La taberna en Asturias a principios del siglo xx. Notas para su estudio.
Jorge Uría
Universidad de Oviedo
La taberna -o como se solía decir en las comarcas asturianas, el chigre- emerge de la documentación regional de principios de siglo como una realidad cargada de amenazas, y responsable de no pocos comportamientos peligrosos del proletariado. La visión negativa de la taberna o, simplemente, la ignorancia acerca del complejo papel que jugaba este tipo de locales, tanto en lo que toca a las actividades cotidianas de sociabilidad de las capas populares, cuanto a las propias, incluso, del movimiento obrero organizado, ha perdurado hasta nuestros días y sólo recientemente se pueden registrar algunos ejemplos de un saludable cambio de perspectiva.
A decir verdad, gran parte de la fundamentación -con visos de cientificidad- en la que se basaban a principios de siglo estos juicios de valor, reposaba en minuciosos trabajos de criminología; una disciplina que en la Universidad de las conversaciones y de la vida de relación con sus compañeros, interrumpida durante el tajo. Ningún local estaba en condiciones de hacerle competencia a la taberna en este terreno, ni siquiera la vida familiar de los domicilios obreros; desarrollada, según la descripción de éste y otros textos, en viviendas reducidas, antihigiénicas y escasamente confortables. Fuera de la taberna las oportunidades de aprovechar el tiempo libre se restringían extraordinariamente. Caso de residir en el interior de los núcleos urbanos -La Felguera o Sama- se podía, desde luego, compartir en algún grado la infraestructura de ocio del casco de las ciudades; sin embargo, esto no siempre era posible. Una buena porción de los pozos estaba alejada de estos centros; «la inmensa mayoría de los trabajadores», aparte de tener poco dinero, habitaba a una legua de los tajos, y por tanto, las tabernas abiertas en cualquier lugar de paso en el camino hacia sus domicilios, constituían una oportunidad ineludible para «cambiar impresiones con sus compañeros, y vivir la vida de relación que hoy más que nunca va haciéndose indispensable para toda persona medianamente culta».
Tan sólo existía una posible alternativa a la taberna, apuntada en los últimos e interesantes párrafos de su colaboración periodística. Y ella consistía, antes que en suprimir las tabernas, en desviar su sociabilidad hacia otros «centros instructivos y de recreo», en donde se pudiese intervenir en el grado suficiente como para que pasasen a ser núcleos «bien organizados y dirigidos», y «(oo.) verdadera salvaguardia de la seguridad pública y un medio de cultura que en la práctica da resultados excelentes para la mejor inteligenciade todos y para que ni por unos ni por otros se llegue a exageraciones tan perjudiciales como mal entendidas».
En definitiva, todo un programa sobre el que incidirían un conjunto de estrategias patronales de sustitución de la taberna, y en el que coincidirían -cierto que con muy otras intenciones- las organizaciones políticas o sindicales del movimiento obrero; aspecto éste sobre el que se habrá de insistir en estas páginas más adelante.
2. La extensión de las tabernas y el problema del alcoholismo.
La obsesión de los publicistas, médicos, higienistas o criminólogos de todo tipo durante esta época por la taberna, permite, afortunadamente, fijar con alguna precisión los niveles que pudo alcanzar aquella tupida red de espacios de sociabilidad.
n reputado médico de la región como Arturo Buylla y Alegre, especialmente significado en la lucha contra la taberna y el alcoholismo, usando las estadísticas de la administración de impuestos, llegó a establecer un registro bastante detallado del número de tabernas existentes en Asturias en 1902. Las insuficiencias de estos cálculos, sin embargo, fueron advertidas por el propio Buylla en el comentario que hacía a estos datos, incidiendo en el hecho de que las cifras debieran, al menos, de multiplicarse por diez para poder considerarlas minimamente significativas de la realidad existente. Ignoro si esa sería una proporción ajustada, y si ésta pudiese aplicarse en igual modo a todos los casos que Buylla consideraba. Un año después de hacerse públicos su datos, el diario ovetense El Carbayón hablaba de 513 tabernas en Langreo, donde Buylla apenas si registraba 140.
Efectivamente las cifras oficiales de tabernas no recogían el sinnúmero de locales que, con este u otros nombres, ejercían sus funciones. De hecho, las tiendas mixtas, los figones o casas de comidas, ciertos cafés económicos y otros locales de este tipo, podían reconocerse con este nombre o con el de una simple taberna dependiendo de la fuente que de ellos tratasé. No es creible, por otra parte, la baja densidad de locales de algunas zonas rurales; por muy apartados que estuviesen de los concejos más desarrollados, las funciones de las tabernas debieron de subsistir en muchas aldeas adosadas a las de las tiendas mixtas, en donde al paso que se vendían géneros de...
No hay comentarios:
Publicar un comentario