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6 may 2015

De la Belleza madre de la Fealdad. del Amor latente concebidora de la Maldad aparente.

¿Acaso hay belleza mas efímera y duradera de la latente belleza capaz de concebir la mayor maldad posible?. El Padre concibió y engendró el la aparente fealdad, o maldad.


Nota.- Me gustaria que este texto se lea bajo la concepción del hiperciclo manifestación de la intersección de dos subciclos, latente, o bello y aparente, o feo. Hiperciclo de todo objeto observado.

El papel de la belleza en la tradición islámica.
Joaquin Lomba Fuentes
(Universidad de Zaragoza)



No es mi objetivo en estas breves palabras el rastrear los textos desde la más antigua tradición buscando la función de la belleza en el Islam, pues para ello se disponen de magníficos trabajos como son los del Dr Puerta. Más bien quisiera leer el arte islámico como expresivo de un contenido muy específico que lo diferencia de otros estilos y culturas a la vez que conside- rar la religión y el pensamiento islámicos plasmados en formas, colores y masas materiales. Al margen de los influjos históricos que pudieron conformar el arte islámico, quiero desentrañar los secretos que oculta y las claves con que expresa sus creencias.
Y, ante todo, quisiera subrayar un hecho evidente, cual es el de que el Islam tiene en su misma médula una profunda y clara vocación por la belle- za, con lo cual, el arte no es un añadido externo al contenido religioso ni una forma de dar culto y honrar a Dios sino una manera de vivir en profundidad la religión misma. Ya el Corán se manifiesta como un auténtico milagro de perfección en todos los órdenes y, en particular, en el de la belleza; se lee en la sura 17 aleya 88: “Si los hombres y los genios se unieran para hacer algo como el Corán serían incapaces de hacer nada semejante”. Y a los noventa y nueve nombres con que se designa a Dios en la Escritura se les llama «Los bellos nombres de Dios» (asmâ’ Alláh al-husná). Más aún, un badil nos dice que Dios es bello y ama la belleza”, razón por la cual hizo un mundo esencial- mente bello a través del cual podemos vislumbrar esa belleza suprema e inasequible divina. Por eso Ibn ‘Arabí de Murcia no dudó en decir, aludiendo a ese badil, que

“Dios es Bello y Ama la Belleza, el Altísimo es el Artesano del mundo[...]. Todo el mundo alcanza el culmen de la belleza,nada en el mundo es feo. Dios reunió en él toda la hermosura y la belleza. No cabe nada más bello, más maravilloso, ni más hermoso que el mundo.”

añadiendo que la fealdad es algo relativo que pertenece solamente a la manera de hablar humana, no algo realmente existente en el mundo.

Y según otros dos badiles el Profeta dijo:

“A quien Dios otorgó un bello rostro pertenece a lo mejor de la creación divina” Y “Quien posee una bella forma y una proporción que no lo desfigure, pertenece a lo más selecto de Dios Altísimo.”

Por ello, el sufí Ibn Abî Haýala de Tremecén (muerto en 1374) compuso un libro sobre la belleza y el amor donde llegó a decir que:

“La belleza es la primera felicidad del ser humano, porque Dios Altísimo con sutil sabiduría creó su forma con unas cualidades determinadas y libre de defectos concediéndole, además, el entendimiento”.

Pues bien, dentro de este contexto, lo importante es dar con la articulación y claves internas de esa belleza tan patentemente proclamada, frente a otras formas religiosas donde la belleza mundana es a veces rechazada por considerarla un obstáculo para llegar a Dios.

Y, ante todo, la belleza física, formal, en el Islam exige una operación mental, sobre todo practicada y fomentada por el sufismo, cual es la de desocultar, desvelar, kaftf, un interior, bâtin, lo correspondiente al voÚ~wvov griego que se agazapa tras las formas externas, záhir, el ~cuvójsvov griego, y que es lo que las hace auténticamente bellas, al margen muchas veces de la corrección puramente proporcional y matemática. Y eso oculto que se descubre no sólo con la razón sino con todas las potencias anímicas del hombre es lo que hace al arte islámico distinto de otros estilos y artes incluso los integrados dentro de otras religiones monoteístas. Dice Ibn AbT Haî Haýala de Tremecén lo siguiente:
“La hermosura tiene dos partes, una manifiesta (záhir) y otra oculta (bátin), una efímera y otra permanente. La hermosura oculta es loable por sí misma,como el saber y la destreza, como la generosidad y la valentía. La hermosura manifiesta es la fresca rama de su núcleo constitutivo que se muestra.”

Es en este contexto en el que hay que leer aquel famoso pasaje de Ibn Hazm de Córdoba donde expone las distintas clases de belleza:

“Se me ha pedido una explicación exacta de las clases de belleza (~abába)de las formas. Y digo que:

La dulzura (haláwa) es la finura de los rasgos y la gracia de los movimientos y la ligereza de los gestos y la adaptación del alma a los accidentes de las formas, aunque no sean bellas.

La corrección (qiwám) de las formas externas es la hermosura (ýamâl)de cada una de las cualidades aisladas y muchas veces el hermoso de cualidades aisladamente consideradas es frío de aspecto.

El brillo (bahâ’) de los miembros externos va con la hermosura que hay en ellos y es la vivacidad o soltura.

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