Para Eos, en el recuerdo nunca interesado más que en su bienestar.
La economía de Europa ha llegado a la vía muerta. El tren condado por el Partido Popular de Europa ha tomado la no adecuada por sus consecuencias, lo que no quiere decir que no sea la acertada por ser la elegida.
Las balizas que llevan tiempo dando la alarma, no son las responsables. La economía no es un tren de alta velocidad sino de baja velocidad que depende del "maquinista".
En este caso no ha sido la ausencia de balizas sino de un maquinista de rígida y mezquina mentalidad, llamado Merkel.
El responsable del vagón de España, Rajoy, ha de soltar la cadena del vagón y reconducirlo. Si continúa unido al tren absurdo actual, nos hará descarrilar antes que lo haga la "locomotora"
Puede el Partido Popular seguir diciendo que la economía de España esta encarrilada hacia buen fin y, llegado el momento del descarrilamiento echarle la culpa a las balizas, o indicadores de la bondad económica. Pero, los españoles que vamos en este tren ya no estaremos, ni siquiera para gemir como cobardes lo que no hemos sabido defender como ciudadanos responsables. Caminaremos errantes por la sierra nevada que rodea nuestro alcázar donde el murmullos de las fuentes no nos dejan oír y, el frondoso jardín, no nos deja ver la luz azul del cielo.
Draghi dice que la eurozona está “en punto muerto” y prepara más medidas
El BCE inicia una transición “hacia políticas más activas en la gestión del balance”
El País, Claudi Pérez Bruselas 22 Septiembre 2014
Contra el discurso triunfalista de las “raíces vigorosas” que no terminan de arraigar, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, hizo este lunes un ejercicio de realismo: admitió que la economía europea “pierde impulso” y de hecho está ya “en punto muerto”. Y para salir de ahí, insistió en que Europa necesita tener fe en una especie de trinidad: debe activar estímulos monetarios y fiscales, inversión y reformas. Las tres cosas, y las tres a la vez. Draghi, que repite ese nuevo estribillo desde el verano tras varios años reclamando reformas y recortes (pero no estímulos e inversiones), anunció en la Eurocámara aún más activismo: el BCE está iniciando “una transición desde una política monetaria básicamente pasiva a una gestión más activa del balance”. Traducción libre: a la corta habrá compras de activos privados (cédulas hipotecarias y títulos financieros asegurados, los ABS), pero a la larga, si la inflación sigue dando disgustos y la economía sigue en ese tono mortecino, el BCE “está listo para usar más instrumentos no convencionales”. Es decir, compras de deuda pública y privada a la americana.
Draghi conoce como nadie las tripas de la banca, que está a punto de diseccionar con los exámenes de calidad de los activos. Mima su relación con la canciller Angela Merkel, de la que necesita luz verde a cada paso. Y es quizá el único líder europeo que ha entonado un mea culpa por las recetas equivocadas, que han acabado con la eurozona al borde de una tercera recesión —tres caídas del PIB que en realidad son tres cortes de la misma herida—, la inflación desaparecida y el riesgo de una enfermedad japonesa. Pero ha sabido cambiar el discurso: frente al acento en las políticas de oferta de los últimos años, ahora admite que la demanda interna europea no arranca. Y avisa de un catálogo de riesgos abrumador: Draghi apuntó ante los parlamentarios que los indicadores económicos son “más débiles de lo esperado”, a los que se unen “tensiones geopolíticas, un nivel de paro inaceptablemente alto y un débil crecimiento del crédito que frenan la reactivación”.
El BCE ya ha empezado a disparar. La semana pasada activó la manguera de liquidez, con resultados menos brillantes de lo esperado (pese a que Draghi explicó que las cosas fueron según lo previsto). Y en octubre empezará con las compras de activos privados. El Eurobanco “controla de cerca los riesgos para la inflación”, y para ello “está listo para usar medidas extraordinarias adicionales”, dijo, en un discurso en el que siempre figuran la necesidad de reformas y de mantener la credibilidad de las reglas fiscales, aunque con más flexibilidad. Y la vuelta de un capítulo casi desaparecido de los presupuestos: “Las inversiones están bajo mínimos”. Alemania y los países con margen fiscal deben invertir más, señaló. Aunque lo dijo muy a su manera: “Deben seguir las recomendaciones específicas de la Comisión”.
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