A la memoria de mi hijo que soy, Augusto Pérez. En recuerdo de mis lecturas primeras
Peñas arriba
José María de Pereda
Dedicatoria
A la santa memoria de mi hijo Juan Manuel
Hacia el último tercio del borrador de este libro, hay una cruz y una fecha entre dos
palabras de una cuartilla. Para la ordinaria curiosidad de los hombres, no tendrían
aquellos rojos signos gran importancia; y, sin embargo, Dios y yo sabemos que en el mezquino espacio que llenan, cabe el abismo que separa mi presente de mi pasado; Dios
sabe también a costa de qué esfuerzos de voluntad se salvaron sus orillas para buscar en
las serenas y apacibles regiones del arte, un refugio más contra las tempestades del
espíritu acongojado; por qué de qué modo se ha terminado este libro que, quizás, no debió
de pasar de aquella triste fecha ni de aquella roja cruz; por qué, en fin, y para qué declaro
yo estas cosas desde aquí a esa corta, pero noble, falange de cariñosos lectores que me ha
acompañado fiel en mi pobre labor de tantos años, mientras voy subiendo la agria
pendiente de mi Calvario y diciéndome, con el poeta sublime de los grandes infortunios
de la vida, cada vez que vacila mi paso o los alientos me faltan:
«Dominus dedit; Dominus abstulit.
Sicut Domino placuit, ita factum est».
J. M. de Pereda
Diciembre de 1894.
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