Werther
Goethe
[...]
Werther se quedó aterrado.
—Os ruego—añadió Carlota—que lo hagáis así, y os lo ruego porque lo exige mi tranquilidad. Esto no puede continuar, Werther; no, no puede continuar.”
Él bajó los ojos y, paseándose por la habitación a grandes pasos, murmuraba entre dientes: “Esto no puede continuar.”
Carlota, al ver el violento estado en que habían sumido sus palabras, trató por mil medios de distraerle de sus pensamientos; pero fue en vano
—No, Carlota—exclamó—, no volveré a veros.
—¿Por qué, Werther? Podéis y hasta debéis venir a vernos, pero también debéis procurar ser más dueño de vos. ¡Ah! ¿Por qué habéis nacido con ese fuego indomable y esa apasionada violencia que mostráis en vuestras afecciones? Os suplico—añadió cogiéndole la mano— que procuréis dominaros. Vuestro talento, vuestras relaciones, vuestra instrucción os tienen reservados muchos goces. Sed hombre...
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