Informática, 30 de Abrillanto de 1979
Editorial
José Luis Mora
El enfoque que los diferentes grupos científicos han manifestado para con el desarrollo de los países del tercer mundo, ha venido a perfilarse en dos direcciones, una que intenta a partir de las tecnologías existentes crear nuevos elementos o estructuras que sirvan para la optimización de las diversas labores productivas, y otra que pretende el conocimiento de cómo se han desarrollado y creado las tecnologías actuales con el fin de utilizar más bien los procedimientos de su generación que los de su aplicación inmediata.
Es evidente que estas posiciones no son observadas con un deslinde tan claro, que pueda constreñir a cualquier científico en una u otra posición, más bien esta división ha de ser vista conceptualmente, a raíz de la labor científica que en un momento dado sea desarrollado.
La primera situación se caracteriza por el hecho de aceptar los productos técnico-científicos como algo dado, como la base a partir de la cual se realizan juegos de interacción que permiten adecuar estos resultados a ciertas necesidades, esta forma de proceder circunscribe al investigador a canalizar los productos técnicos hacia problemas reales, despreciando o descartando el proceso y origen que dio lugar a su obtención.
El segundo enfoque parte de la realidad hacia la creación, de manera que se establece un puente entre las necesidades por resolver y la generación de elencos técnicos que la sufraguen.
Un investigador bajo la primera situación hará sus aportaciones a partir de las herramientas existentes; es decir dado un problema, se dará a la búsqueda de elaborar procesos de solución, utilizando de entre las técnicas que conoce, aquellas que le permitan tal propósito.
La segunda alternativa es más exigente, impone la necesidad de crear las técnicas que permitan la elaboración de procedimientos destinados a resolver el problema; desde luego que esto implica que el científico debe contar con la capacidad y conocimientos para lograrlo.
Es posible que bajo este último enfoque, se descubra que el elemento técnico al que se ha arribado ya exista, en tal caso el camino a seguir, empatara con las perspectivas del primero, aunque señalando que éste, sería el punto de partida, mientras que para aquel que se enfila en la segunda posición, será un paso intermedio.
Al mirar el campo de investigación y estudio que se abarca para la solución de los problemas tercermundistas se establece un protocolo de evolución fundamental bajo el primero de los dos enfoques indicados.
Nuestros centros de investigación o los trabajos que en materia de desarrollo tecnológico se efectúan, siguen un derrotero que parte de una base técnico-científica en cuya construcción no hemos tenido participación, de ahí que se tenga un profundo desconocimiento del cómo producir novedades. Lo importante es que este hecho elimina la posibilidad de crear escuela y una investigación que persiga generar nuestros propios elementos tecnológicos.
La generación de elementos técnicos de mayor potencia al inscribirse dentro de este modelo de desarrollo internacional, reafirman la posición privilegiada que en la división del trabajo y del reparto de lo producido guardan los países hegemónicos, de ahí que la respuesta de las regiones menos favorecidas deba seguir una línea que abata esta indiscutible diferencia para ello habrá que abocarnos al intento de construir nuestras propias herramientas que respondan a nuestras necesidades. Para lograrlo, es requisito un nuevo orden social que favorezca las posibilidades internas de desarrollo de cada país, mientras esto no se dé, cualquier intento de solución se ve frenado por la competencia social que mantiene en situación de privilegio a reducidos sectores sociales.
El problema radica en la infraestructura social que queda controlada por un aparato oficial que de principio ha sido incapaz de atacar esta situación; aunque en algunos países como es el caso de México, se ha intentado a través de diferentes organismos, adquirir y promover creaciones tecnológicas, los resultados mostrados nos llevan a concluir que todo esto no ha quedado más que en buenas intenciones y si en algún caso se ha logrado algún avance, la realidad es que ha sido espúreo y aislado de una política global.
Este modelo de comportamiento acarrea dificultades colaterales; debido a la falta de instrumentos para generar nuevas técnicas, los centros de investigación universitarios se ven sumergidos en la imposibilidad de elaborar marcos de estudio y análisis que sigan una directriz más o menos diáfana. Esto impide que puedan ser vertidos a la educación elementos que enriquezcan la labor de enseñanza aprendizaje y la mejor formación de docentes, además de evitar el establecimiento de fuertes cimientos sobre los cuales fincar una investigación sólida y permanente.
