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31 may 2014

La tragedia de Ricardo III

Esta noticia sobre la realidad física de Ricardo III, puede ser motivo para leer la obra de su nombre, donde se describe su carácter a través de malformaciones, aunque siempre se ha entendido que el autor hacia descripción de su estado físico.

Las malformaciones no son enfermedades, ni estas son maldiciones de un dios vengativo, como se creía en aquellas fechas y, por demasiados, en estas.


El término malformación se ha de entender como formación rara, o poco frecuente. 


Se toma, habitualmente, que la formación de bondad máxima es aquella que responde a un criterio de simetría, o eje de perfección. En el arte plástico, hace ya muchos siglos que este criterio ha perdido todo sentido.


Nada hay en el Universo que gire en torno a un punto, o eje.


Ya en otras ocasiones he anotado que la línea recta no es real. Es la línea curva la real y, ni siquiera es real la existencia de la línea ni del punto.




(La obra se encuadra entre 1471, cuando muere Enrique VI, y 1485, cuando se produce la batalla de Bosworth)

William Shakaspeare
La tragedia de Ricardo III
Escena primera


Londres – Una calle Entra Gloster
GLOSTER.- Ya el invierno de nuestra desventura se ha transformado en un glorioso estío por este sol de York, y todas las nubes que pesaban sobre nuestra casa yacen sepultas en las hondas entrañas del Océano. Ahora están ceñidas nuestras frentes con las guirnaldas de la victoria; nuestras abolladas armas penden de los monumentos; nuestros rudos alertas se han trocado en alegres reuniones; nuestras temibles marchas en regocijados bailes. El duro rostro del guerrero lleva pulidas las arrugas de su frente; y ahora, en vez de montar los caparazonados corceles, para espantar el ánimo de los feroces enemigos, hace ágiles cabriolas en las habitaciones de las damas entregándose al deleite de un lascivo laúd. Pero o, que no he sido formado para estos traviesos deportes ni para cortejar a un amoroso espejo...; yo, groseramente construido y sin la majestuosa gentileza para pavonearme ante una ninfa de libertina desenvoltura; yo, privado de esta bella proporción, desprovisto de todo encanto por la pérfida Naturaleza; deforme, sin acabar, enviado antes de tiempo a este latente mundo; terminado a medias, y eso tan imperfectamente y fuera de la moda, que los perros me ladran cuando ante ellos me paro...¡Vaya, yo, en estos tiempos afeminados de paz muelle, no hallo delicia en que pasar el tiempo, a no ser espiar mi sombra al sol, y hago glosas sobre mi propia deformidad! Y así ya que no pueda mostrarme como un amante, para entretener estos bellos días de galantería, he determinado portarme como un villano y odiar los frívolos placeres de estos tiempos. He urdido complots, inducciones peligrosas, válido de absurdas profecías, libelos y sueños, para crear un odio mortal entre mi hermano Clarence y el monarca. Y si el rey Eduardo es tan leal y justo como yo sutil, falso y traicionero, Clarence deberá ser hoy estrechamente aprisionado, a causa de una profecía que dice que J. será el asesino de los hijos de Eduardo. ¡Descended, pensamientos, al fondo de mi alma! ¡Aquí viene Clarence!

Entran CLARENCE, custodiado, y BRAKENBURY

¡Buenos días, hermano! ¿Qué significa esta tropa armada que sigue a Vuestra Gracia?

CLARENCE.- Su Majestad, interesándose por la seguridad de mi persona, me ha designado esta escolta para conducirme a la Torre.

GLOSTER.- ¿Por qué causa?

CLARENCE.- Por llamarme Jorge.

GLOSTER.- ¡Ay milord! Esa no es culpa vuestra. De eso debía hacer responsable a vuestros padrinos... ¡A no ser que Su Majestad tenga intención de bautizaros de nuevo en la Torre! Pero ¿cuál es el motivo, Clarence? ¿Puedo saberlo?

CLARENCE.- Sí, Ricardo, cuando yo lo sepa, porque protesto que aún lo ignoro; pero, a lo que presumo, el rey presta demasiada atención a profecías y sueños, pues suprime la J del abecedario y dice que un mago le ha predicho que su descendencia será desheredada por J. Y, pues mi nombre de Jorge comienza por J, se le ha puesto en la cabeza que yo soy él. Estas y otras puerilidades semejantes son, a lo que opino, las que te han movido a Su Alteza a encarcelarme. 

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