Con unos ocho años de edad viajaba en coche con el abuelo de vuelta al colegio tras el fin de semana en casa.
Yendo de Posada a Lugones, le dije que de mayor quería un coche como aquel pero con el maletero mas grande.
Me preguntó: ¿para qué?
Le respondí: para llevar conmigo La Espasa.
Hoy no tengo coche. Hoy llevo conmigo La Espasa.
Cuando mi sobrino Augusto conduce le digo: me siento libre. Voy en coche y parlamentamos. Voy en coche y llevo conmigo La Espasa. No tengo que parar el coche para consultarla.
A través de este Diario cumplo mi otro sueño: cuando sea mayor estrecharé la mano derecha a todas las personas mirándolas a los ojos.
Soy miembro de una sociedad de coste marginal cero; incluyente y no excluyente.
La sociedad de coste marginal cero. El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo
Jeremy Rifkin
Capítulo 13
De la propiedad al derecho de acceso
Si la propiedad privada es la característica que define el sistema capitalista, el automóvil particular es su sello de distintivo. En muchas partes del mundo, las personas que tienen automóvil son mas que las que tienen vivienda. El automóvil suele ser la propiedad privada más valiosa y ya hace mucho tiempo que tener automóvil se considera un rito de iniciación en el mundo de las relaciones de propiedad.
La misma palabra "automóvil" refleja la idea económica clásica de que la naturaleza humana está impulsada por la búsqueda de "autonomía" y "movilidad" y de que todos queremos gozar de soberanía. Los estadounidenses siempre han asociado la idea de libertad a la autonomía y la movilidad. No hay lugar donde se sienta mas la autonomía personal que frente al volante de un vehículo cerrado que amplifica la capacidad física del conductor con la potencia de su motor. Ser autónomo significa ser dueño del propio destino, ser autosuficiente, no depender de nadie ni estar en deuda con nadie; en otras palabras, significa ser libre. El automóvil particular es el "acotamiento supremo" porque refleja el deseo de ser como una isla, de ser independientes y autosuficientes. También se equipara la libertad a la movilidad sin obstáculos ni trabas. La capacidad de viajar a cualquier lugar con absoluta libertad se ha acabado equiparando a la sensación de libertad física. Todos los jóvenes de mi generación han sentido la euforia de esta forma de libertad la primera vez que se pusieron al volante de su automóvil y se echaron a la carretera. En la era capitalista, acabamos definiendo la libertad en términos negativos como el derecho a excluir. Y el automóvil se convirtió en el símbolo de esta noción convencional de lo que significa ser libre.
Pero la generación de Internet no concibe la libertad en este sentido negativo -como el derecho a excluir a los demás- para esta generación, la libertad es la capacidad de optimizar la vida personal, y esta vida óptima se plasma en la diversidad de las experiencias personales y el alcance y la amplitud de las relaciones en las diversas comunidades a las que pertenecemos a lo largo de la vida. La libertad se mide mas por el acceso a los demás en las redes que por la propiedad en los mercados. Cuanto más profundas e inclusivas son las relaciones de una persona, mayor es la libertad de la que goza. Poder acceder siempre a los demás en espacios sociales como Facebook o Twitter aporta significado a la vida personal. Para la generación de Internet, la libertad es la capacidad de colaborar sin límites con los demás en un mundo formado por una red de iguales.
Quienes pongan en duda este cambio generacional en la concepción de la libertad -del derecho a poseer y excluir al derecho a acceder y a ser incluido- hallarán muy reveladores los siguientes datos estadísticos. En una encuesta reciente a conductores de entre 18 y 24 años de edad, el 46% de los encuestados aseguraron que preferían el acceso a Internet a tener un automóvil. Otro dato revele dador fue que "en 2008, el 46,3% de los jóvenes de 19 años o menos tenían permiso de conducir mientras que en 1998 este porcentaje era del 64,4%". Cuando se preguntó a 3.000 jóvenes nacidos entre 1981 y 2000 -miembros de la llamada Generación Y- que marca preferían de una lista de 31, entre las diez primeras -donde había varias empresas de Internet como Google- no apareció ninguna marca de automóviles.
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