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14 feb 2015

La mascarilla del PP es para no contaminar a los demás, no para que no lo contaminen.


Existen dos tipos de mascarillas: aquellas para no contaminar a otros y aquellas para no contaminarse de los otros.

Ayer, viendo las imágenes del gas emanado del fuego de Barcelona, observé que eran máscaras para no contaminar la nube y no para evitar que la nube les contaminase. Igual hecho sucede con el PP que utiliza mascarillas para no contaminar el robo al Estado por su parte. Efectivamente, ellos han infectado al Estado y por eso se ponen las máscaras para no seguir infectando, aunque refieren que las ponen para no infectarse del Estado.

Cuando le meten de visita en una UCI le ponen una mascarilla para que no infecte al enfermo al que se visita. No se pone para evitar que el enfermo visitado infecte a quien le visita.




EDITORIAL

Quién responde del PP

El principal partido de España no puede pasar página de todo lo descubierto en la trama Gürtel

 14-02-15

A estas alturas no puede ser más evidente la responsabilidad del Partido Popular respecto a la trama Gürtel y la imposibilidad de pasar página sobre los graves hechos descubiertos por la policía, la fiscalía y los jueces. Si el partido aspira a evitar una travesía del desierto, tiene que poner en claro ante la opinión pública hasta dónde han llegado sus implicaciones como institución. Se han acumulado demasiadas evidencias de financiación irregular y de aprovechamientos de la posición alcanzada en el partido para enriquecimientos privados, que no fueron corregidos a lo largo de muchos años.

Hace tres semanas, este partido se declaró “ajeno” a la petición de 800 años de prisión para los 41 procesados en la primera fase delcaso Gürtel, entre ellos tres extesoreros de la dirección nacional. Ahora asistimos a la solicitud de casi ocho años de cárcel, también de la Fiscalía Anticorrupción, por delitos electorales del PP valenciano en la etapa de Francisco Camps, que afectan a su exvicepresidente, Vicente Rambla, y al ex secretario general del partido en ese territorio, Ricardo Costa. ¿El Partido Popular tampoco tiene nada que ver con esto?

Inexorablemente, los avances de las investigaciones saltean el año electoral en que la principal fuerza política de España se juega su hegemonía en ayuntamientos, autonomías y el Parlamento y el Gobierno del Estado. La celebración de los juicios y la decisión final sobre cada caso serán los que sean, sometidos como están a múltiples circunstancias: plazos de prescripción de delitos, efectos de los aforamientos, mayor o menor colaboración judicial de las autoridades suizas. Pero el cerco del ministerio público se estrecha cada vez más.

Los dirigentes confían excesivamente en la existencia de mucho voto oculto como yacimiento en el que recuperar la confianza perdida de buena parte de sus electores, que no se debe solo a la corrupción, pero sí, en parte, a un problema percibido por los ciudadanos como una de las causas de la crisis sufrida. Los esfuerzos del PP para levantar cortafuegos entre sus implicaciones del pasado y la voluntad regeneracionista de futuro solo convencen a quienes sostienen tales argumentos. Una política de baja calidad no les va a salvar. La cúpula de este partido tiene que dar la cara y pagar el precio político que corresponda.

 

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