Julio, te respondo. ¡Tranquilo!
Cuando me comunica su hijo que los médicos están buscando "El Dirado", me hace recordar lo que René Caillé encontró cuando llega a Tumbuctú. La ciudad misteriosa del desierto no era más que una reunión de camelleros. No era una ciudad con un tesoro dorado. No supieron que el gran tesoro era la más fantástica Biblioteca llevada desde Toledo. Los médicos transmitieron el gran tesoro que anhelaban encontrar y no la realidad encontrada. No deseaban transmitir su fracaso e inventaron un tesoro inexistente.
Pelayo sabía reconocer el "Tesoro del Reino Visigodo" y salvarlo de la barbarie musulmana y, sobre todo, de la barbarie de la subespecie nedecans visigoda. Esta subespecie no Cognoscente ni Sapiens, mintió y sigue mintiendo sobre lo que encontraron y hablaron de lo que deseaban encontrar.
Es agradable conocer la historia de tantos buscadores de tesoros. Uno más es aquel de los europeos que encontraron en el Deccan; no había tal tesoro y no supieron encontrar lo que encerraban el polvo y las moscas que se encontraron.
No encontrarán apaciguamiento de la insatisfacción de no verse cumplidos sus deseos de encontrar su quimera.
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