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19 ago 2014

Las cadenas de Navarra




La invención del pasado
Verdad y ficción en la historia de España
Miguel-Anxo Murado


Las cadenas de Navarra son un ejemplo aún más complejo de como un objeto interactúa con su propio relato. Las crónicas antiguas contaban una extraña anécdota de la batalla de Las Navas de Tolosa (1212). Aparentemente, los guerreros musulmanes se habían atado con una cadena para convertirse en un muro infranqueable frente a los asaltos de la caballería. Según estas mismas fuentes, en un momento clave de la batalla, el rey Sancho VII de Navarra se abalanzó contra el enemigo y corto la cadena de un mandoble. La anécdota fue tenida por cierta durante siglos, en realidad hasta hace poco. Los libros de divulgación todavía le dan más o menos credibilidad. Evidentemente, es una leyenda. Pero lo que importa aquí no es que sea falsa, sino el modo en que es falsa.
En sí mismo, ya es interesante ver como la anécdota va mutando a lo largo del tiempo. En sus primeras versiones del siglo XIII la historia no transcurría en Las Navas de Tolosa sino décadas más tarde, en Navarra, durante las llamadas guerras de la Navarrería. Aparecían ya las cadenas pero el rey no las cortaba. Fue más adelante cuando alguien, posiblemente pensando en la famosa historia de Alejandro Magno y el nudo gordísimo (la historia tiene una larga tradición en otros lugares y con otros personajes), incorporó el detalle del mandoble. Luego, otro cronista posterior resituó la anecdocta, pasándola de una guerra oscura entre cristianos, como había sido la de la Navarrería, a Las Navas de Tolosa, una batalla más famosa, y más apropiada para la mistificación puesto que había tenido lugar entre cristianos y musulmanes. Finalmente se embelleció la historia con un añadido: junto con las cadenas, el monarca navarro habría capturado una esmeralda perteneciente al rey enemigo. Y lo más curioso es que, por lo que sabemos ahora, las cadenas figuraban ya como símbolo navarro en algunas representaciones antes de las batallas en cuestión. Aquí, por tanto, la referencia va en dirección contraria: el objeto no existe para justificar la historia sino la historia para justificar el objeto. Algo existe y se le busca una explicación a posteriori, ajustando luego el orden del discurso para que parezca que lo que es posterior es anterior.
Existía el símbolo de las cadenas, pero no las cadenas mismas, que aparecieron entonces para dar credibilidad a la historia. Como con la Tizona, no surgió un único ejemplar, naturalmente. Hay un juego de cadenas en Roncesvalles y otro en Pamplona.
Pero el asunto todavía nos reserva otra sorpresa. En realidad, lo que se creía tradicionalmente que eran cadenas  en el escudo de Navarra no son tales sino un carbunclo (una piedra preciosa), y así lo describen las primeras referencias de que disponemos. A alguien, en algún momento, debió de parecerle los eslabones de una cadena, un objeto preñado de simbolismo a religiosos y místicos. El problema es que con el paso del tiempo se fue haciendo evidente que esas cadenas que se conservaban en Roncesvalles y en Pamplona no se parecen a las representaciones tradicionales del escudo de Navarra. Así que, puesto que era más fácil transformar un símbolo abstracto que prescindir del objeto concreto, en 1910 se tomó finalmente la decisión de redibujar el escudo de Navarra para que representase exactamente las cadenas que realmente existen. [...]

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