Buscar en este blog

23 feb 2015

He de recordar...




Debo recordar...

Las Tesmoforias
Aristófanes


[...]
CORO.-¡Salve Febo; para ti mis himnos mejores, pues tú llevas la palma en el sacro certamen de las Musas!

AGATÓN.-Ensalzad a Artemis, la virgen cazadora, errabunda por bosques y montañas. CORO.-Celebremos y ensalcemos a la casta Artemis, augusta hija de Leto.

AGATÓN.-Y a Leto, y a la cítara asiática, imitando el ritmo y el cadencioso compás de las Gracias de Frigia.

CORO.-Celebremos a la augusta Leto, y a la cítara madre de los himnos, para que nuestros acentos varoniles hagan brillar con fulgor repentino los ojos de la adorable diosa. ¡Ensalcemos al poderoso Apolo! ¡Salve, hijo feliz de la augusta Leto!.

MNESÍLOCO-¡Venerandas Genetílides, ¡qué dulce y voluptuosa melodía! ¡Qué afeminamiento! ¡Cómo trasciende a besos lascivos! ¡Qué cosquilleo se siente en el trasero al escucharla! Y tú, jovencito, si acaso lo eres, quiero interrogarte al modo de Esquilo en su Liturgia10. ¿De dónde sales, oh andrógino? ¿Qué patria es la tuya? ¿Qué vestido es ese? ¿Por qué esa agitación? ¿Cómo concuerda esa cítara con la túnica amarilla, ese aceite de atleta con un sostén? ¿Hay cosas más opuestas? ¿Qué de común entre un espejo y una espada? ¿Te han educado siquiera como un hombre? Entonces ¿dónde llevas la colita? ¿Y el manto y los zapatos viriles? ¿O eres, quizás, mujer? Pero ¿y tus pechos? ¿Qué dices? ¿Por qué ese silencio? Por tu canto, pues, te conoceré, ya que te niegas a explicarte.

AGATÓN.-¡Anciano, anciano!, he oído el silbido de la envidia, sin sentir el dolor de sus mordeduras. Llevo un traje en consonancia con mis pensamientos, porque un poeta debe tener costumbres análogas a los dramas que compone. Si el asunto de sus tragedias son las mujeres, su persona debe imitar la vida y el porte femenino.

MNESÍLOCO.-¿De suerte que al componer una Fedra montarás a caballo?

AGATÓN.-Si los asuntos son varoniles, ya tenemos en el cuerpo todo lo necesario. Pero lo que no tenemos por naturaleza, hemos de adquirirlo mediante la imitación.

MNESÍLOCO.-Entonces, cuando escribas dramas de sátiros llámame, y yo me pondré en erección detrás de tí.

AGATÓN.-Además, es de muy mal parecer un poeta grosero y velludo, Ibico, Anacreonte de Teos y Alceo, tan hábiles en la armonía, llevaban mitras y bailaban las voluptuosas danzas de la Jonia; e! mismo Frínico, de quien seguramente has oído hablar, unía a su propia hermosura la de sus vestidos; por lo que en sus dramas todo era hermoso. Cada cual imprime a sus obras su propio carácter.

MNESÍLOCO.-Por eso Filocles, que es feo, compone obras feas; Jenocles, que es malo, malas y Teognis, que es frío, frías.

AGATÓN.-Es de rigor. Y por saberlo he cuidado de corregirme. 

MNESÍLOCO.-¿Cómo, por los dioses?

EURÍPIDES.-Cesa de ladrar. Yo era lo mismo cuando, a su edad, empezaba a escribir. 
MNESÍLOCO.-¡Por Zeus, que no envidio tu educación!

EURÍPIDES.-Déjame, por fin, decir e! motivo que me trae.

AGATÓN.-Explícate.

EURÍPIDES.-Agatón, «de hombres sabios es decir muchas cosas en pocas palabras. Herido por una desgracia nueva, vengo a suplicarte»

AGATÓN.-¡Para qué me necesitas?

EURÍPIDES.-Las mujeres, reunidas en las Tesmoforias, han' resuelto hoy mi perdición, porque hablo mal de ellas.

AGATÓN.-¿Y qué socorro puedes esperar de mí?

EURÍPIDES.-Uno grandísimo. Si te mezclas furtivamente entre las mujeres de modo que parezcas una de tantas y defiendes mi causa elocuentemente, conseguirás salvarme. Tú eres el único capaz de hablar dignamente de mí.

AGATÓN.-¿Por qué no vas a defenderte tú mismo?

EURÍPIDES.-Te lo diré. En primer lugar, yo soy muy conocido, y además cano y barbudo, mientras que tú eres de hermosa figura, imberbe y de tez blanca; tienes voz de mujer y eres precioso y delicado como nadie.

AGATÓN.-Eurípides...

EURÍPIDES.- ¿Qué?

AGATÓN. ¿No has escrito una vez: «el ver la luz te alegra; ¿crees que no le alegra también a tu padre?»

EURÍPIDES.-Cierto.

AGATÓN.-No esperes, por tanto, que «n me exponga a soportar tu desgracia: sería una locura. Sufre, como es natural, tu propio infortunio. Las desgracias no deben sobrellevarse con astucia, sino con paciencia.

MNESÍLOCO.-Tú, sí que has llegado, vil prostituido, con actos y no con palabras, a infamar tus posaderas.

EURÍPIDES.-¿Por qué temes ir allí?

AGATÓN.-Porque tendría un fin aún más miserable que el tuyo.

EURÍPIDES.-¿Cómo?

AGATÓN. Porque parecería que iba a usurparles sus prácticas nocturnas y arrebatarles la Cipris femenina.

MNESÍLOCO.-¿A robarles? Di más bien a prostituirte. ¡Por Zeus! ¡Vaya un pretexto!

EURÍPIDES.-En qué quedamos, ¿lo harás como te lo pido?

AGATÓN.-No lo esperes.

EURÍPIDES.-¡Entonces infeliz de mí! ¡Estoy perdido!

MNESÍLOCO.-Eurípides, mi querido yerno, no te desalientes.

EURÍPIDES.-¿Qué hacer?

MNESÍLOCO.-Envía a ese hombre al infierno, y dispón de mí como quieras.

EURÍPIDES.-Pues que tú mismo te me ofreces, acepto. Anda, quítate esa ropa.

MNESÍLOCO.-Ya está en el suelo. ¿Qué vas a hacer de mí?

EURÍPIDES.-Afeitarte los pelos de la barba y quemarte los de más abajo.

MNESÍLOCO.-Haz lo que quieras, o no haberme ofrecido.

EURÍPDES.-Agatón, tú siempre llevas navajas: préstanos una.

AGATÓN.-Cógela de ese estuche.

EURPIDES.-(A su suegro.) Eres un valiente, siéntate e hincha el carrillo derecho.

MNESÍLOCO.-¡Ay!

EURÍPDES.-¿Por qué gritas? Te voy a meter un tarugo en la boca, si no callas. 
MNESÍLOCO.-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! (Se levanta y echa a correr.)

EURÍPIDES.-¿Adónde vas?

MNESÍLOCO.-Al templo de las Euménides, sí, por Deméter, pues no voy a quedarme ahí para que me hagas tajadas.

EURÍPIDES.- Se van a reír de tí al verte con la mitad de la cara afeitada.

MNESÍLOCO.-Poco me importa.
[...]

No hay comentarios:

Publicar un comentario