Cuando uno es sabedor o conocedor de un delito, éticamente y legalmente está obligado a hacerlo público o ante el Servicio de Justicia del Estado.
Ayer leía que los responsables del Servicio de Asistencia Social de la Comunidad Autónoma de Madrid, del Estado del Reino de España, decían no haber denunciado el delito de agresión genital que conocían se estaba realizando en un Centro Escolar, porque quienes lo tenían que hacer eran la persona agredida o sus padres.
Este Servicio de Asistencia Social está cometiendo un delito. Es decir, el Estado del Reino del España esta cometiendo un delito.
Ignorantes y delincuentes los Individuos Humanos sabedores del delito y consentidores del mismo.
Ya no hay límites a la actividad delictiva.
No he conseguido encontrar si tras estas declaraciones hechas públicas inculpando se de encubridores del delito, quienes lo encubren han sido denunciados ante el Juzgado más cercano.
¡Educación para la Ciudadanía!, clamaba el sordo Lughio desde el Santofirme creyendo que se le escuchaba
Ni Lughio, ni Augusto, ni Dios.
Es que la palabra no es propiedad de todas las subespecies de Homínidos.
Ya quedé tranquilo con mi endemoniados conciencia, si alguna vez pobló mis sesos.
Roberto Saviano: “Me he arruinado la vida”
El escritor italiano, autor del aclamado libro sobre la mafia 'Gomorra', regresa con 'CeroCeroCero', un viaje por el negocio de la cocaína a uno y otro lado del Atlántico
Pablo OrdazEl País, Roma 16-02-2014
El sueño de cualquier joven periodista de raza debe de parecerse bastante al perfil de Roberto Saviano: una mirada limpia y buen olfato para descubrir las historias, habilidad y simpatía para tratar con las fuentes, valentía para meterse en la boca del lobo y una pluma capaz de convertir cualquier reportaje en buena literatura. Si, además, con 26 años se logra escribir un libro como Gomorra, del que ya se han vendido más de 10 millones de ejemplares en todo el mundo, el sueño parece redondo. Hasta que se lee la dedicatoria de su nueva obra,CeroCeroCero, un viaje de casi 500 páginas por el negocio de la cocaína a uno y otro lado del Atlántico que en España publicará la próxima semana la editorial Anagrama: “Dedico este libro a todos los carabineros de mi escolta. A las 38.000 horas pasadas juntos. Y a las que todavía hemos de pasar. Dondequiera que sea”. Esta conversación con Roberto Saviano (Nápoles, 1979) tuvo lugar en el sótano de un hotel de Roma. Por supuesto, bajo la atenta mirada de sus guardaespaldas.
Pregunta. Después de que la mafia napolitana lo condenara a muerte, obligándole a enterrarse en vida, ¿por qué ha seguido escribiendo sobre los mismos asuntos?
Respuesta. Me gustaría responder a la pregunta con una frase heroica del tipo: continuo escribiendo porque creo en la verdad, porque no han conseguido amedrentarme, pero me sentiría un poco ridículo porque dentro de mí no es la verdad. O mejor, porque la verdadera respuesta es: estoy obsesionado. Estoy obsesionado porque una vez que me encontré de frente con la historia de las mafias ya no pude, físicamente incluso, resistirme a seguirla. Sabía que si continuaba escribiendo me iría peor en la vida. No solo por la cuestión de las amenazas, sino porque la mayoría de las personas citadas en el libro intentarían denunciarme por difamación. Pero es más fuerte que yo. Es una especie de adicción. Una manía. No es el pensamiento puro de: es justo luchar por la verdad. Porque estoy totalmente convencido de...
P. ¿De que fue un error?
R. Digámoslo todo: yo no creo que sea noble haber destruido mi propia vida y la vida de las personas a mi alrededor por buscar la verdad. Desde lejos puede parecer noble: ah, qué cosa más bella. Pero yo, que lo he hecho, no siento que sea noble. Es más, me digo: tal vez podría haber hecho lo mismo, con el mismo compromiso, con el mismo coraje, pero con prudencia, sin destruirlo todo. Pero he sido impetuoso, ambicioso, y me he arruinado la vida.
