En tiempos como este que se habla y escriben "cosas" sobre los conceptos de idiotas, políticos, democracias, repúblicas y monarquías, releo al Profesor.
Si para alguien sirve, recomiendo leerse al profesor Don José Luis Aranguren. Pueden comenzar haciendo lectura del artículo que sobre el mismo trata.
Aranguren: Ética y Política Aranguren: Ethics and Politics
Elías Díaz
(Catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid elias.diaz@uam.es)
PALABRAS CLAVES: radical democracy; moral democracy; history of political thought KEYWORDS: democracia radical; democracia moral; historia del pensamiento político
Fecha de recepción: Fecha de aceptación: abril 2007 julio 2007
Abstract.: This essay analyses the ethical and political thought of the Spanish philosopher José Luis L. Aranguren (1909-1996), by focusing specially on the writings he produced in the 80ies. These, which had not been included in his complete works, have been recently published thanks to Alfonso García Santesmases’ impulse. For the author the sentence “democracy as moral” synthesises the core of Aranguren’s thought.
For Aranguren, the foundation of democracy lies in the notion of democracy as moral understood as unlimited commitment and social responsibility.
Resumen.: El presente artículo aborda el pensamiento moral y político del filósofo español José Luis L. Aranguren (1909-1996), centrándose especialmente en sus escritos de los años ochenta que no habían sido incluidos en sus obras completas, y que han sido publicados recientemente gracias a la iniciativa de Alfonso García Santesmases. Para el autor la sentencia “la democracia como moral” resume el pensamiento aranguriano. Para Aranguren el fundamento de la democracia es la democracia como moral, entendida en el sentido de compromiso sin reserva, de responsabilidad ante la sociedad.
Escribo estas páginas cuando han transcurrido ya diez años desde el fallecimiento del muy querido maestro y amigo, el profesor y filósofo José Luis L. Aranguren, aquel 17 de abril de 1996. Se mantuvo activo vital e intelectualmente casi hasta los que fueron sus últimos meses, bien cumplidos en esa forma los ochenta y seis años de edad: había nacido (géminis) un 9 de junio de 1909. Siempre con un talante, vocablo este tan aranguniano, de carácter crítico, autocrítico, distante, infiel, heterodoxo, libertario y democrático. En las nuevas (renovadas) reflexiones que van en estas páginas sobre sus ideas éticas y políticas, prolongando con esta ocasión otros anteriores escritos míos, incorporo asimismo sin propósitos exhaustivos algunos va- liosos trabajos de buenos conocedores de aquél publicados en esta última década. De manera muy especial he tenido también en cuenta para esta moderada revisión los artículos de Aranguren, entre 1982 y 1991, no incluidos en sus Obras Completas y que Antonio García Santesmases ha editado muy recientemente(1).
La democracia como moral.
Al tratar, como me propongo hacer aquí, acerca de las ideas (y praxis) políticas de José Luis L. Aranguren, recordaré que ya en otras de esas ocasiones anteriores las he sintetizado –de acuerdo en efecto con sus mejores intérpretes- con esa expresión que fue tan propia y habitual suya: la “democracia como moral”(2). Con tal designación creo que se alude certeramente al fundamento último, a la raíz misma de la democracia e, incluso, de la política sin más. Reenlazando de modo explícito con importantes libros suyos de los años sesenta –especialmente Ética y Política, de 1963-, una vez más lo resaltaba él mismo como paradigma en el artículo de aquel título publicado en 1976: “Así, pues –dice- el fundamento de la democracia es la democracia como moral. Moral, en tanto que compromiso sin reserva, responsabilización plena. Y moral en tanto que instancia crítica permanente, actitud crítica siempre vigilante. Crítica de todo lo establecido –añade- en tanto que establecido, lo mismo o casi lo mismo si viene de la izquierda que si viene de la derecha, porque lo establecido es lo hecho ya y no lo moral, es decir, lo que está aún por hacer, lo que es, todavía, una incumplida exigencia. Con lo cual ya vemos –concluye- que la moral que ha de servir de base a la democracia, en tanto que instancia crítica siempre tras un régimen “ideal”, es asimismo utópica”(3).
