compañero de estudios de Rubalcaba, coincide en que el político socialista no tendrá dificultades en su vuelta a las aulas, sobre todo porque no era un químico más. “Era un estudiante brillante y un científico francamente bueno”, destaca. “De su tesis doctoral hizo alguna publicación en revistas internacionales importantes, algo que en aquella época no era fácil”, recuerda. Rubalcaba, además, no ha perdido la conexión con la materia. “Está casado con una química con muy buena reputación científica, y ha seguido participando en actividades docentes como cursos de doctorado”, apunta el catedrático.
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