Los pretendientes de la moza casadera (con edad a partir de 12 años), con frecuencia peleaban entre ellos como cortejo para demostrar sus poderes. Era la persona de la casa que armada con la carabina imponía la paz durante el cortejo entre los pretendientes. En ningún caso el propósito de "la carabina" era evitar abusos a la moza casadera.
Cuando ya quedaba un pretendiente único, la carabina seguía teniendo el mismo propósito pues impedía que alguno de los pretendientes desairado acudiese a agredir al mozo elegido.
El primer beso era consentido por ambos novios pero, el límite lo ponía la carabina. Para evitar a esta y obtener ventaja ante ella, era el novio el que certeramente apagaba el candil mediante el lanzamiento atinado de una manzana. Mientras la carabina, alcahueta, retiraba la manzana y de nuevo ponía luz, los novios aprovechaban para juntar sus mejillas y mirarse a ciegas y quedarse sorprendidos de la belleza del otro cuando les sorprendía el crepúsculo del candil.
En tiempos de mi abuela, los mozos novios no habían visto ni oído más que rumores del sentir rilar del cuerpo cuando las mejillas eran besadas. En aquella época, los mozos novios no agredían mediante la penetración lingual, por lo que no lo hacían y, en el amor deseado era el de la compañía, no era era confundido con el genitalismo agresivo que tanto confunde hoy. Lo confunde por no saber leer en "el otro" el poema de la vida personal a través de la palabra. El escuchar el río revoltoso del decir: sentir tu palabra junto a la mía decir: ¡amor!, sin sentir pregunta alguna porque eres en ella como lo es en mi.
Nosotros no vendemos a nuestras hijas, ni tampoco las damos en servicio. No llegara lejos quien pretenda actuar así. No hay tierra firme ni humus que le de refugio, ni tiempo que le de olvido. Ante tal vileza nunca sobrarán al padre pasos para rendir cuentas con su espada corta y si les sobrara tiempo al vil para pedir perdón ante Dios Nuestro Señor.
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