Euskadi busca su relato sobre ETA
Historiadores preparan, por encargo del Gobierno vasco, un dictamen sobre el pasado terrorista
El País, Luis R. Aizpeolea Madrid 12 Junio 2014
A los dos años y medio del cese definitivo del terrorismo etarra, muchos se preguntan lo mismo que la madre de Jorge Diez Elorza, el ertzaina asesinado por ETA en febrero de 2000 junto con el dirigente socialista vasco Fernando Buesa, durante un acto de homenaje a las víctimas de aquel crimen: “¿Quién escribirá la historia? ¿Dejaremos que sean quienes mataron a Jorge los que la escriban? ¿Esas decenas de años serán recordadas como un tiempo de horror o de lucha heroica, como pregona el que fue entorno de ETA?”.
Para conformar un relato democrático, el Gobierno vasco ha encargado a un grupo de historiadores de la Universidad del País Vasco (UPV) que elaboren para final de año un dictamen sobre los últimos 50 años de la vida en Euskadi, marcada por el protagonismo del terrorismo etarra. La etapa analizada abarcará desde 1968, año en el que la banda cometió su primer asesinato, hasta hoy, un tiempo marcado por el cese definitivo de la violencia terrorista.
La iniciativa se une a otras, surgidas tras el cese definitivo de ETA, como el Plan de Paz y Convivencia del Gobierno vasco, el mapa de víctimas del terrorismo —en el que trabaja la asociación Covite—, un informe sobre víctimas policiales y otras iniciativas que confluirán en el Instituto de la Memoria.
“No se puede pasar página sin más con el argumento de que hay que mirar hacia adelante”, señala Antonio Rivera, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, exviceconsejero de Cultura del Ejecutivo socialista de Patxi López, y uno de los encargados de elaborar el dictamen. “El papel de los historiadores es evitar un cierre en falso. El terrorismo no ha sido el resultado de un conflicto entre vascos. Ha socavado las bases de la democracia. Ha habido un totalitarismo de ETA, que ha querido imponer su proyecto a la sociedad, y eso hay que dejarlo claro si queremos asentar la sociedad del futuro. Tenemos que dar una respuesta para las generaciones futuras a la interrogante de por qué pudo pasar lo que pasó”, sostiene.
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Rivera forma parte del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, el centro adscrito a la UPV, responsable de elaborar el dictamen. El encargo del Ejecutivo vasco se formalizó a través de una enmienda a los presupuestos generales de la comunidad autónoma que fue presentada por el Partido Socialista de Euskadi y asumida y aprobada por el Ejecutivo del PNV, y que preveía la financiación necesaria para la elaboración del informe. En el proyecto trabajan fundamentalmente, junto a Rivera, el catedrático de Historia Contemporánea Luis Castells y los investigadores José Antonio Pérez y Raúl López Romo.
El dictamen, que pretende ser breve, por debajo del centenar de folios, se centrará en el impacto social del terrorismo en cinco etapas: dictadura (1968-1975), Transición (1976-1981), consolidación democrática (1982-1994), socialización del sufrimiento (1995-2011) y final de ETA, desde 2011 hasta hoy. Irá acompañado de relaciones bibliográficas exhaustivas, fondos audiovisuales, fotográficos y una base de datos actualizada que identificará a cada víctima y el tipo de comportamiento que desarrollaron la sociedad y las diferentes entidades (Administraciones, partidos) como protesta.
Rivera cree necesario hacer historia de los años de plomo. “Si la memoria es personal, los poderes públicos deben definirse sobre si en el País Vasco asistimos con el terrorismo de ETA a un movimiento de liberación nacional o a uno totalitario y a partir de ahí fijar las bases de la sociedad del futuro”, sostiene. “El que gane la batalla de la memoria, ganará la batalla de estos 50 años”.
Castells abunda en la necesidad de un relato común sobre la base de otras experiencias históricas: “El Holocausto en Alemania, la resistencia al Gobierno colaboracionista de Vichy en Francia o ante el fascismo en Italia constituyen hitos sobre los que se construyó una conciencia antifascista que contribuyó a que el terrorismo de los años setenta y ochenta (Baader-Meinhof, Brigadas Rojas) fuera marginal”.
“Hay mucha literatura sobre ETA, pero no está articulada”, añade Rivera. “Lo que pretendemos es poner una pica en Flandes para proyectar todo un futuro de investigaciones como las que han desarrollado colectivos universitarios en lugares como Irlanda del Norte y que se echan en falta en nuestra universidad pública vasca. Aunque ha pasado poco tiempo desde el cese definitivo de ETA, ya es momento de empezar a hacer historia. La gente en el País Vasco quiere olvidarse del drama del terrorismo porque tardó mucho tiempo en reaccionar; reaccionó de manera masiva a partir de la segunda mitad de los años noventa, cuando todo el mundo se sintió amenazado por la estrategia de ETA de socializar el sufrimiento”.
Para Castells, la cifra de más de 800 víctimas mortales que ha provocado ETA da prueba de “la intensidad con que se vivió la violencia que generó ETA principalmente” y de “un terrorismo que ha dejado muchos traumas en su siniestro recorrido, de manera que sería propio de una sociedad abyecta e inmoral considerar que no ha ocurrido nada extraordinario en nuestra reciente historia”.
Un problema que se ha planteado en Euskadi y en Irlanda tras el final del terrorismo, a diferencia de lo ocurrido en Alemania, Francia o Italia tras la Segunda Guerra Mundial, es que “las formaciones políticas herederas de grupos terroristas tienen una sólida presencia parlamentaria”, señala Castells. “No se sale de una época traumática con una interpretación consensuada sobre lo que ha supuesto la violencia en nuestro país sino con varias visiones sobre el pasado y sobre la función desempeñada por organizaciones como ETA, que ha sido derrotada policialmente, pero no lo ha sido su discurso”.
Rivera explica que “ya sucedía en el pasado con las treguas de ETA que la izquierda abertzale subía espectacularmente en las elecciones. (...) Siempre tuvieron un apoyo social y yo añadiría que hoy la integración de Eusko Alkartasuna en Bildu-EH le ha abierto la puerta a las clases medias nacionalistas”, opina. “La violencia de los grupos terroristas parapoliciales o los abusos policiales hay que condenarla como vulneración de los derechos humanos, pero la violencia de ETA tiene la singularidad de responder a un proyecto político totalitario, de imposición a la sociedad vasca y, más allá de que su número de víctimas fue muy superior, ejerció un carácter troncal en el terrorismo en el País Vasco y fue quien marcó el inicio y el final de la etapa terrorista”.
Otra cuestión clave es si el recuerdo de los años de plomo puede ser negativo porque puede reabrir heridas y obstaculizar la convivencia. Castells considera que la izquierda abertzale debe realizar un reconocimiento autocrítico de su complicidad con ETA en el pasado para contribuir a una necesaria deslegitimación del terrorismo que ayude a cerrar las heridas. “Tiene muchas dificultades para hacerla porque supone reconocer el error de su trayectoria durante muchos años. Pero es el único camino”.
ETA hace mucho tiempo que es un mal endémico en Euskadi, no desaparecerá nunca mientras no consigan la autodeterminación. Seguirán emergiendo nuevos "cachorros de ETA" que maman la irracionalidad, el odio, la intolerancia y el fanatismo en sus familias. Pasa de generación en generación. Son sectarios, solo se relacionan entre ellos porque no admiten nada mas que lo que ellos piensan y sienten desde que han nacido. Es lo que se vive aquí.
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