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20 feb 2015

La memoria es un cuento que...

Son las 5:34 y estoy escuchando una entrevista a Martín Villa. Sus palabras son coherentes con las referidas por Rosa Montero sobre lo que ella entiende por memoria.


“La memoria es un cuento que nos contamos a nosotros mismos”

La escritora vuelve a su mundo del siglo XXII en la novela 'El peso del corazón'

Winston Manrique Sabogal, Madrid 20-02-15



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 Rosa Montero 
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Rosa Montero en la biblioteca Eugenio Trías, en el Parque del Retiro, de Madrid. / ALEJANDRO RUESGA (EL PAÍS)



En el siglo XXII el planeta ha quedado convertido en jirones de vida, y más allá de dioses, formas de gobierno y el destino ciclotímico, hay algo que se complica y desvela en secreto a todos: “el corazón hambriento”. Incluso a Bruna Husky, la androide detective que sabe qué hacer con sus apetencias sexuales, mientras “la necesidad sentimental la deja desconcertada, reduciéndola a una criatura menesterosa”.

Ahí está el palpitar de la novela de Rosa Montero (Madrid, 1951), El peso del corazón (Seix Barral). Ha ido al Madrid del año 2109 para comprobar que el tiempo lo toca todo, menos el corazón. Y la forma ideal que ha hallado para indagar en eso, y en temas que la han acompañado a lo largo de sus 14 novelas, la muerte, la memoria o la identidad, ha sido a través de unthriller de ciencia ficción. Un mundo que no es “ni distópico, ni utópico, sino reflejo del actual. Es mi novela más política y realista”.

La creación de ese mundo futurista es el mejor regalo literario que Montero se ha dado. Lo empezó a levantar en 2009, hasta que lo hizo libro dos años después en Lágrimas en la lluvia, y luego cómic. Hoy regresa a él para seguir indagando en cuestiones existenciales a través de una criatura tecnohumana a quien ha prestado mucho de su vida. Se llama Bruna Husky, investiga crímenes y una trama de corrupción de energía, vive en Madrid, tiene recuerdos reales y sabe cuándo va a morir.

La cienca ficción es un arma poderosísima para contar lo que se relata siempre. Esta es mi novela más política y realista

A ese mundo va, ahora, en un viaje fugaz, sentada en uno de los balcones-cabina acristalados de la biblioteca Eugenio Trías en el Parque del Retiro, de Madrid; antes de convertirse en nada y resucitar como depurador de aire en su historia.

En este trayecto hacia el 2109, la escritora y periodista se lamenta del prejuicio en España sobre la ciencia ficción. Cuando, asegura, “es una arma poderosísima para contar lo que se relata siempre. Es una novela igual que todas las anteriores en cuanto a hondura y complejidad. Es uno de mis libros más íntimos”.

Las razones de esa injusticia las encuentra en que este ha sido “un país de un realismo brutal. No ha habido tradición fantástica, y la ciencia ficción forma parte de la anchísima tradición de lo fantástico”. El segundo aspecto lo achaca a que es país inculto en el campo de la ciencia. “Incluso Unamuno decía “que inventen ellos”. Es una tradición de resistencia a la ciencia brutal”.

Al sobrevolar su planeta Tierra, Montero recuerda que allí ha puesto varias formas de gobierno, lo que la lleva a decir que ahora ve “una ansiedad, una nostalgia, por los autoritarismos en todo el mundo. El sistema democrático vive una crisis tremenda. Pero sigue siendo el mejor y único posible. Aunque la respuesta de la gente es buscar lo fácil y simplificador”.

Veo ansiedad y nostalgia por los autoritarismos en todo el mundo. El sistema democrático vive una crisis tremenda. Pero es el mejor

Ella desciende hasta mostrar a sus seres en su preocupación perpetua: la finitud: “Lo que no nos cabe en la cabeza es la idea de la muerte, de la desaparición, de que no exista nada. La mayoría vive sin pensar que van a morir, yo no. Los novelistas somos más conscientes del paso del tiempo, estamos obsesionados con la idea de la muerte y escribimos contra eso. Pero la gran mayoría de humanos vive como si fueran eternos. Es un mecanismo de defensa seguramente”. Cree que ser consciente de la muerte no está mal, “por otro lado si estás lleno de muerte estás lleno de vida también, eres muy consciente de la vida. La tragedia del ser humano es ser mortal, todo lo que hacemos es contra la muerte. Y la vida se convierte en una estafa. Si supiéramos cuando nos vamos a morir sería terrible. Esa es la gran pena de la pena de muerte, el ir descontando los días, es una tortura monstruosa; y si lo supiéramos no lo podríamos soportar”.

Ahora se adentra en el cerebro de sus criaturas. Donde el peso de la memoria y los recuerdos son tan enormes como hoy. “Pero son falsos”, advierte: “La memoria es un cuento que nos contamos a nosotros mismos y que vamos rehaciendo. El cerebro es un arquitecto constante. Necesita equilibrio y orden porque la vida es puro caos. Es imaginación y nos completa la vida para darle una apariencia de sentido. Es el creador de nuestras vidas, de alguna manera. Busca crear un relato de nuestra vida. Eso quiere decir que nuestra identidad es una creación imaginaria y en constante cambio porque la identidad se basa en la memoria, la identidad por eso es múltiple y deslizante”.

Ese es uno de los temas en toda su obra. Hay una frase de Henry Michaux que le encanta: “El yo es un movimiento en el gentío’. Claro, la identidad es una realidad resbaladiza y la realidad también los es”.

Ahí llega al centro de su novela: la búsqueda incansable del ser humano por el amor, la fuga hacia la felicidad, mientras lo acechan miedos de toda calaña y se acentúa su incapacidad para expresar y recibir y aceptar sentimientos que le trastocan la vida.

Uno de los conflictos de la gente es la disociación entre la parte cultural y la animal. Cuanto más compleja es la sociedad más ajena es a la parte animal de achucharse y expresar afecto, eso es desquiciante

“Desde la caverna somos iguales. Ahora tenemos menos resistencia al dolor, por fortuna, y a la tensión. Nos sentimos más inermes y los peligros son más globales, cósmicos. Uno de los conflictos de la gente es la disociación entre la parte cultural y la animal. Cuanto más compleja es la sociedad más ajena es a la parte animal de achucharse y expresar afecto, eso es desquiciante”. Bruna Husky lo padece. “Su problema está entre el deseo de amar y no perder la libertad. Somos seres tremendamente contradictorios. Ella está todo el rato acercándose y marchándose, acercándose y marchándose”. 

Montero ve una añoranza preconsciente a cuando se estaba solo en el útero. “La salida a esa soledad la buscamos en el amor, incluso sin sexo. Pero en un gran momento de enamoramiento tu individualidad se borra al fundirse en el otro”. Es el zarpazo del miedo. “Es por el temor a perder ese amor o persona que nos ama. No quieres depender tanto porque una vez te entregas estás perdido. No quieres perder el control de tu vida, porque la mirada y el amor del otro te dan la vida. Ese miedo nos hace muchas veces romper las historias. Es un mecanismo de defensa”.

…De vuelta al año 2015, Rosa Montero se somete al mismo test que le hiciera el psicoguía a Bruna Husky, dar una respuesta automática a la palabra citada:


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