Concuerdo básicamente con tal propuesta aranguriana, aún discrepando en esa ahí excesiva casi indiferenciada equidistancia suya entre “lo establecido” (en la historia o en el presente) ya lo sea tanto por la “derecha” como por la “izquierda”. Y, sobre todo (de ahí deriva lo anterior), haciendo observar que “lo establecido”, “lo hecho ya” puede no perder su cualificación de “moral” por la mera razón de existir, de tener presencia empírica y real. Hay y puede haber una moral de lo (y en lo) establecido. Me parece que hay o puede haber mayor conexión e interrelación de fondo, aunque nunca absoluta reducción e identificación, entre hechos y valores, entre lo positivo y lo moral, entre lo real y lo racional (si se me permiten aquí estas duales aproximaciones conceptuales). También entre las categorías tan arangunianas de la moral como estructura y la moral como contenido.
En cualquier caso –volvamos a lo anterior- la democracia como moral: ésta, la coherente moral, pero no cualquier contenido moral, es así fundamento y raíz de la democracia. En consecuencia, esa concepción de la de- mocracia como moral proporcionaría pleno sentido –búsqueda de raíces- a una que bien podemos denominar asimismo como democracia radical. También porque considero que es del todo necesario que en el lenguaje político actual se supere de modo definitivo la invadente reducción y distorsión de esos términos –radical o radicales- como sinónimos sin más de extremismo o, peor aún, de violencia y terror.
Ninguna duda sobre las constantes preocupaciones y aportaciones de Aranguren –lo cual en modo alguno implica que no puedan y deban ser ellas debatidas- sobre esas raíces y fundamentos de la democracia, sobre la democracia como moral. Fundamento moral necesario para la democracia que para nada se convierte en dogmático “fundamentalismo democrático”. Desde ahí lo que yo ahora querría destacar con mayor énfasis en estas páginas es que el filósofo de la ética (con ser ello decisivo) no se queda sólo en la afirmación de esas raíces (morales), no se conforma complaciente con la pureza de un abstracto “eticismo”, sino que su democracia radical (e integral) también se configuraba y se contrastaba en virtud de los desarrollos y de los productos (frutos) derivados de tales raíces: es decir democracia política, con sus implicaciones sociales, económicas y culturales, entre ellas consecuentemente la democracia jurídica (Estado de Derecho) como garantía, más o menos efectiva pero siempre necesaria, para tales objetivos.
Mi “tesis”, pues, es que en (el mejor) Aranguren la siempre reivindicada democracia como moral se muestra en coherente correspondencia –es verdad que bastante más en unas etapas que en otras de su biografía –con la democracia política y la democracia jurídica, es decir con el Estado social y democrático de Derecho. Sin desconocer ambigüedades, contradicciones e infidelidades en tal “programa”, aquello es lo que especialmente me interesa resaltar en estas páginas. Con las condiciones de su propio talante personal (crítico, escéptico, cauteloso), su ética desde los años sesenta en más auténtica aproximación a Kant –como explica Pedro Cerezo-, va a configurarse también como una ética de la autonomía de la conciencia personal y del ser humano como ser de fines. Desde ahí enlazaba explícitamente con un concepto de democracia participativa, como –suelo decir yo- doble participación (en decisiones y en resultados), no sólo formal sino real dirá también con frecuencia el propio Aranguren. Y también con las exigencias nucleares del Estado social y democrático de Derecho: imperio de la ley (y de la Constitución) como expresión de la voluntad popular (autolegislación) y protección efectiva de los derechos fundamentales exigibles y exigidos por la conciencia moral personal y colectiva para la realización en cada situación social e histórica de esa dignidad
[Revista inteRnacional de Pensamiento Político · II ÉPoca · vol. 3 · 2007 · [165-192] · ISSN 1885-589X 169]
No hay comentarios:
Publicar un comentario