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28 sept 2014

Transparencia y no regeneración. La virtud...



La república de la virtud
Joaquín Miras Albarrán



El conflicto se desarrolló sobre tres objetivos: la defensa de los bienes comunales, el control público de los derechos de propiedad privada y el control público de las relaciones comerciales -controles públicos de las actividades de los particulares-.

Las comunidades defendieron siempre los bienes comunales y trataron de extender el carácter de bien comunal a recursos depredados por la nueva economía y que hasta entonces no habían merecido el interés de las comunidades por parecer inagotables.

Pero la conflictividad social más extendida adquirió un carácter de defensa del consumo, y el objetivo era el control de los comestibles y de sus precios.

Para impedir el monopolio y el acaparamiento de los bienes de primera necesidad por parte de los grandes propieta- rios o por los grandes comerciantes, se defendió el control público sobre la comercialización en el mercado de los bienes de primera necesidad, "subsistencias" o "víveres". Estos, en primer lugar, debían ser vendidos públicamente en el mercado de la comarca. Estaba prohibido realizar la venta a domicilio, de espaldas a la comunidad -publicidad de lo "privado"-. Los productos habían de ser llevados y almacenados en el propio mercado a la vista de los compradores. Se prohibía que el productor acaparase bienes a su conveniencia y no los sacase a la venta si el precio no le convenía. Se daba derecho de prioridad a la venta al por menor sobre la venta al por mayor; la venta a los mayoristas -molineros, etc.- se permitía en los mercados sólo a partir de una determinada hora, tras la venta a los consumidores directos. Los precios estaban controlados y existía la costumbre de fijar al  precio un máximun -retengamos la palabra- tasado por la colectividad, sobre todo en períodos de carestía. Se controlaba la salida de los productos o exportación de los mismos fuera de la comarca y se impedía ésta cuando escaseaban.

La forma convencional de lucha de la comunidad, estrictamente normada, fue el “motín de subsistencias”, forma de lucha nueva que corresponde a un tipo de agresión inusitado.

El motín de subsistencias, con la requisa de los artículos de primera necesidad que se distribuían ordenadamente entre la multitud, la cual los pagaba a precio decidido por la misma y que se consideraba "justo", eran prácticas de lucha habituales reglamentadas por las costumbres de la comunidad y a las que ésta recurría para establecer su poder. La comunidad tenía derechos colectivos prioritarios sobre los individuales en lo que hace a los bienes que garantizan la existencia de los individuos.

Estas normas –“costumbres”/ moeurs- eran en gran parte nuevas, pues se habían elaborado como respuesta a agresiones antes impensables.

El poder de esta cultura de control público se comprobó en 1775, en lo que se denominó “La Guerra de las harinas”. Por esas fechas, los fisiócratas alcanzaron los puestos de gobierno y trataron de legislar la plena desregulación del mercado de bienes de primera necesidad para asentar plenamente el capitalismo y acompañaron la legislación de la ley marcial, por primera vez en la historia. La consecuencia fue una explosión social, que des- bordó el marco tradicional de la comuna para alcanzar una di- mensión nacional y un estadio de protesta de carácter político. 

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