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1 may 2015

La identidad como problema.

En la Ciencia Médica en particular y, en la Ciencia -no solo la Biológica- en general, el "problema de la identidad es, el principal problema. La Identidad es el concepto básico de Umbral y de Limite. 

Donde comienza lo privado y lo común es un problema de Unidad de Mrdida, así como de Medición, su exactitud y su medida son rugosas y no lisas; sin embargo, desde hace 4.000 años sabemos que la relación entre rugoso y liso (rugoso/liso) es una constante universal. La relación entre conservador y progresista (conservador/progresista) es una constante universal, con valor numérico de 3,14, si no se es preciso.

Cuando engendramos a nuestras hijas sabíamos que la relación entre sus vidas tortuosas y su edad era, no que iba a ser, de 3,14. Por este motivo se les nombrón en su estadío gestacional Euclides. Hoy su vida se acorta y su rugosidad aumenta, por lo que su valor va superando el de 3,14.








La identidad como problema

Donato Ndongo-Bidyogo
ABC, 01-05-15


"Europa, habituada a invadir y expandirse hacia otras tierras, no asume con agrado la instalación en su territorio de gente de pigmentación intensa o credo diferente. Como consecuencia, se sienten extranjeros  aunque nacieran aquí, o transcurra aquí la mayor parte de su vida"


La creciente presencia de africanos en Europa produce efectos colaterales perversos, poco perceptibles, merecedores de análisis distintos del habitual discurso tópico. Parece ilógica, ilícita, la reacción del avestruz ante situaciones  que originan fenómenos indeseables , como el desapego a los valores de la sociedad en que viven, expresado de modo radical, de jóvenes nacidos o crecidos aquí, supuestamente integrados. Conductas cuyo patetismo constituye denuncia desgarradora de las fallas del sistema, reputado de idílico desde una auto complacencia acrítica.

Existen problemas, y deben ser debatidos. Muchos ignoran  que nacer en España no otorga la ciudadanía española. Como es normativo en otros países; esos niños conservan la nacionalidad de sus progenitores. Siendo restrictiva la ley, ¿qué decir de los modos de una sociedad que no asimila los vástagos  de madre o padre extranjero?. ¿Cuál es la identidad  del ciudadano nacido en Europa de matrimonios mixtos?. Cuestión no baladí, al trascender la aparente solución jurídica. El pasaporte identifica la nacionalidad, no dota al titular de la seguridad íntima del sentimiento de pertenencia. El equilibrio inferior conforma  la personalidad, nutrida de afectos identitarios: lugar de nacimiento, patria, raza, religión, génesis de una cultura o cosmovisión determinadas, numen de percepciones, ideas, creencias e intereses. Cuando tales componentes son heterogéneos, difusos o de precaria ensambladura, se produce la inseguridad emocional, zozobra continúa del alma imposible de sublimarse con mera retórica.

Situación que afecta a centenares de miles de "inmigrantes de segunda generación", juventud espectral que deambula sin asideros espirituales en una incómoda tierra de nadie. En momentos de exaltación de multiculturanismos y mestizaje se, parecería que encarnan tales valores ideales, representando la culminación de la noble aspiración de haber superado todas las barreras. Pero nadie preguntó jamás al mestizo cuan cómodo se siente en su piel. Comprueba a diario la "rareza"de su existencia: negro para los blancos , blanco para los negros. Esquizofrenia arrastrada  por otras minorías cuyo proceso de adaptación  resultó frustrado por frustrante. Pese a la jaleada "tolerancia" Europa, habituada a invadir y expandirse hacia otras tierras, no asume con agrado la instalación en su territorio de gente de pigmentación intensa o credo diferente. Como consecuencia, se sienten extranjeros  aunque nacieran aquí, o transcurra aquí la mayor parte de su vida. Se comprueba la vigencia de la acertada observación del psiquiatra antillano Frantz Fanon, anotada en su utilísimo ensayo  Piel negra, máscaras blancas, traducido en España bajo el ridículo título de "¡Escucha, blanco!": el negro, consciente de su igualdad, no se percata de su negrura hasta que es abocado a percibir "su" diferencia. Trauma convertido a menudo en sorda tragedia personal.

Basta la cotidiana inquisitoria, de qué país eres, aunque tengan en sus manos tu DNI, idéntico al suyo. Basta el estigma recurrente [...]

En otra ocasión he hablado de Don Donato Nadongo-Bidyogo cuando lo hice sobre la literatura española de África. 

Cuando he leído hoy este artículo, que si recojo en mi Diario Publico es porque lo recomiendo, he sentido la necesidad de hacer el comentario que sigue.

[El europeo tiene comportamiento de rata cuando penetra en la casa de aquellos que considera sus amos, a los que reverencia, o adora.

El europeo tiene comportamiento de gato cuando penetra en la casa de aquellos que considera sus esclavos, a los que odia por recordarle que son aquellos a los que pertenece por linaje.

El europeo tiene comportamiento de rata cuando penetra en casa de aquellos que considera sus hijos, a los que reverencia y adora. A los que envidia.

El europeo tiene comportamiento de gato cuando penetra en la casa de aquellos que considera sus esclavos, a los que odia por recordarle que son aquellos  a los que pertenece por linaje.

El europeo reúne en la casa a los que odia como sus esclavos. La calle pone de manifiesto esta reunión de odiados, pues les roban su propia casa y les facilitan su caída por la calle en pendiente de su vida, mientras ellos se quedan en la casa robada.

El europeo ruega ante la casa de su señor que le de las migajas que le han caído en el suelo, aunque tenga que valerse de la puerta trasera para hacerle la limpieza.]

Hubo un tiempo que me impidieron salir del aeropuerto de La Nueva York hacia la ciudad a la que acudía para hablar sobre las bases físicas, epistemológicas, de la transposición de células, hoy se entiende como la proto-teoría de las células madre. Al tercer día, un policía nacido fuera y criado dentro de la USA se dirigió a mi para decirme que ya podía abandonar el lugar de espera del que, sin responder a mis preguntas, me habían retenido. Él me dijo: "yo no tengo la culpa. Esta gente es así". Le respondí, te comprendo. Nos dimos la mano derecha y me alejé. Cuando llegué al RC, me recibieron con alborozo: "hemos hecho lo que hemos podido". ¿Cómo sabéis que ha sido todo lo posible y lo adecuado?". Me duché y me vestí tras rehusar el pantalón vaquero que me ofrecieron y darme un pantalón corto. Tomamos un café, el mío con leche.  Nos sentamos a la mesa y nos pusimos a trabajar, pues era a lo que acudía. Estás serio, me espetó el "jefe". No es que ni soy gato ni soy soy rata.

Al finalizar y, tomándonos un pincho, o sándwich, me preguntaron que quise decir cuando les respondí que no era gato ni rata. En la próxima intervención os contestaré. Así lo hice para explicar las bases epistemológicas de la "señal de mando de entrada".



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