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20 jul 2015

Error metodológica en las Políticas Económicas de los Estados de la Unión Europea.


La regulación del Mercado, en una Economía Centralizada, propia de la Unión Soviética es la propia de una científica "criada" en la Unión Soviética. El Mercado Mundial no está cercado como en la Unión Soviética.

En un Mercado Abierto, o Globalizado, la Unión Europea no ha sabido que no es la Regulación sino el Autocontrol la relación posible. Su educación en la "regulación" y no en el "control" ha llevado a la Unión Europea a la asfixia económica: reducida su producción, reducido su consumo, tomadas sus reservas, se ha quedado en una Isquemia anémica/Asfictica. Merkel ha estado actuando y lo sigue haciendo tomando por su mano la "señal de mando de entrada" del "servo" de la Política Económica. El  referido "principio de solidaridad" es el "principio de sacrificio" de los diferentes tejidos de un servivo. En todo Sr vivo la "Reacción de Adaptación" supone la muerte, escalonada de cada uno de los tejidos quedando como final el Aparato Cardio/Ventilatorio. El último reducto es la parada ventilatoria, el sistema que hace posible el movimiento de todos los fluidos. Progresivamente se vá produciendo el estancamiento de fluidos, sacrificando primero el aporte de "alimentos".

Los rusos Sechenov, Paulov y Anohin describieron el reflejo, o respuesta de adaptación al ambiente, desde el primero, la anticipación del cambio ambiental (reflejo condicionado de Pavlov) y Respuesta de Adaptación según señal de mando de entrada (Anohin descubrió que el individuo tiene su especificidad en función de su edad y del ambiente con el que cohabita. Una célula de trabajo X, cuando se traspone a otro ambiente se adapta y toma como trabajo X'. Hoy a estas células se les denomina "madre" o, como diría Isaac Newton, "células gravitacionales" y, que yo denomino "gravitones"). 

El ambiente de Alemania determina una política económica (PEA). Trasplantada la PEA a España  se adapta a esta en forma de PEE. Ambas políticas, aunque en su origen son las mismas, en su trasposición, o aplicación, son diferentes. Evaluar ambas políticas con las mismas variables es un error metodológica. Merkel lo sabia y, por ello, no quiso someter a las mismas pruebas la Banca Española y a la Banca Alemana, que aún tenemos sin evaluar. 

Tener una Política Económica Común a todos los Estados de la Unión Europea, supone considerar que el "ambiente económico" de todos los Estados es el mismo; es decir, cometer el error de la política centralizada de la Unión Soviética. Francia es el Estado "paladín" en la "Economía Regional" desde los años cincuenta.

La "asimetría", el "hecho diferencial" de cada una de las CCAA de España y de los "territorios alemanes", es manifestación de la concepción regional de la economía. El no considerar homogénea la economía, el no considerar "maoísta" la economía, es el punto de partido para diseñar una política económica del Estado del Reino de España. Hemos de tener en cuenta que en sentido estricto, no tenemos una "política económica", ni tampoco una "política tributaria".

EDITORIAL

Regulación independiente

El País, 19-07-15


El término “reformas estructurales” ha sido tradicionalmente contagioso y equívoco; no hay político que no lo invoque con generosidad, porque se supone, no se sabe bien con que fundamento técnico, que constituyen el único camino para “salir de la crisis y entrar en la recuperación” ni se ha identificado a nadie, en Bruselas o en Madrid, que haya enunciado correcta y sistemáticamente cuáles son esas reformas estructurales milagrosas. Puede inferirse, por mandato de los hechos y las decisiones adoptadas por los gobiernos europeos, sobre todo el español, que las reformas estructurales son la bancaria o financiera, la laboral, la de las pensiones y quizá la administrativa (muy olvidada últimamente); y debe inferirse también, por la fuerza de los hechos, que el concepto reforma utilizado aquí y por los gobiernos de ahora significa más bien “recortes” _en el caso de las actividades que tienen que ver con el estado del bienestar_ o ayudas públicas (en el caso de la bancaria). Esta versión de reforma nada tiene que ver con el sentido tradicional y exacto del término, que define un cambio para mejorar una situación o que conforma una nueva mayoría de personas beneficiadas por un sistema cambiado.

Pero el caso es que sí hay (o son posibles) “reformas estructurales” de las que producen mejoras eficientes para una mayoría de los ciudadanos. Las más evidente es la fiscal, evitada obsesivamente por el Gobierno de Rajoy con el método de sustituirla por subidas de impuestos primero, para hacer frente a las urgencias del déficit, y por la rebaja de impuestos después, de carácter estrictamente electoral. Pero el sistema fiscal español no debería admitir más remiendos; o se procede a un cambio integral, que reordene correctamente la posición de todos los impuestos con tres criterios básicos: aumentar la recaudación, afianzar el Estado de Bienestar y, en la medida de lo posible, estimular el ahorro. Cubrir tantos y tan complejos frentes puede hacerse reduciendo el fraude fiscal, eliminando desgravaciones fiscales (sobre todo en Sociedades), simplificando el IRPF y construyendo un nuevo IVA.

Y falta una reforma en profundidad de los mercados de bienes y servicios, con el objetivo de que la formación de precios sea transparente y, en la medida de lo posible (siempre lo es) exista una presión competitiva para bajar algunos precios que tienen, valga la expresión, carácter estratégico. Por poner un ejemplo, parece incorrecto que en estos momentos la industria española esté pagando un precio de la electricidad muy superior a la media de las industrias europeas (algunos estudios sitúan esa diferencia en el 30%). Las piezas orgánicas encargadas de garantizar que las formaciones de precios sectoriales son correctas son los reguladores independientes. Pero el hecho es que no funcionan; ni previenen las supuestas colusiones de precios en los mercados con elevado nivel de dominio (combustibles, electricidad) ni advierten a los inversores financieros de las irregularidades persistentes en operaciones con acciones (el caso más reciente es el de la compra de Funespaña).

Y si reguladores como la Comisión de Mercados y Competencia (CNMC) y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV)no funcionan de debe a dos razones principales: ni son verdaderamente independientes, sustentados sobre bases técnicas capaces y orientados por vocales políticos “de reconocido prestigio” ni los poderes públicos han delegado en ellos una capacidad suficiente de acción. Por lo tanto, están predeterminados al fracaso. En su mejor versión, se limitan a actuar como denunciantes de disfunciones en los mercados; en el peor, se refugian en el silencio. El modelo de regulación puesto en marcha por el Gobierno Rajoy no ha funcionado; y que el Gobierno que venga tendrá que cambiar profundamente las bases de la regulación.




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