Muerta su esposa se fue a vivir a casa de su único hijo casado.
Tras unos pocos meses le dice a su hijo que se marcha a vivir solo. Te comprendo padre. Lo siento, le dijo el hijo.
A los dos años, el hijo abandonó su casa. Quedaba su esposa y sus dos hijas. Muerto el padre, el hijo no volvió a su casa.
No hay pecado mayor que el de expulsar al padre de su casa. El hijo no se lo perdonó. Juró no volver a pisar la misma casa que su esposa.
Hay muchos hijos cobardes por mal nacidos.
La esposa ha sacrificado a sus hijas para no verse sola en la casa de la que un día se expulsó a su abuelo.
¡Padre, ¿porque nos dejaste solas?. Vuestra madre me dejó sin padre y a vosotras sin el vuestro.
Ella vivió corroída sin saber porque se quedó sola. De mi no lo supo ni lo sabrá nunca, como condena por matar a mi padre.
Muerto el padre, la casa se quedó sin ratones. Muerto el padre, muerta la familia.
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