Así recordó Augusto Pérez a Edipo, por lo que no siguió su camino hacia la Población de Humanos no Cognoscentes. No quiso agradecimientos falsos y ser nombrado falsamente rey.
Entre los godos, el hijo envidioso, heredero del rey, ordenaba arrancar los ojos a sus hermanos y encerrarlos en un monasterio para evitar que lo destronaran.
Augusto Pérez, una vez más, tornose del camino donde su padre José Manuel le había puesto.
Se encaminó a la montaña sagrada, Santofirme, donde seguir conociendo el enigma del Hombre.
Allí, un día aciago para él, vio pasar ante sí la Esfinge, sentado en el atrio de su cueva, precipitándose hacia el humus, mientras se arrancaba los ojos en su desesperación por haber devorado las entrañas de la hija, ya no útil a su vida de envidia por no haber sido elegida por su madre.
Augusto Pérez sabía que no se conocía y que, a pesar de haber descifrado el enigma de la Esfinge puesta en su camino por Hera, no estaba en la Inteligencia, sino que estaba al comienzo de un largo camino hacia tan deseada Ciudad de Tebas donde habitar un día al lado de su rey Zeus.
Hermoso enigma:
"Sólo tiene una voz,
Y anda con cuatro pies por la mañana,
dos al medio día y tres por la noche.
Cuantos menos pies tiene, menos veloz corre.
Si lo conoces, te ama, pero si no lo conoces, lucha contra ti y te destruye"
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