¿Porqué las iglesias de Madrid no registraron ningún evento desde enero de 1936?
RESUMEN
Con la desaparición de la Inquisición, la España del
siglo XIX experimentó un aumento de liberalismo y una
disminución gradual del poder católico. Las tierras de la
Iglesia -que hasta entonces constituían una tercera
parte de todas las tierras de cultivo- fueron confiscadas
por los sucesivos gobiernos. En octubre de 1931,
Manuel Azaña, que para entonces ocupaba la jefatura
del gobierno republicano, declaró: "España ha dejado
de ser católica", y su gobierno actuó en consonancia
con ello.
PALABRAS CLAVE
El Cardenal Gomá, Franco, cruzada, Concordato de
1953, Monseñor Antoniutti.
La Iglesia y la guerra civil española.
María Rosa Liarte Alcaine, Revista de clasehistoria, art. 46; 9-09-2009
VIENTOS DE CAMBIO
Con la desaparición de la Inquisición, la España del siglo XIX experimentó un aumento de liberalismo y una disminución gradual del poder católico. Las tierras de la Iglesia -que hasta entonces constituían una tercera parte de todas las tierras de cultivo- fueron confiscadas por los sucesivos gobiernos. En octubre de 1931, Manuel Azaña, que para entonces ocupaba la jefatura del gobierno republicano, declaró: "España ha dejado de ser católica", y su gobierno actuó en consonancia con ello. Se separó por completo la Iglesia del Estado, y los subsidios que se otorgaban al clero quedaron abolidos. La educación no debía tener carácter religioso e incluso se introdujo el matrimonio civil y el divorcio. El cardenal Segura se lamentó de este "severo golpe" y temió por la supervivencia de la nación. Parecía que el catolicismo estaba destinado a un inevitable ocaso cuando, en 1936, un alzamiento militar sacudió al país.
LA GUERRA CIVIL: UNA CRUEL CRUZADA
Aunque los generales del ejército que encabezaron el golpe de estado tenían motivos políticos, el conflicto pronto tomó un cariz religioso. A las pocas semanas del alzamiento, la Iglesia, cuyo poder había sido ya socavado por la reciente legislación, se convirtió de repente en blanco de muchos y crueles ataques. Miles de sacerdotes y monjes murieron a manos de fanáticos opositores del golpe militar, que equiparaban a la Iglesia española con una dictadura. Se saqueó y prendió fuego a iglesias y monasterios. En algunas partes de España, el mero hecho de vestir sotana era suficiente para firmar la sentencia de muerte de un hombre. Era como si el fantasma de la Inquisición se hubiese levantado de la tumba para tragarse a sus propios progenitores.
Ante esta amenaza, la Iglesia española recurrió de nuevo a los poderes seglares -en este caso los militares- para defender su causa y devolver la nación al seno de la Iglesia. No obstante, primero había que convertir la guerra civil en una “guerra santa”, una “cruzada” en defensa del cristianismo.
El cardenal Gomá, arzobispo de Toledo y primado de España, escribió: "¿La guerra de España es una guerra civil? No; una lucha de los sin Dios [...] contra la verdadera España, contra la religión católica". Dijo que el general Franco, líder de los insurrectos, era un "instrumento de los planes de Dios sobre la Tierra". Otros obispos españoles expresaron sentimientos similares.
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