No el desprecio de las personas, sino el aprecio de su subespecie.
Sólo en el jardín de Dios es posible el perjurio. Y sólo en el jardín de los hombres es posible cumplir la condena que en la propia naturaleza del perjuro lleva consigo. No hay condena mayor que no saber porque se te castiga a vivir en el jardín de mentira. Inane existencia para contemplar el sufrir de unos hijos nacidos del perjurio.
"Has prometido fidelidad y has tenido hijos fruto de tu infidelidad. Llora eternamente por no saber vivir fiel. Seguirás viviendo en lo más profundo del carmen donde sólo te asiste la inmensa luz de la inmensidad de la ignorancia. Allí, tu cabellera será de tus hijos serpientes que apretando tu cuello hacen brotar la lengua de la mentira, incapaz de pronunciar palabra alguna y si el sonido estridente de la baba que lentamente te asfixia". (Lughio, Obras escogidas de su tratado sobre la subespecie humana de reptantes y el nicho ecológico en el que habitan)
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