Tal parece que todo ello no es casual, en realidad son ciertas necesidades las que determinan el imperativo de utilizar una cierta tecnología; por ahora desafortunadamente se han impuesto las de los sectores que guardan una posición privilegiada, necesidades que no demandan más allá que la aplicación de tecnologías que han sido ya fabricadas en los países más evolucionados, debido a que su aspiración de desarrollo es una calca de los patrones o modelos sociales de los abastecedores.
Lo importante es que conforme se efectúan avances tecnológicos en los países hegemónicos nuestro papel no es más que de adquisidores, lo cual acentúa la dependencia técnica y educativa basada en una económica.
Esta situación se ve incrementada cuando surgen, adelantos científicos y técnicos con nuevas cualidades, como son los del área de la informática; al respecto conviene señalar que esta nueva disciplina viene a incrustarse de manera definitiva en el comportamiento de todo grupo social y por ende en las labores cotidianas de sus integrantes. La falta de respuesta para adaptar los elementos que brinda la informática a resolver nuestros mayores problemas refuerza el abismo entre la adopción y creación tecnológica.
Es así que cada vez nos encontramos más lejos de aspirar a la creación de elementos técnico-científicos apegados a nuestra realidad concreta. Si bien es cierto que los productos emanados del estudio y la investigación sistemática pertenecen a todo el género humano, también es cierto que estamos al margen de su generación, amén de que la posible adopción de un elemento tecnológico se establece en términos de una relación comercial. Así, la universalización de los conocimientos lleva implícito un precio, que refuerza la desigualdad en la división del trabajo a nivel internacional. Baste observar que la adquisición de una computadora cuesta a nuestros países un tiempo laboral mucho mayor que el destinado a la producción del elemento adquirido; debido a nuestra incapacidad de crear nuestra propia tecnología nos vemos en desventaja , por lo que el intercambio lo logramos a través de nuestras materias primas.
Editorial
José Luis Mora
El enfoque que los diferentes grupos científicos han manifestado para con el desarrollo de los países del tercer mundo, ha venido a perfilarse en dos direcciones, una que intenta a partir de las tecnologías existentes crear nuevos elementos o estructuras que sirvan para la optimización de las diversas labores productivas, y otra que pretende el conocimiento de cómo se han desarrollado y creado las tecnologías actuales con el fin de utilizar más bien los procedimientos de su generación que los de su aplicación inmediata.
Es evidente que estas posiciones no son observadas con un deslinde tan claro, que pueda constreñir a cualquier científico en una u otra posición, más bien esta división ha de ser vista conceptualmente, a raíz de la labor científica que en un momento dado sea desarrollado.
La primera situación se caracteriza por el hecho de aceptar los productos técnico-científicos como algo dado, como la base a partir de la cual se realizan juegos de interacción que permiten adecuar estos resultados a ciertas necesidades, esta forma de proceder circunscribe al investigador a canalizar los productos técnicos hacia problemas reales, despreciando o descartando el proceso y origen que dio lugar a su obtención.
El segundo enfoque parte de la realidad hacia la creación, de manera que se establece un puente entre las necesidades por resolver y la generación de elencos técnicos que la sufraguen.
Un investigador bajo la primera situación hará sus aportaciones a partir de las herramientas existentes; es decir dado un problema, se dará a la búsqueda de elaborar procesos de solución, utilizando de entre las técnicas que conoce, aquellas que le permitan tal propósito.
La segunda alternativa es más exigente, impone la necesidad de crear las técnicas que permitan la elaboración de procedimientos destinados a resolver el problema; desde luego que esto implica que el científico debe contar con la capacidad y conocimientos para lograrlo.
Es posible que bajo este último enfoque, se descubra que el elemento técnico al que se ha arribado ya exista, en tal caso el camino a seguir, empatara con las perspectivas del primero, aunque señalando que éste, sería el punto de partida, mientras que para aquel que se enfila en la segunda posición, será un paso intermedio.
