A mi pueblo Lughonia y Puhria en su caminar desde la Montesona a La Mianda a su paso por Mundin.
¡Que Lugh nos guíe en nuestro peregrinaje en busca de la tierra deseada que nos permita una vida en convivencia.
Un punto azul pálido.
El catorce de febrero de mil novecientos noventa, el hombre se hace una fotografía desde la sonda espacial Voyager 1 desde una distancia de seis mil millones de kilómetros.
Como en el espejo de Matsumaya se quedó perplejo al ver que desde fuera del Sistema Solar le veían como un punto azul pálido.
Al pronto se cubrió para que no le vieran sus vergüenzas. Se dice que no tuvo tiempo a taparse. Desde entonces hace una vida retirada en su celda oscura desde la que en su techo ve diariamente luz y sombra; unas veces una es más duradera que la otra. Se avergüenza de salir de la celda a la que entiende que es su sepulcro, o lugar de espera en perder su razón y convertirse en polvo sin forma ni color.
Ese día, unos pocos humanos que habitaban la Montesona, no se avergonzaron y siguieron buscando el camino a la Miranda. En su camino a La Miranda hicieron parada en Puhria, la tierra de su madre, para atravesar el punto crítico de no dar arrepentirse al que dieron por nombre Mundin. Llegados a la tierra azul pálido de su padre, iluminada por Lugh, tomaron parte de la misma donde aún conviven en familia unida por el deseo de continuar el camino emprendido por sus padres al encuentro de la tierra deseada por ellos y no prometida por Dios Creador y Vengador Padre, La Miranda.
A quienes no conozcáis la necesidad de soñar con un deseo, os invito a realizar el camino realizado por los proto-astures, los lughones que aún siguen habitando en la tierra que desde las 10 a las 20 horas del día ilumina Lugh y el resto del día les abriga con el calor extendido donde reposan sus cuerpos en descanso hasta el día siguiente.
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