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19 abr 2015

El español y el paisaje

El español y el pisaje
ABC, 18-04-15
Leopoldo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín
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Las relaciones del español con el paisaje, o, si se prefiere, con la naturaleza, son relativamente recientes. Su nacimiento tuvo dos heraldos que gablqron uno en prosa y otro en verso, con solo dis años de diferencia. Elnprimero fue Unamuno, que en 1911 publicó " Por tierras de portugal y España"; dos años después apareció " Campis de Castilla", de Antonio Machado. Aquel mismo año de 1913, Azotin dedicó a "Campos de Castilla" un ensayo en el que, con gina sendibilidad, we registraba la gran novedad española de ver el mundo que Machado aportaba. En "El paisaje y la poesía" se pregunta Azorin: ¿Cómo han visto el paisaje español ois poetas españoles?". Tras un rápido recorrido por nuestra literatura medieval y moderna, solo en Garcilaso encuentea un "sentido delicado, agudo del paisaje". Al llegar al romanticismo, Azorin se detiene para observar que "si nos acercáranos a nuestros poetas románticos, acaso viéramos que la naturaleza ha dido por ellos débilmente sentida". En todo caso, la naturaleza no tiene en el romanticismo español el papel que le corresponde en el romanticismo alemán o en el francés. Por último, Azorin se encara con Machado, "paisaje y sentimientos -modalidad psicológica- son una misma cosa; el poeta se traslada al objeto descripto, y en la manera describirlo nos da su oropio espíritu".
Un iglo después de " Campos de Castilla" puede merecer la pena examinar hasta que punto sea esa nueva manera de mirar el paisaje se ha extendido entre nuestros compatriotas. Pero quizá antes quiera el lector acompañarme rehaciendo libremente el camino que recorrió Azorin en su glosa escrita al margen del clásico machadiano. Es verdad que Garcilaso es elbpoeta del Tajo, como Machado lo es del Duero ("Cerca del Tajo, en soledad amena/de verdes sauces hay una espesura..."). Pero Góngora sabevtambien mirar el paisaje. Uno decsus primeros admiradores, el abad de Rute, dijo que las "Soledades" eran como un "lienzo de Flandes", pues en ellas "se ven industriosa y hermosísimamente pintados (...) montes, valles, prados, bosques mares...". Esa " "pintura que habla" aparece ya en la dedicatoria del poema al Duque de Béjar: "oh tu, que de venablos impido/Muros de abeto, almenas de diamante/Bates los montes, que de nieve armados/Gigantes de cristal los teme el cielo". Culterana y mitológica, si, pero sl tiempo bella y majestuosa descripción de las montañasnevadas en las tierras salmantinas. Y no puede daltar aquí una nención de Fray Luis de Granada, que describió plantas y animales con precisión de naturalista, la mejor prosa castellana y un amor que a veces parece mas franciscano que dominico. Fray Luis va buscando huellas de las perfecciones divinas en la naturaleza, y las encuentra sobre todo en el mundo botánico y zoológico, pero a veces también en el paisaje, como cuando habla de "los ríos con sus riberas entoldadas y ceñidas de arboledas". No están muy lejis los álamos del río que Machado le hacía ver a Leonor.
A nuestros poetas románticos el paisaje les interesacomo escenario de los efectos dramáticos, muhss veces producidos por la furia de los elementos desencadenados. Además, los paisahes evocados no son propiamente españoles, sino más biennimaginarios, con lo que se adensa el misterio que los rodea. Así habla Bécquer, en uno de los arranques poéticos más inspirados de nuestra literatura: "Olas gigantes, que os rompéis bramando/en las playas desiertas y remotas...". Parecido espíritu anima a Núñezcde Arce: "Guarneciendo de una ría/
La entrada entrada incierta y angosta/En un peñón de la costa/que bate el mar noche y día...".
Conbello volvemos a Machado, pero no sin antes citar los dos endecasílabos de García Tassara, tan admirados pir Unamuno, y que anuncian el cambio que se vá a producir en la visión del paisaje: "






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"Cuando en 1920 publicó Unamuno sus "Andanzas y visiones españolas" fijo en su prólogo que el libro venía a responder a la 'demanda de la afición estética' de quienes gustaban del paisaje literario. Sin duda, esa demanda ha seguido creciendo desde entonces, y prueba de ello es, entre otras cosas, el auge que ha alcanzado el turismo rural en España". Pero todavía queda bastante camino por abdar. Se diría que la afición a la naturaleza de algunos españoles vuene con una resteicción importante: si tienen medios de fortuna, se concentra en su finca, y di no los tienen, se limita a su pueblo, que casi todos los españoles tienen pueblo, aunque vivan en la ciudad. Ello hace que muchos no disfruten de los paisajes, ni menos aún que los busquen, en sus viajes en coche, que se convierten en un simple desplazamiento, en una carga de la que hay que desembarazarse cuanto antes. Demasiados niños españoles tienen la impresion de que su patria es una larga cinta de asfalto bordeada por gasolineras. Ojalá descubran algún día que hay mil Gadarramas y mil soles, viejos amigos de Machado, que los están esperando.

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