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23 mar 2014

Desde mi desván.


de un modo como no he podido hacerlo hasta ahora con nadie, y espero que seas un gran apoyo para mí.
Ana Frank, 12 de junio de 1942



El 19 de marzo de 2012, al despertar, me acordé de ti, padre. Eran las 4,30 horas, la hora a la que me despertaste en tantos días que no tendré nunca dedos para contarlos. Recordé cuantas veces me volvías a contar tu vida y circunstancias. Siempre me comprometí a que no se borrase tu memoria y que se hiciera pública para que no fuera una línea blanca pintada en un turbulento océano vital.



Cuando te enseñé tantas libretas escritas me afeaste el hecho de un riesgo innecesario tener por escrito aquello que es de idiotas.



Te he dicho que conservaré, donde el abuelo lo hizo, tu carte d'identite. Mi identidad la he unido a las vuestras. 



Te dije: "espero que no sea necesario volver a utilizar tu carte, la última vez cuando la renové en tu lugar de nacimiento. Me robaron el teléfono con la información necesaria, pero lo hicieron una vez hecha la gestión.



Te dije: voy a dejar por escrito público todo aquello que desde 1915  ha sido privado de la luz vulgar.



No me gusta darte las gracias, por cuanto no alcanza a satisfacer mi sentimiento por el esfuerzo y callado ejercicio a los tuyos; de los que han puesto sobre tus hombros tan pesada carga y que tu has llevado como un acto de servicio necesario para los que te continuamos.



El riesgo de no poder cumplir con la promesa hecha entre 1958 y 1962, me obliga a escribir, a modo de diario de Ana Frank, por cuanto daré cuenta de mis años encerrado en el desván de la casa que tu bien has sabido construir.



Antes de terminar los dos años, es mi deseo anotar tres episodios con los cuales dar desenlace a la nueva novela.



Es mi deseo el que las hijas continúen anotando durante generaciones.

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