En mi empresa social, ATR Aplicaciones de Trabajos en Red, sentimos cada día la realidad de esta nueva gestión híbrida cuando elaboramos planes generales de adaptación a la Tercera Revolución Industrial para ciudades, regiones y países. Las iniciativas que llevamos a cabo para ayudar a las comunidades a construir infraestructuras IdC son acuerdos de colaboración donde mercados y procomunes actúan en paralelo, se alimentan mútuamente y colaboran en estructuras de gestión, casi siempre con la participación de un Estado que establece regulaciones, leyes e incentivos financieros. En su libro Capitalismo 3.0: A Guide to Reclaiming the Commons, Peter Barnes imagina un futuro que refleja nuestro trabajo cotidiano sobre el terreno en países de todo el mundo:
"La diferencia básica entre las versiones 2.0 y 3.0 es que la segunda incluye un conjunto de instituciones a las que llamo "sector del procomún". En lugar de tener un solo motor -el sector privado dominado por la empresa-, nuestro sector económico mejorado actúa con dos: uno para gestionar el beneficio privado y otro para conservar y aumentar la riqueza común".
También puedo afirmar con toda certeza que, en el mundo real, la pugna por definir el futuro económico gira en torno a la clase de infraestructura que se va a desplegar para la era que se avecina. El mercado capitalista y el procomún colaborativo seguirán coexistiendo -a veces con sinergias y a veces compitiendo o hasta enfrentarse entre sí-, pero cual de los dos modelos se acabará imponiendo y cual quedará relegado a un nicho dependerá, en gran medida, de las infraestructuras que construya la sociedad.
Bueno, en realidad no es ATR, sino TIR Consulting Group, y el texto corresponde a Rifkin en el libro del que he anotado anteriormente. ATR es una empresa fundada en los años ochenta con la finalidad de procomún y la introducción de socios, a modo de transposición de células del colon a la cabeza del núcleo caudato, como experimento de transición del agónico sistema capitalista al procomún. Sigue el procomún y se mantiene el capitalista como huevo fosilizado.
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