La sociedad de coste marginal cero.
El Internet de las cosas, el procomún colaborativo y el eclipse del capitalismo.
Jeremy Rafkin
(Traducción de Gentis Sánchez Barberán)
Paidós/Estado y Sociedad, 2014
Los activistas apoyan muchas iniciativas, pero se unen en torno a un simbolismo común -su resolución para recuperar la plaza pública- y, con ello, reabrir los muchos procomunes restantes que han sido expropiados, acotados, politizados y comercializados por el interés de una minoría privilegiada. Los jóvenes de la plaza Tahir en la Primavera Árabe, los participantes en el movimiento Ocupy Wall Street y los manifestantes del parque Gezi de Estambul o de las calles de São Paulo son la avanzadilla de un fenómeno cultural cuyo tema subyacente es oponerse a los acotamientos en todas sus formas y establecer una cultura transparente, no jerárquica y colaborativa. Son los nuevos "comuneros".
El difunto Jonathan Rowe, uno de los impulsores del nuevo procomún en red, explicaba así la idea de lo que significa el procomún:
[...] La palabra procomún siempre provoca un momento de desconcierto. [...] Pero el procomún es más básico que el Gobierno o el mercado. Es el extenso ámbito formado por el patrimonio común de todos nosotros que solemos usar sin abonar aranceles ni peajes. La atmósfera y los mares, las lenguas y las culturas, el acervo de conocimiento y sabiduría, los sistemas informales de apoyo a la comunidad, la paz y la tranquilidad que ansiamos, los componentes genéticos de la vida: todos son aspectos del procomún.
Me gusta especialmente una máxima sobre la naturaleza del procomún, de la que es autor el naturalista Mike Bergan, que apunta directamente al núcleo de la lucha actual entre capitalistas y colaboratistas:
Los procomún es antiguo y los nuevos definen la gestión de la abundancia de la Tierra por parte del ser humano. Decir que algo es un procomún significa que se tiene en común y se gestiona colectivamente. El término "procomún" define una forma de gestión o gobierno. Hess nos recuerda que nada se puede convertir en un procomún sin los recursos tecnológicos para gestionarlo. Los cazadores-recolectores disfrutaban de la abundancia de la naturaleza pero no la gestionaban. El procomún empieza con la agricultura y el pastoreo. Los océanos no fueron un procomún hasta que aparecieron navíos para navegar por ellos.
La Edad Moderna trajo un aluvión de tecnologías nuevas que permitieron gestionar ámbitos de la biosfera terrestre que antes no estaban sujetos a supervisión. La imprenta, la electricidad y, más adelante, el espectro electromagnético, la aviación, la nanotecnología o la genética han abierto ámbitos de gestión antes desconocidos o inexplorados. La gestión de estos ámbitos nuevos puede estar en manos del Estado, del mercado privado o del procomún.
.... las matrices de comunicación/energía de las dos primeras revoluciones industriales exigieron inversiones enormes de capital financiero y se basaron en empresas de integración vertical y en mecanismos de control centralizados para lograr economías de escala. Todo ello situó la economía en manos del capitalismo con la ayuda del Estado. La matriz de comunicación/energía de la Tercera Revolución Industrial -el Internet de las cosas- se basa mas en el capital social que en el capital de mercado, es de escala lateral y se organiza de una manera distribuida y colaborativa, con lo cual la gestión en procomún con la participación del Estado se convierte en el mejor modelo de gestión.
Según Yochai Benkler, el "software" libre recibe una cantidad desmesurada de atención,
[...] pero en realidad solo es un ejemplo de un fenómeno socioeconómico mucho más amplio. Opino que estamos asistiendo al nacimiento de un modo nuevo de producción en el entorno digital conectado en red. Llamo a este modo "producción entre iguales basada en el procomún" para distinguirlo de los modos de empresas y mercados basados en propiedades y contratos. Su característica esencial es que grupos de personas colaboran con éxito en proyectos a gran escala siguiendo una gran variedad de motivaciones y señales sociales, en lugar de seguir los precios de un mercado o las consignas de una dirección.
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