Al mirar el campo de investigación y estudio que se abarca para la solución de los problemas tercermundistas se establece un protocolo de evolución fundamental bajo el primero de los dos enfoques indicados.
Nuestros centros de investigación o los trabajos que en materia de desarrollo tecnológico se efectúan, siguen un derrotero que parte de una base técnico-científica en cuya construcción no hemos tenido participación, de ahí que se tenga un profundo desconocimiento del cómo producir novedades. Lo importante es que este hecho elimina la posibilidad de crear escuela y una investigación que persiga generar nuestros propios elementos tecnológicos.
La generación de elementos técnicos de mayor potencia al inscribirse dentro de este modelo de desarrollo internacional, reafirman la posición privilegiada que en la división del trabajo y del reparto de lo producido guardan los países hegemónicos, de ahí que la respuesta de las regiones menos favorecidas deba seguir una línea que abata esta indiscutible diferencia para ello habrá que abocarnos al intento de construir nuestras propias herramientas que respondan a nuestras necesidades. Para lograrlo, es requisito un nuevo orden social que favorezca las posibilidades internas de desarrollo de cada país, mientras esto no se dé, cualquier intento de solución se ve frenado por la competencia social que mantiene en situación de privilegio a reducidos sectores sociales.
El problema radica en la infraestructura social que queda controlada por un aparato oficial que de principio ha sido incapaz de atacar esta situación; aunque en algunos países como es el caso de México, se ha intentado a través de diferentes organismos, adquirir y promover creaciones tecnológicas, los resultados mostrados nos llevan a concluir que todo esto no ha quedado más que en buenas intenciones y si en algún caso se ha logrado algún avance, la realidad es que ha sido espúreo y aislado de una política global.
Este modelo de comportamiento acarrea dificultades colaterales; debido a la falta de instrumentos para generar nuevas técnicas, los centros de investigación universitarios se ven sumergidos en la imposibilidad de elaborar marcos de estudio y análisis que sigan una directriz más o menos diáfana. Esto impide que puedan ser vertidos a la educación elementos que enriquezcan la labor de enseñanza aprendizaje y la mejor formación de docentes, además de evitar el establecimiento de fuertes cimientos sobre los cuales fincar una investigación sólida y permanente.
Tal parece que todo ello no es casual, en realidad son ciertas necesidades las que determinan el imperativo de utilizar una cierta tecnología; por ahora desafortunadamente se han impuesto las de los sectores que guardan una posición privilegiada, necesidades que no demandan más allá que la aplicación de tecnologías que han sido ya fabricadas en los países más evolucionados, debido a que su aspiración de desarrollo es una calca de los patrones o modelos sociales de los abastecedores.
Lo importante es que conforme se efectúan avances tecnológicos en los países hegemónicos nuestro papel no es más que de adquisidores, lo cual acentúa la dependencia técnica y educativa basada en una económica.
Esta situación se ve incrementada cuando surgen, adelantos científicos y técnicos con nuevas cualidades, como son los del área de la informática; al respecto conviene señalar que esta nueva disciplina viene a incrustarse de manera definitiva en el comportamiento de todo grupo social y por ende en las labores cotidianas de sus integrantes. La falta de respuesta para adaptar los elementos que brinda la informática a resolver nuestros mayores problemas refuerza el abismo entre la adopción y creación tecnológica.
Es así que cada vez nos encontramos más lejos de aspirar a la creación de elementos técnico-científicos apegados a nuestra realidad concreta. Si bien es cierto que los productos emanados del estudio y la investigación sistemática pertenecen a todo el género humano, también es cierto que estamos al margen de su generación, amén de que la posible adopción de un elemento tecnológico se establece en términos de una relación comercial. Así, la universalización de los conocimientos lleva implícito un precio, que refuerza la desigualdad en la división del trabajo a nivel internacional. Baste observar que la adquisición de una computadora cuesta a nuestros países un tiempo laboral mucho mayor que el destinado a la producción del elemento adquirido; debido a nuestra incapacidad de crear nuestra propia tecnología nos vemos en desventaja , por lo que el intercambio lo logramos a través de nuestras materias primas.
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