P. ¿Hasta ese punto?
R. Hay que tener en cuenta que no puedo disponer de mi vida sin pedir autorización. Ni salir cuando quiero, ni entrar cuando quiero, ni frecuentar a las personas que quiero sin tener que esconderlas para que no sufran represalias. Yo a veces me pregunto si no terminaré en un hospital psiquiátrico. En serio, ¿eh? Yo ahora tengo necesidad de psicofármacos para seguir adelante y jamás antes los había necesitado. No abuso de ellos, pero de vez en cuando tengo necesidad. Y este asunto no me gusta nada. Por eso espero que esto termine algún día.
P. ¿Ha valido entonces la pena pagar un precio tan alto?
R. No. Y sé que cuando lo digo alguien puede pensar: qué cobarde. Vale la pena buscar la verdad y vale la pena llenar hasta el fondo, pero protegiéndote. Mi drama interno es: podría haber hecho todo esto pero sin poner en riesgo todo. Porque, ¿cual es el problema aquí? Si tu antepones un objetivo, la verdad, la denuncia, a cualquier otra cosa de tu vida, te conviertes en un monstruo. Un monstruo. Porque todas tus relaciones humanas y profesionales están enfocadas a obtener la verdad. Tal vez el fin sea noble, una cosa generosa, pero tu vida no se convierte en generosa. Las relaciones se convierten en terribles.
P. ¿Por qué?
R. Porque has decidido sacrificar todo sobre el altar de la verdad. Cuando he empezado a hacer esto no me he dado cuenta. Y en libro lo digo: no vale en ningún caso la pena renunciar a la propia felicidad por un objetivo que consideras superior. Vale la pena hacer lo que se debe pero buscando defenderse.
P. ¿Se ha planteado volver atrás? ¿Escribir de otros asuntos?
R. Es difícil. Tal vez lo intentaré. Pero el problema verdadero es que cuando has llegado a este punto de notoriedad, si vuelves atrás te arriesgas a tirar por la borda todo lo que has hecho. Y aquí surge la voz de la ambición: ¿cómo voy a tirar al mar todo este trabajo, todo lo que he conseguido? Y luego surge otro debate: todo esto me aprisiona, pero a la vez da sentido a mi vida. Aunque también tengo ante mí el reto de que no solo soy un escritor de crimen. Quiero hacer literatura.
P. En CeroCeroCero lo ha conseguido.
R. Sí, creo que sí, mi objetivo es escribir de cosas reales con estilo literario. Ha sido difícil, porque cuando se habla de Latinoamérica desde aquí se tiende a ver solo la parte sangrienta, de la masacre, como si todo fuera un gran caos. Yo en cambio he intentado demostrar el orden mexicano, no el desorden mexicano. Lo científico del asunto. No ha sido fácil.
P. ¿Qué similitudes hay entre el crimen organizado en México y en Italia?
R. Muchísimas. Más que entre Colombia e Italia. Porque la estructura, la gestión del territorio, es muy parecida. Por eso he empezado el libro con una lección que da el capo italiano a los latinos de Nueva York. Sustancialmente, les advierte: si vosotros queréis el poder tenéis que saber que algún día lo pagaréis. Si alguna vez habéis pensado que podéis ostentar el poder y luego salir libres, estáis equivocados. Esta es la filosofía de la infelicidad que está en la base de todas las organizaciones.
P. Con motivo del libro ha regresado a Nápoles después de muchos años. ¿Qué sensación ha tenido?
R. Al principio tenía miedo. He intentado inventarme cualquier caso para irme. Me preocupaba molestar a la ciudad, a la gente, que dijeran basta. Y en cambio me encontré con miles de jóvenes felices de saludarme,personas que querían tocarme y acariciarme, que me cogían las manos y me decían: “Tranquilo, estás aquí”. Fue emocionante. Antes solo había vuelto para ir a los tribunales.
P. ¿Cómo se ha encontrado su ciudad?
R. Peor. La crisis la ha golpeado todavía más. El sueño del napolitano sigue siendo sobrevivir y emigrar.
Todas las palabras de Saviano, aun las más dramáticas sobre su vida, fueron pronunciadas con una sonrisa en los labios.
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