Papa Francisco
2. Sin embargo, al hablar de la fe como luz,
podemos oír la objeción de muchos contempo-
ráneos nuestros. En la época moderna se ha pen-
sado que esa luz podía bastar para las sociedades
antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos
nuevos, para el hombre adulto, ufano de su ra-
zón, ávido de explorar el futuro de una nueva
forma. En este sentido, la fe se veía como una
luz ilusoria, que impedía al hombre seguir la au-
dacia del saber. El joven Nietzsche invitaba a su
hermana Elisabeth a arriesgarse, a «emprender
nuevos caminos... con la inseguridad de quien
procede autónomamente». Y añadía: «Aquí se
dividen los caminos del hombre; si quieres alcan-
zar paz en el alma y felicidad, cree; pero si quie-
res ser discípulo de la verdad, indaga».3 Con lo
que creer sería lo contrario de buscar. A partir de
aquí, Nietzsche critica al cristianismo por haber
rebajado la existencia humana, quitando novedad
y aventura a la vida. La fe sería entonces como un
espejismo que nos impide avanzar como hom-
bres libres hacia el futuro.
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