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4 abr 2015

La tragedia del camino fuera del Paraíso. Una inmigración, un éxodo de vuelta al Caos, a la Casa del Padre.


La tragedia de la inmigración


Una agregación de países cohabitantes del continente Europa, no es respuesta exitosa para dar respuesta adaptativa, sino de respuesta no adaptativa.

La reacción de adaptación a la agresión llevó a descubrir la familia de los psico-fármacos, o neurolépticos, comenzando por la clorpromacina, o largactil. Aquellos que te hacen "perder la consciencia" haciendo que te muestres "aislado del medio", "indiferente al medio".

Se creó el "cocktail lítico", que rompe tu relación con el medio, que te devuelve al caos, que abandona tu lucha por organizar tu yo, tu interior. Dejas de ser consciente de tu presencia en el Medio. Hace que no seas capaz de crear el mundo en el cual quieres cohabitar. Viertes tu interior, consciente, organizado, planificado, dueño de sí mismo, en el exterior, no consciente, no organizado, no planificado, esclavo de un Ser Supremo que dice ser el Padre de todo lo Posible. Sin embargo, la capacidad del Hombre para crear su propio Mundo, aquel a imagen y semejante a sí mismo.

Cuando José Arias Vierte su interior sobre su exterior informe, donde reina el Sumo Padre Caos no creativo, sino figurativo. Es la imagen frente a la forma, emergiendo la Imagen de la Forma con sus manos creadoras, con la sangre derramada en su esfuerzo creador. Con sus manos sobre la madera de la sangre y las haces emerge el Ser Creado al que aspira el meconio asfixiante, el satanás envidioso de su poder creador. Aquel que hizo por primera vez al Hombre apoyar su mano en la pared de su refugio de la Ira Divina y soplar el meconio para dejar constancia a los suyos del Sacrificio hecho para redimirles de la no Consciencia a la que Dios le condenó echándole fuera del Paraíso, del Universo Ordenado, planificado por el Hombre y envidiado por Dios.

La muerte de 300 inmigrantes muestra los fallos de la operación Tritón de la UE

Italia y Europa han vuelto a presenciar en esta semana el horror de la muerte de cientos de inmigrantes frente a las costas de Lampedusa, con el Mediterráneo convertido una vez más en cementerio de desesperados. En la última oleada intentaron llegar a Italia 460 personas, la mayoría hombres y mujeres de entre 20 y 30 años, así como un alto número de adolescentes. Más de 300 de ellos murieron. Algunos habían iniciado, hace dos o tres años, un viaje a la esperanza a Europa que acabó en tragedia. Huyendo de guerras y miserias, salieron con todos sus ahorros o se endeudaron sus familias, y afrontando todo tipo de riesgos llegaron finalmente a Libia con la ilusión de embarcarse en una nave para cruzar el Mediterráneo, pagando 800 euros por pasaje. 

Lo que nunca imaginaron es que los traficantes de seres humanos los iban a tratar como animales. Estuvieron un tiempo interminable en condiciones infrahumanas en un «campo» en la periferia de Trípoli: bloqueados y aislados como en un campo de concentración. Así durante meses, esperando la climatología adecuada para hacer la travesía. Procedían de Costa de Marfil, Senegal, Gambia y Malí. 

«Sin ningún aviso previo, el sábado nos llevaron a una playa cerca de Trípoli. No queríamos salir, porque las condiciones meteorológicas eran muy malas. Pero los traficantes nos obligaron a subir a las lanchas bajo la amenaza de las armas, y no tuvimos otra alternativa. Partimos en total 460 personas a bordo de cuatro lanchas neumáticas, con un motor de apenas 40 caballos y diez latas de carburante para cada embarcación, donde nos apiñaron por la fuerza», han contado algunos supervivientes.

Las cuatro lanchas partieron a intervalos de media hora. Pero casi de inmediato se perdieron de vista, en un mar con olas de hasta nueve metros. Con esa tempestad, cualquier nave lo habría tenido difícil. Tratándose de lanchas neumáticas, cargadas muy por encima de los límites de seguridad, el naufragio estaba anunciado. «A pocas millas de Libia, una de las cuatro lanchas se hundió. Otra naufragó porque se desinfló y en una tercera entró una vía de agua», contó uno de los supervivientes.

Vergüenza

Esta «vergüenza infinita» ha suscitado una ola de reacciones en Italia con duras acusaciones a la UE y a su misión de socorro en el Mediterráneo bautizada con el nombre de Tritón, el dios griego de las profundidades marinas. Sustituyó desde el 1 de noviembre a la operación Mare Nostrum, puesta en marcha por el gobierno italiano en noviembre de 2013, con un coste de nueve millones de euros al mes. Con un presupuesto tres veces inferior, la misión Tritón en teoría estaba llamada a resolver la pesadilla de la inmigración ilegal en el Mediterráneo. Pero, como en esta semana se ha visto, era completamente insuficiente. La muerte de más de 300 inmigrantes ha puesto de relieve, con todo su dramatismo, la hipocresía de la Unión Europea: los barcos italianos de Mare Nostrum patrullaban casi hasta las costas libias; los de Tritón se limitan a 30 millas de las costas italianas, una insignificancia en un ancho de mar de casi 200 millas.

Italia, sola ante el problema de la avalancha de inmigrantes y harta de la indiferencia de la UE, renunció a la operación Mare Nostrum por su alto coste y por las muchas críticas que la Liga Norte y otras formaciones de extrema derecha lanzaban contra esa misión, al considerar que promovía el efecto llamada, pues suponían que muchos inmigrantes se lanzaban al mar, en la confianza de que podían ser rescatados con vida por la Marina. Cuando el uno de noviembre se inició la operación Tritón, el ministro del Interior, Angelino Alfano, declaró eufórico: «Por primera vez Europa se lanza al mar para custodiar la frontera mediterránea». La realidad es muy distinta. Tritón es casi una ficción, no está a la altura. Italia esta sola ante la tragedia de la inmigración y el primer ministro, Matteo Renzi, con cierta irritación, ha hecho un llamamiento urgente a la UE, para que actúe de inmediato, sobre todo «para resolver el problema en Libia, donde la situación está fuera de control».

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